La energ¨ªa polaca
Lodz, la ciudad que fascin¨® a David Lynch (all¨ª rod¨® escenas de ¡®Inland Empire¡¯); Varsovia y su Museo del Ne¨®n y Cracovia y su cuidado centro hist¨®rico. Tres miradas a Polonia
Si alguien pusiera a tender Europa tras la lluvia, seguramente la coger¨ªa por los extremos de Espa?a y Polonia para prenderla con pinzas. Est¨¢n en esquinas opuestas del continente, pero detr¨¢s de las diferencias evidentes de clima (f¨ªsico y moral) el espa?ol reci¨¦n llegado no tarda en sacar parecidos a su historia y su geograf¨ªa: grandes distancias y brechas culturales entre sus capitales aceleradas y sus zonas rurales, identidad nacional tormentosa y cuestionada, un siglo XX traum¨¢tico de guerras y largas dictaduras, vecinos poderosos marcando el paso, un pasado cat¨®lico muy presente (y pesante), un complejo colectivo de periferia y retraso cr¨®nico respecto a la modernidad europea durante siglos.
All¨¢ como ac¨¢ los intelectuales y los artistas trataron de poner en hora el reloj nacional con un europe¨ªsmo convencido, adoptando con furor de conversos los manifiestos y modas de las vanguardias de los pa¨ªses ¡°centrales¡±: Berl¨ªn y Par¨ªs marcaban la ruta, s¨ª, pero en ambos pa¨ªses, agobiados por la sensaci¨®n de tiempo perdido, se dieron variantes interesant¨ªsimas de ebullici¨®n cultural en cuanto la pol¨ªtica lo permit¨ªa. Las grandes ciudades de Polonia conservan museos, centros de arte y colecciones de primera categor¨ªa para recordarlo. La prosperidad econ¨®mica desde los noventa ha tra¨ªdo tambi¨¦n remodelaciones, nuevas sedes y reciclajes de su arqueolog¨ªa industrial, y har¨ªan falta muchas semanas para agotar la oferta de un pa¨ªs decidido a volver al mapa europeo por la puerta grande.
Porque los polacos, perpetuo relleno del s¨¢ndwich entre Alemania y Rusia, pronto entendieron que el arte y la cultura no eran lujos: eran tambi¨¦n y sobre todo herramientas para conservar su memoria hist¨®rica y transmitir una identidad siempre amenazada. Ah¨ª acaban las diferencias con Espa?a: quien visita el pa¨ªs se queda impresionado con la veneraci¨®n nacional y p¨²blica (pero tambi¨¦n de cualquier ciudadano de a pie) por sus compositores, sus poetas, sus pintores.
LODZ
En Espa?a no se abri¨® ning¨²n museo de arte contempor¨¢neo hasta los a?os sesenta; en Polonia la ciudad de Lodz luce ufana el primer museo de arte moderno que se abri¨® en Europa y segundo del mundo, tras el MoMA. El Museo Sztuki abri¨® en 1930 a iniciativa de artistas polacos que recolectaron donaciones de sus colegas europeos: a medio camino entre Rusia y Europa Occidental, la colecci¨®n original es un cat¨¢logo apabullante de los grandes movimientos de vanguardia en todo el continente. La sede original, el MS1, conserva adem¨¢s una reconstrucci¨®n de la legendaria Habitaci¨®n Neopl¨¢stica, dise?ada especialmente entonces para mostrar en un entorno adecuadamente moderno las obras m¨¢s audaces de la ¨¦poca.
Lodz ten¨ªa un microclima cultural favorable para esos experimentos: fue durante todo el XIX y hasta la Segunda Guerra Mundial una ciudad riqu¨ªsima donde se establecieron muchos magnates de la industria textil, alemanes y rusos que empezaban de cero, se hac¨ªan de oro y estaban abiertos a las novedades t¨¦cnicas y culturales que les hab¨ªan permitido hacer fortuna.
