Hotel Torre do Rio, un jard¨ªn gallego

Los peregrinos se desv¨ªan del Camino solo por pasar la noche en este pazo, recomendado por amigos. ?stos, a su vez, se lo recomendar¨¢n a otros amigos. Y as¨ª figura como uno de los hoteles rurales con m¨¢s alta ocupaci¨®n de Galicia. Rodrigo Rei pudo rescatarlo del olvido, semiescondido como estaba en un meandro del r¨ªo Umia hendido en los bosques del Saln¨¦s, a apenas un kil¨®metro de la villa termal de Caldas, en las entretelas de las R¨ªas Baixas gallegas.

Su reconstrucci¨®n toc¨® parte de un complejo textil del XVIII cuyos restos est¨¢n a punto de renacer para albergar m¨¢s dormitorios y algunos espacios terciarios donde celebrar eventos. En obras tambi¨¦n se ve hoy una piscina de agua natural a la que abastecer¨¢ una cascada de agua que pende sobre el r¨ªo.

En este escenario l¨ªquido nos espera, sereno y afectuoso, el equipo del lugar, orgulloso de ver c¨®mo los hu¨¦spedes gozan de la arquitectura y el paisaje, del silencio y la m¨²sica de la piedra. Antes de entrar bien vale darse una vuelta por el jard¨ªn y disfrutar con sus juegos de perspectivas, sus variedades bot¨¢nicas, el musgo en la piedra, en los recovecos de los escalones. Y el rumor bronco del r¨ªo.

Todo en su interior es profuso en detalles. Un plato de frutas aqu¨ª, un bol de flores all¨¢, en todas las mesas, y hay unas cuantas. Velas encendidas¡­ Manteles de encajes¡­ Muebles de ¨¦poca nada remilgados. El sal¨®n es pasarse las horas mirando los innumerables objetos que lo decoran, incluida una biblioteca de coleccionables.

El comedor aparece presidido por una mesa larga, que anta?o compart¨ªan sus propietarios, uno a cada extremo. Aqu¨ª se ofrecen los desayunos, con huevos de corral y otras delicias caseras, tarta de queso, flanes y bizcochos esponjosos. Ah, pero¡­ Imperdonable que la vieja lareira haya sido conquistada por la utiller¨ªa del desayuno: la cafetera, el alambique de la leche y la tostadora del pan. Todo ah¨ª debajo de la chimenea.

Antes de cerrar la noche, el pazo otorga el privilegio de degustar una cena como las de antes, honrada y basada en productos locales. Ameniza la velada una selecci¨®n comercial de ¨¦xitos cl¨¢sicos. Eso s¨ª, se agradecer¨ªa una discograf¨ªa m¨¢s cuidada. Las habitaciones guardan el sue?o con s¨¢banas de algod¨®n, flores frescas, pulcritud extrema en los ba?os e inesperadas atenciones en el cobijo de la galer¨ªa acristalada.

Y el jard¨ªn, a la vista, siempre el jard¨ªn.