Arte callejero en Rabat

Jidar significa muro en ¨¢rabe. Un nombre apropiado para una convocatoria que, poco a poco, pretende llenar la capital marroqu¨ª de explosiones de color en forma de murales. El pasado mes de mayo se celebr¨® la primera edici¨®n de Jidar, toiles de rue (lienzos callejeros), con artistas y grafiteros procedentes de varios pa¨ªses, organizada por la prestigiosa asociaci¨®n de m¨²sica independiente EAC-L¡¯Boulvart y la Fundaci¨®n Nacional de los Museos. Las actividades incluyeron talleres, charlas y proyecciones.

Desde los barrios m¨¢s c¨¦ntricos y chic hasta los m¨¢s populares y alejados, la imaginaci¨®n del street art se ha apoderado de la desolaci¨®n de no pocos muros medianeros que quedaron al desnudo. La modernidad y la insolencia de algunos motivos contrastan con las escenas cotidianas de gasolineras de barrio, bloques de viviendas banales y solares abandonados.

De momento, los excelentes trabajos realizados por artistas marroqu¨ªes, franceses, espa?oles, italianos, chilenos, estadounidenses y argentinos, debido al considerable tama?o de la ciudad, no saltan a primera vista. Hay que dejarse sorprender por ellos de forma inesperada o buscarlos a trav¨¦s de las rutas propuestas en la web www.jidar.ma. Si esta iniciativa sigue adelante en pr¨®ximas ediciones, es de esperar que la ciudad se convierta en un muestrario de arte callejero de referencia internacional. ?Los motivos?, el universo imaginario de cada cual, con una importante presencia de la tradici¨®n local, pero tambi¨¦n la rob¨®tica, los condicionamientos sociales, la psicodelia y el animalario. Los paseantes abordan las obras con aparente indiferencia, algunos, o con verdadero asombro, los que m¨¢s.

Enlace generacional

Los murales se agrupan por zonas, de forma que se puede encontrar m¨¢s de uno por barrio. La populosa plaza de Bab El Had, junto a la medina, es la primera parada, con una et¨¦rea y elegante pintura del marroqu¨ª Simo Mouhim que representa el enlace generacional mediante dos estupendos retratos. No lejos de all¨ª, en la calle Hassan II, el combate cuerpo a cuerpo entre el tigre y el humano, del argentino Franco Fasoli, asalta al paseante con sus formas rotundas.

M¨¢s adelante, frente a una de las puertas de la medina, una vulgar gasolinera, la de Chellah, se ha visto engrandecida por el gusto exquisito del franc¨¦s Vincent Abadie Hafez (Zepha) en forma de graf¨ªa ¨¢rabe y de una espiral de dorados y azules oce¨¢nicos.

Posteriormente, hay que adentrarse en el barrio de Hassan, c¨¦ntrico y de car¨¢cter residencial, para admirar dos obras m¨¢s: la del italiano Pixel Pancho, en la avenida Moulay Ismail, con sus hier¨¢ticas, mecanizadas y ausentes figuras de campesina y ovejas, y la de la estadounidense Maya Hayuk, que ha dejado su huella en forma de encendidos colores abstractos.

En la explanada de la Biblioteca Nacional son los retratos psicod¨¦licos y tiernos del marroqu¨ª Rebel Spirit los que se expresan desde un mar de antenas parab¨®licas.

Habr¨¢ que salir del centro y dirigirse hacia la periferia, en la avenida Hassan II, para contemplar la campesina negra y severa de Inti con su virginal oveja a la espera de ser sacrificada. En el barrio popular de El Manal, se topa uno en cambio con los fant¨¢sticos animales circenses y del pa¨ªs de las maravillas del grafitero de Olot, Cisco. El elefante apolillado que baila rodeado de flores de colores limpios es una aut¨¦ntica delicia. Junto a ellos, la vida transcurre como siempre, entre coladas tendidas al sol y charlas a la sombra de una higuera.

Y por fin, de regreso hacia el elegante barrio del Agdal, aparece otro delicado mural marroqu¨ª, el de Kalamour, como un dibujo en tinta china gigante, representando a un amoroso se?or que abraza el mundo.

Son m¨¢s los que han dejado su marca y m¨¢s los que la dejar¨¢n en ediciones futuras, as¨ª que hay que dejar hueco para los sprais y para la sorpresa.

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