La excursi¨®n corta en tren desde Varsovia merece la pena, porque su urbanismo peculiar la convierte en una de las ciudades m¨¢s extra?as e interesantes de Europa. Aquellos proto-capitalistas, con esp¨ªritu de buenos tenderos, no quer¨ªan quitar ojo a su negocio: cada uno construy¨® su inmenso palacio lleno de balaustradas y mansardas, a cual m¨¢s ostentoso, justo al pie de sus f¨¢bricas inmensas de ladrillo (algunas figuran entre los ejemplares de arqueolog¨ªa industrial m¨¢s hermosos del XIX), y las ¡°villas obreras¡± con las casas, escuelas, economatos y clubes para los trabajadores.
Era el ambiente sociol¨®gico potencialmente explosivo de una ciudad que mezclaba en la misma manzana el lujo ingenuo de los nuevos ricos, miserables barracones para los pobres y f¨¢bricas insalubres, todo en una Babel de ruso, polaco, alem¨¢n, franc¨¦s y y¨ªddish. La familia jud¨ªa Pozn¨¢nski construy¨® uno de los complejos m¨¢s impresionantes, una verdadera ciudad dentro de la ciudad que se ha restaurado y se llama ahora Manufaktura: alberga el MS2, la segunda sede del Museo Sztuki, con su fabulosa colecci¨®n permanente; y tiendas, restaurantes, hoteles y el palacio del fundador, descomunal e inacabable como una pesadilla construida con todo lo que el dinero de la ¨¦poca pod¨ªa comprar.
Lodz (pron¨²nciese W¨²ch, o al menos int¨¦ntese) tiene aires de ciudad del Lejano Oeste (Este, en este caso) y creci¨® de la nada a lo largo de su inacabable calle principal, Piotrokowska. Es un museo al aire libre de arquitectura europea fin de siglo, ecl¨¦ctica, Sezession, racionalista, y a la vuelta de una de sus esquinas sigue abierto el famoso Hotel Savoy que dio t¨ªtulo a la novela de Joseph Roth: lectura muy recomendable para quien quiera imaginar mejor el ambiente s¨®rdido y pr¨®spero y el batiburrillo de lenguas y costumbres de antes de la guerra.
La posguerra, el comunismo y la globalizaci¨®n acabaron con su industria y su brillo, y s¨®lo alguno de los palacios de los oligarcas se salv¨® de la ruina: entre ellos, el que ocupa la famos¨ªsima Escuela de Cine donde estudiaron los grandes directores polacos de posguerra, Polanski, Wajda o Kieszlowski. Ahora la idea es reciclar su pasado obrero como im¨¢n tur¨ªstico: se restauran sus f¨¢bricas en complejos que explotan el chic industrial, como OFF Piotrokowska, con sus barracones de ladrillo reconvertidos en tiendas de dise?o y barber¨ªas ultra-hipster, o el EC1, una gigantesca central t¨¦rmica en plena reconversi¨®n cultural que va camino de autoproclamarse, si la acaban y consiguen llenarla, una especie de Tate Gallery multiusos de la nueva Polonia.
VARSOVIA
A poco m¨¢s de una hora en tren, Varsovia muestra la en¨¦sima de sus reencarnaciones como acelerada meca capitalista tras un par de siglos convulsos en que perdi¨® y gan¨® el rango de capital de un pa¨ªs independiente, rivaliz¨® con Cracovia y acab¨® arrasada en m¨¢s del 60% tras la Segunda Guerra Mundial. Ahora florecen los rascacielos pretenciosos en pleno centro, los bloques socialistas se barnizan del glamour soviet-chic de restaurantes de caviar y tiendas de lujo, y la gente guapa local se cita en la estilosa plaza Zbawiciela, que luce un gran arco¨ªris en su centro como mensaje de que tambi¨¦n las cosas cambian en la ultracat¨®lica Polonia.
Los turistas, por su parte, abarrotan las terrazas del centro hist¨®rico: ya se sabe que se reconstruy¨® milim¨¦tricamente tras la guerra, gracias al esfuerzo popular de los vecinos que no quisieron renunciar a sus recuerdos y su identidad urbana colectiva. En una noche tibia de verano, paseando por sus calles, uno tiene a ratos la impresi¨®n de haber viajado en el tiempo y estar en una ciudad llena de dulzura de vivir donde nada malo hubiera pasado.
Pero s¨ª pas¨®, y mucho: si uno baja la vista y se fija en las aceras, encuentra a trechos los adoquines inscritos que marcan los l¨ªmites del infame gueto de Varsovia, uno de los m¨¢s grandes de Europa, que los nazis liquidaron en 1944 en su obsesi¨®n por lograr una ciudad judenrein (limpia de jud¨ªos).
