Un mirador sobre las C¨ªes

La pen¨ªnsula pontevedresa del Morrazo hace gala de un coraz¨®n monta?oso circundado de perfiles atl¨¢nticos. En este escenario, los 31 kil¨®metros de costa pertenecientes a Cangas de Morrazo son promesa de excepcional calidad paisaj¨ªstica, ello sin contar las playas de tron¨ªo. Lo primero ser¨¢ detenernos en el cruceiro de H¨ªo, la m¨¢s alta representaci¨®n art¨ªstica morracense en forma de gran cruz de piedra. Tres elementos integran esta biblia en granito: la iglesia del siglo XII, la rectoral y el afiligranado cruceiro de tipo desclavado que cincel¨® en 1872 Ignacio Cervi?o.

Tras pasar la playa familiar de Nerga, giramos hacia la playa de Barra, uno de los m¨¢s fastuosos y rotundos iconos naturistas europeos. En Barra, el agua se presenta tranquila ¨Cno tan fr¨ªa como anta?o, presumiblemente por el cambio clim¨¢tico¨C y los cordones de dunas comparten la fina cualidad de los que recubren las islas C¨ªes, cuyas moles, dicho sea de paso, se recortan al fondo. Tambi¨¦n la silueta de punta Subrido, el skyline de Vigo, las bateas y el perfil de alg¨²n carguero, otorgando a Barra un magn¨ªfico decorado.

Alejada de cualquier traj¨ªn, el naturismo no hace sino acentuar una actitud relajada ante el disfrute de los ecosistemas de las R¨ªas Baixas. Detr¨¢s de los pinares mar¨ªtimos, pulcros y de bella factura, arraigan algunas, las ¨²ltimas, vi?as de albari?o y espadeiro. Todo el enclave est¨¢ declarado Espacio Natural Protegido Dunas de Barra y Costa de Soavela. Entre Nerga y Barra existe un tercer tramo de playa que las separa, Vi?¨®, delimitada por penedos (grandes rocas) y en la que unos van con textiles y otros a cuerpo gentil. Los aparcamientos privados, conocidos como leiraparkings (aparcamientos de finca), cuestan unos 2,5 euros al d¨ªa; en el de Ezequiel preparan desayunos y comida para llevar.

Llegados al extremo occidental de Morrazo todo resulta deslumbrante, empezando por el lienzo de arena rabiosamente blanca de la playa de Melide, a la que se llega desde Don¨®n ¨Ctres kil¨®metros en total¨C por una pista de asfalto ecol¨®gico que ofrece unas panor¨¢micas deslumbrantes con las islas C¨ªes como elemento decorativo. En el chiringuito de Melide encargaremos los bocadillos a Pedro y Paquita Pi?eiro, residentes desde hace 27 a?os.

Hay quien ya no se mueve de este arenal carente de peligros, como no sea para estirar las piernas hasta el faro de Punta Robaleira ¨Cuna baliza rechoncha¨C y, despu¨¦s, hasta el de Cabo Home. Qu¨¦ mejor sitio para perderse, sin horarios ni obligaciones, que este entorno id¨ªlico de arena y pinos desde el que casi se toca Monte Agudo, que antes parece un cabo que uno de los promontorios que componen el Parque Nacional de las Islas Atl¨¢nticas de Galicia.

Regresamos hasta Don¨®n para disfrutar del ocaso desde el mirador de Cabo Home. Hay bocadiller¨ªa y chiringuito de verano junto a la Caracola de acero inoxidable, obra de Lito Portela. Quien m¨¢s quien menos espera a que el sol acierte a pasar por el centro de la escultura para colgar el momento m¨¢gico en la Red. Seg¨²n se deja este mirador de acantilado se enlaza con la senda que lleva al monte O Facho.

La ascensi¨®n de 20 minutos acaba a 230 metros sobre el nivel del Atl¨¢ntico m¨¢s pintoresco. Desde esta antigua atalaya y punto de vigilancia de incursiones pir¨¢ticas, la visi¨®n de la costa percebeira de Soavela, donde las olas rompen en lluvia de espuma, se alinea con el cabo Home y las C¨ªes componiendo la iconograf¨ªa gallega m¨¢s aquilatada. La antigua casa de vigilancia, del siglo XVII, est¨¢ circundada por el santuario galaico-romano de Ber¨®briga (siglos IV al I antes de Cristo). Hallaremos la reproducci¨®n de tres aras (altares votivos) y, al atardecer, un sol rojizo como remate final.

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