Paisajes ¨¦picos de Irlanda
Las islas de Aran y los acantilados de Moher son una muestra de la poderosa costa atl¨¢ntica y sus curtidos habitantes
El peque?o muelle es un hervidero, desde primeras horas. Los ferris van y vienen como abejas afanosas, pero no dan abasto; es conveniente reservar plaza por adelantado. Y es que los barcos conducen a tres para¨ªsos cuyos secretos los viajeros se transmiten como una contrase?a: las islas de Aran. Tres esquirlas de piedra que son la avanzadilla de Europa frente al Atl¨¢ntico. All¨ª la costa irlandesa, bien aprovechada en pel¨ªculas y series televisivas, alcanza un m¨¢ximo de bravura. Acantilados de v¨¦rtigo orillados de espuma, tierra sin tierra donde la roca aflora por doquier, en los magros cultivos de patata, en los muros de los prados, en los fuertes megal¨ªticos o capillas y torres medievales arruinadas: un paisaje ¨¦pico solo atemperado por los tonos de la bruma, la humedad, el musgo o los helechos, y el traj¨ªn de ciclistas y caminantes, que llega a colapsar los caminos.
Gu¨ªa
Informaci¨®n
? Desde la localidad de Doolin salen ferris a las islas de Aran (www.doolin2aranferries.com). Tambi¨¦n ofrecen navegaciones para ver los acantilados de Moher desde el mar.
? Oficina de turismo de Irlanda (www.ireland.com).
M¨¢s de mil visitantes al d¨ªa pueden desembuchar los ferris en verano. El im¨¢n que los atrae es sin duda la naturaleza, y la aventura. Pero tambi¨¦n la leyenda. Imposible pensar en estas islas sin acordarse del m¨ªtico filme que en 1934 rod¨® Robert Joseph Flaherty, Man of Aran. Pel¨ªcula que a su vez sirvi¨® de trasfondo a Martin McDonagh para su pieza teatral El cojo de Inishmaan, que el a?o pasado transit¨® con ¨¦xito por varios escenarios espa?oles. En ella se refleja la vida de las islas de manera m¨¢s ajustada que en el pretendido documental de Flaherty, quien en 70 minutos de portentoso metraje trufaba la historia con fakes, dramatizaciones imaginarias como el episodio central de la pesca del tibur¨®n, algo desconocido a la saz¨®n en las islas de Aran.
Nada ha cambiado en la mayor de las islas, Inishmore (inis m¨®r en ga¨¦lico, ¡°isla grande¡±), en lo que a paisaje se refiere. Los isle?os siguen siendo pocos, apenas 800 vecinos, mantenidos a raya por un solo polic¨ªa, con dos escuelas para los cr¨ªos, y los j¨®venes buscando pareja en Internet. Pero los turistas, en verano, lo cambian todo. Alquilar una bici viene a costar diez euros al d¨ªa, o menos, y solo a pedales o en coche de caballos se pueden acometer las calzadas que llevan a los sitios m¨¢s codiciados. El que se lleva la palma, sin duda, es D¨²n Aengus, un fuerte (d¨²n) de la Edad de Bronce construido al filo de un acantilado imposible, y protegido por hasta tres anillos de muralla. No es el ¨²nico: hay otros tres fuertes parejos, aunque no tan grandiosos.
Iglesia en el cobertizo
Otras atracciones son la iglesia de San Bhean¨¢in, del siglo VI, dicen que la m¨¢s peque?a del mundo (se trata de un cobertizo de apenas 3 ¡Á 2 metros), adem¨¢s de otras iglesias y cruces medievales, o la colonia de focas tumbadas panza arriba para aprovechar el sol. Por las noches, en los hostales y pubs tradicionales, suele abundar la m¨²sica en vivo, algo que en Irlanda no es ninguna novedad.