Fue poco antes de acabar la guerra y de que el levantamiento general de la ciudad llevara a su destrucci¨®n casi total antes de la liberaci¨®n sovi¨¦tica: son famosas las fotograf¨ªas del puente de madera improvisado que comunicaba el Gran Gueto con el Peque?o Gueto sobre una de las calles de Varsovia y permit¨ªa pasar de uno a otro a los jud¨ªos prisioneros sin mezclarse con el tr¨¢fico diario de la ciudad. Al lado de donde se levant¨®, en un estrech¨ªsimo solar de menos de un metro de ancho entre dos casas que casi la aplastan, se encuentra la Casa Etgar Keret, una obra maestra, casi conceptual, de la arquitectura polaca contempor¨¢nea que ha ganado mil premios y sirve de memorial a los antepasados polacos del escritor israel¨ª, que fueron prisioneros del gueto. Ahora funciona como residencia para escritores y centro cultural en miniatura.
La profusi¨®n de museos y centros de arte contempor¨¢neo de Varsovia deja ver la riqu¨ªsima tradici¨®n de sus vanguardias durante todo el siglo XX: El Museo Nacional, el Museo de Arte Moderno, el CCA en el antiguo castillo que dominaba el valle del V¨ªstula, la galer¨ªa nacional Zacheta con gran pedigr¨ª de exposiciones contestatarias incluso en los peores a?os de la posguerra y el comunismo. Quiz¨¢ para halagar ese inter¨¦s por las artes, los rusos regalaron a la ciudad de Varsovia en 1955 el imponente Palacio de la Cultura y las Ciencias: un rascacielos historicista del m¨¢s puro kitsch estalinista que sigue siendo el edificio m¨¢s alto de Polonia y que altruismos aparte estaba tambi¨¦n pensado para recordar a los polacos qui¨¦n hab¨ªa ganado la guerra de este lado del Tel¨®n de Acero.
Los polacos han sabido lidiar con este mamotreto varado de su historia reciente: el palacio se mantiene muy vivo, con teatros, salas de exposiciones, actividades y talleres, y un caf¨¦, Kulturalna, donde se citan los modernos y la gente m¨¢s cool de la ciudad: una manera admirable de asumir y reapropiarse de un pasado traum¨¢tico sin olvidarlo ni derribarlo ni saldarlo a precio de ganga.
Del otro lado del r¨ªo, en Praga, un distrito industrial en v¨ªas de gentrificaci¨®n, hay otro museo empe?ado en no dejar que se apaguen los restos de la historia reciente: y literalmente, porque el Museo del Ne¨®n es un centro privado que intenta rescatar la mayor cantidad posible de los reclamos de ne¨®n que en los a?os sesenta brotaron como hongos por las calles de la Varsovia reconstruida. Los comunistas en el poder llamaron a eso la neonizaci¨®n de la ciudad: quer¨ªan dar un rostro amable y moderno al nuevo r¨¦gimen, y durante veinte a?os sufragaron letreros fantasiosos, verdaderas obras maestras de artesan¨ªa del vidrio, para librer¨ªas, restaurantes, jugueter¨ªas y bares de leche (las cafeter¨ªas populares de la ¨¦poca) a lo largo y ancho de la ciudad.
Por esa misma ¨¦poca abri¨® el m¨ªtico SuperSam en pleno centro, el primer supermercado comunista del mundo. Una obra maestra de la arquitectura moderna de posguerra en Polonia que sucumbi¨® escandalosamente a la especulaci¨®n inmobiliaria en 2006. Aqu¨ª pueden verse, restauradas con mimo, algunas obras maestras de la tipograf¨ªa y la publicidad en ne¨®n de la ¨¦poca, y hasta comprar si se tiene presupuesto el fabuloso cat¨¢logo que reproduce sus fondos de neones de la Guerra Fr¨ªa, ¨²nicos en el mundo. El entorno, por otra parte, no puede ser m¨¢s apropiado: en un complejo industrial restaurado, SoHo Factory, donde hay galer¨ªas de arte importantes como Leto y Piktogram, estudios de arquitectura y dise?o y restaurantes y bares a imagen y semejanza de los de su barrio hom¨®nimo neoyorquino. Si los soviets levantaran la cabeza...
