Ascensores de agua en el canal de Castilla
Navegantes, ciclistas y jinetes recorren este sue?o ilustrado que acerc¨® los campos cerealistas al Cant¨¢brico
El capit¨¢n toma rumbo al norte, una vez soltadas las amarras, mientras cae la tarde en tierras castellanas y se agradece la brisilla que entra por las ventanas del d¨®cil Marqu¨¦s de la Ensenada, que surca silencioso las aguas encauzadas del Pisuerga. A babor y estribor, los juncos aprovechan la inercia de la navegaci¨®n para hacer graciosas reverencias a los viajeros. A unos pocos metros espera la primera esclusa, la gran atracci¨®n del canal navegable que proyect¨® el ingeniero Antonio de Ulloa en tiempos de Fernando VI.
Se construyeron 49 esclusas en total, para salvar hasta 150 metros de orograf¨ªa en un recorrido que qued¨® incompleto, pero ahora apenas est¨¢n en uso unas pocas, de modo que es inviable hacer todo el recorrido: ¡°Algunas las cegaron con hormig¨®n, qu¨¦ barbaridad¡±, se queja Manuel, el capit¨¢n. Pensado en los siglos XVI y XVII, no ser¨¢ hasta el XVIII, en plena Ilustraci¨®n, cuando el marqu¨¦s de la Ensenada, poderoso ministro de Fernando VI, ejecuta con determinaci¨®n la idea de construir un canal navegable que permita a Castilla y a Le¨®n sacar por barco, hasta el puerto de Santander, los excedentes de cereales y otras mercanc¨ªas que la precaria red de caminos imped¨ªa comercializar. Las obras del ambicioso proyecto atravesaron dificultades propias y ajenas, y hubo de pasar todo un siglo hasta que, en 1849, se inici¨® la navegaci¨®n.
Atr¨¢s quedaron la guerra de la Independencia y sus destrozos y las dificultades econ¨®micas que justificaron la privatizaci¨®n de las obras y la explotaci¨®n del canal, ya en el reinado de Fernando VII. El trayecto fluvial apenas vivi¨® unas d¨¦cadas de esplendor, cuando las mulas tiraban de unas 350 barcazas desde los caminos de sirga acarreando a su paso toda clase de mercanc¨ªas y dejando en Palencia y Valladolid una industria de harineras, batanes de pa?os y lanas, fondas para viajeros y comerciantes. De todo ello quedan edificios y ruinas que jalonan el paisaje y obligan a pensar en aquellos a?os en los que Castilla sali¨® en busca del mar.
Gu¨ªa
Informaci¨®n
? Embarcaciones tur¨ªsticas. Para reservar, en la p¨¢gina web del canal de Castilla aparecen las localidades con barcos de paseo (www.canaldecastilla.org). Para ir en bicicleta es ¨²til la gu¨ªa de Ignacio S¨¢ez El canal de Castilla, una ruta con mucha historia (Desnivel).
En Alar del Rey (Palencia), bien lejos de Reinosa, como en un principio se pretendi¨®, tiene uno de sus extremos el ramal norte y ah¨ª est¨¢n la d¨¢rsena y las mazmorras, ¡°quiz¨¢ para los presos que participaron en las obras, quiz¨¢ para conservar alimentos¡±, aventura Araceli Gonz¨¢lez, de la Asociaci¨®n Adeco-Canal de Castilla. Unos kil¨®metros m¨¢s abajo, en Herrera de Pisuerga, espera Manuel con su Marqu¨¦s, y las esclusas navegables, y el centro de interpretaci¨®n. M¨¢s all¨¢, en Melgar de Fernamental, se conserva el acueducto de Ab¨¢nades. La visita tiene una parada ineludible en Fr¨®mista, donde aparece la esclusa cu¨¢druple, como un rosario de vasos ovalados. Y no es m¨¢s que la primera sorpresa. Para la segunda hay que viajar muchos siglos m¨¢s atr¨¢s, hasta el rom¨¢nico, porque en esta localidad se conserva una de las joyas de este estilo arquitect¨®nico: la iglesia de San Mart¨ªn, impoluta y preciosa como una bombonera, con sus ojos de medio punto.
Una Y boca abajo
Los tres ramales del canal conforman una Y boca abajo, con sus brazos norte, sur y el que se extiende por Tierra de Campos, entre Palencia y Valladolid. Este ¨²ltimo es m¨¢s despejado y llano, desprovisto de fronda pero no de encanto, y se corona en Medina de Rioseco, parada en la que se descubre la leyenda del cocodrilo del r¨ªo. El recorrido fluvial del sur va desde El Serr¨®n a Valladolid y no faltan tampoco aqu¨ª las esclusas, las f¨¢bricas, los acueductos. Lo mucho que ha quedado de un proyecto soberbio e inconcluso.
Del declive de aquella empresa tuvo la culpa el ferrocarril, cuyo trazado se tendi¨® pr¨¢cticamente en paralelo y la fuerza mec¨¢nica sustituy¨® el trabajo de mulas y hombres, que con sus solos brazos giraban los tornos para abrir las compuertas, por ejemplo, las de la esclusa en la que ahora est¨¢ nuestro barco, el Marqu¨¦s de la Ensenada, en Herrera de Pisuerga. La esclusa no es m¨¢s que un gran vaso de altas paredes de piedra y forma ovalada ¡ªpara que quepan dos embarcaciones¡ª, que se cierra a un lado y otro con dos enormes compuertas de hierro que dan paso a la entrada y salida del agua y a la propia nave.
Cuando se cierran las puertas, el Marqu¨¦s queda atrapado con todos los viajeros en su panza mientras el gran vaso se va llenando, primero muy deprisa, luego los chorros luchando debajo del agua contra la presi¨®n que ejercen los cerca de 160 metros c¨²bicos. El ascensor l¨ªquido eleva el barco unos metros hasta salvar el desnivel del trayecto. En ese momento se abren las puertas, contra la fuerza fluvial, y se reanuda la navegaci¨®n. De vuelta habr¨¢ que esperar en el vaso mientras el ascensor de agua baja el escal¨®n hasta el nivel donde el cauce vuelve a ser plano. Una atracci¨®n para chicos y mayores que solo exige un poco de paciencia. As¨ª era entonces y as¨ª sigue siendo ahora. Los viajeros van desembarcando con el regusto a¨²n fresco de la aventura.
Por los caminos de sirga, donde antes tiraban las mulas circulan ahora bicicletas, y ya no son los mercaderes ni los campesinos los que sacan provecho de esta inmensa obra de ingenier¨ªa, es el turismo el que se abre paso por el canal, haciendo su camino de Santiago, que por Fr¨®mista pasa, y dej¨¢ndose empapar de la historia castellana y leonesa, que en estas tierras atrapa al curioso entre m¨²sica de ¨®rganos, piedras y agua.
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