Las otras dos islas, m¨¢s pr¨®ximas a la costa, repiten m¨¢s o menos el paisaje y forma de vida. Inishmaan (inis me¨¢in, ¡°isla media¡±) es la m¨¢s tranquila, con poco m¨¢s de 200 vecinos y escasos visitantes. Tiene tambi¨¦n dos fuertes y un t¨²mulo de la edad de piedra, una capilla medieval, y casas de hu¨¦spedes muy acogedoras. Inisheer (inis o¨ªrr, ¡°isla oriental¡±), adem¨¢s de monumentos megal¨ªticos y alguna iglesia y torre medievales, cuenta con un parque de aventuras para ni?os que hace las delicias¡ de los mayores.
El pueblo costero que sirve de trampol¨ªn para embarcar hacia las islas de Aran, Doolin, no parece ni pueblo, por la dispersi¨®n de sus cuatro casas y hoteles o restaurantes de inesperado refinamiento. Pero hay algo m¨¢s: de las ¨²ltimas tapias arranca un sendero que conduce a la atracci¨®n natural m¨¢s visitada de Irlanda: los acantilados de Moher. M¨¢s de un mill¨®n de turistas al a?o se dan cita en el nuevo centro de interpretaci¨®n subterr¨¢neo, camuflado bajo la hierba y equipado con ¨²ltimas tecnolog¨ªas. De all¨ª parten senderos balizados que recorren el filo de paredes cortadas a pico por la furia del oc¨¦ano, con escollos, farallones y pin¨¢culos batidos por la espuma, y habitados por la mayor colonia de aves marinas del pa¨ªs: anidan all¨ª m¨¢s de 20 especies, entre ellas los graciosos frailecillos, chovas, gaviotas o halcones peregrinos.
No hay que rodar muchos kil¨®metros para hallar otras sorpresas del condado de Clare. Siguiendo hacia el sur por la reci¨¦n establecida Ruta Costera del Atl¨¢ntico (www.wildatlanticway.com), pronto aparece Spanish Point con un pu?ado de hoteles y tabernas con resonancias hispanas. Y es que hasta esas playas llegaron los pecios de la Armada Invencible, la que Felipe II enviara a luchar contra los protestantes, no contra los elementos. A los n¨¢ufragos espa?oles que llegaban con vida los mataban sin contemplaciones, eran las ¨®rdenes. M¨¢s al sur, la pen¨ªnsula de Loop Head endulza la bravura de sus bordes con buc¨®licos prados de vacas, y pueblos tan hermosos como Kilrush, en el estuario del r¨ªo Shannon. Desde Kilrush se puede saltar en barco a la peque?a isla de Scattery, ahora deshabitada, una especie de isla museo, ya que cuenta con media docena de iglesias arruinadas; entre ellas el monasterio que fundara en el siglo VI San Senan, cuyo pozo milagroso sigue atrayendo a piadosos peregrinos.
El estuario del Shanon, el r¨ªo m¨¢s largo de Irlanda, se estrecha en embudo hasta tocar Limerick. Otro lugar con leyenda, o mejor dicho, con literatura: es el tel¨®n de fondo del relato autobiogr¨¢fico de Frank McCourt Las cenizas de ?ngela, llevado al cine por Alan Parker. Imposible reconocer el escenario l¨®brego y lluvioso de la peli en la risue?a Limerick actual. Una ciudad limpia y amable, sin edificios de altura que hagan sombra a las torres de su catedral y su castillo del rey Juan. Este ha sido objeto de una feliz intervenci¨®n arquitect¨®nica, y narra la historia de la ciudad a trav¨¦s de avanzados recursos audiovisuales. Limerick fue el pasado a?o la primera Ciudad Nacional de la Cultura (r¨¦plica a las "capitales europeas de la cultura") y eso le sirvi¨® de revulsivo para activar sus reclamos, como el Milk Market o mercado cubierto con lonas vanguardistas, el centro de artesanos o el exquisito Museo Hunt. Mucho ha llovido desde los tiempos de ?ngela. Solo que ahora, cuando llueve, la gente no acude en tropel a las iglesias, "dando a Limerick reputaci¨®n de ciudad piadosa": ahora hay sitios m¨¢s confortables y divertidos donde guarecerse.
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