CRACOVIA
Si Varsovia fue casi totalmente arrasada, Cracovia sobrevivi¨® casi intacta a la guerra. A otras tres horas de tren, luce un centro hist¨®rico inmaculado y una tradici¨®n cultural cosmopolita y sofisticada desde hace quinientos a?os, cuando formaba parte del tolerante imperio austro-h¨²ngaro y era una de sus grandes capitales universitarias y jal¨®n ineludible de aquella Europa de los caf¨¦s que hasta la guerra form¨® un tejido cultural de debate y tolerancia desde Lisboa hasta Kiev. El ambiente recuerda a Viena y a Praga y ofrece destellos de una belle ¨¦poque ultra-culta que su torturado siglo XX ech¨® por tierra. Porque no muy lejos de los palacios barrocos del centro est¨¢ el distrito de Kasimierz, que fue hasta la ocupaci¨®n alemana el centro de una boyante comunidad jud¨ªa.
Del gueto de Cracovia salieron con destino al cercano Auschwitz, en sucesivas oleadas, la totalidad de sus habitantes, y del otro lado del r¨ªo puede visitarse la f¨¢brica famosa de Oskar Schindler, uno de los pocos Justos entre las Naciones que sin ser jud¨ªos se opusieron tenazmente con riesgo de su propia vida a la Soluci¨®n Final. Junto a ella se levanta el Mocak, un centro reciente de arte contempor¨¢neo y perfil industrial que centra su programaci¨®n en la investigaci¨®n y la reflexi¨®n art¨ªstica sobre la memoria del Holocausto y que complementa al veterano Bunkier Sztuki, un centro de arte de arquitectura brutalista que lleva d¨¦cadas mostrado artistas contempor¨¢neos polacos e internacionales en pleno centro.
Tambi¨¦n del otro lado del r¨ªo, Polonia vuelve a mostrar su lealtad p¨²blica hacia sus artistas con la flamante nueva sede de la Cricoteca, que recuerda un poco al Caixaf¨®rum madrile?o en su manera de recuperar arquitectura industrial a base de acero corten y celos¨ªas y que est¨¢ dedicada a la obra y los archivos de Tadeusz Kantor, vecino ilustre de la ciudad y pionero del teatro contempor¨¢neo en la posguerra, mezcla de happening, performance y ritual colectivo cargado de implicaciones pol¨ªticas y memoria colectiva.
Y diez minutos en taxi llevan, en las afueras, al suburbio-ciudad de Nowa Huta, una de las pocas ciudades obreras de nueva planta inspiradas por la URSS y completadas en los a?os cincuenta en estilo social-realista en todo el mundo: apabullantes avenidas, plazas barridas por el viento, manzanas enteras de ¡°palacios para los trabajadores¡± en estilo seudocl¨¢sico y restaurantes m¨ªticos como el Stylowa, que conserva muebles y decoraci¨®n intactos y transporta de golpe a los a?os m¨¢s crudos de la Guerra Fr¨ªa.
Nowa Huta se pens¨® como bofetada pol¨ªtica en la cara de la burguesa y decadente Cracovia. Intentaba a su manera, como Brasilia, Tel Aviv o Chandigarh, materializar en arquitectura a pie de acera una utop¨ªa ideol¨®gica, por las buenas o por las malas. Pasear por ella ayuda a sopesar los logros, fracasos y tragedias que se superponen como estratos geol¨®gicos de todo un siglo XX. Y que en Polonia quedan muy a la vista y pueden leerse a la vuelta de cada esquina.
Javier Montes es autor de la novela La vida de hotel (Anagrama).
Gu¨ªa
Informaci¨®n
C¨®mo llegar
? Turismo de Polonia (www.polonia.travel/es)
? Turismo de Cracovia (www.krakow.pl/otwarty_na_swiat_es)
? Turismo de Varsovia (www.warsawtour.pl/es)
? Ryanair (www.ryanair.com), Vueling (www.vueling.com), Alitalia (www.alitalia.com) y Norwegian (www.norwegian.com) enlazan Madrid y Barcelona con Varsovia y Cracovia.
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