Paseo sin prisas por ?msterdam
El barrio Jordaan, en pie desde el siglo XV, invita a colarse en tradicionales patios interiores, visitar la buhardilla de Ana Frank o tomarse algo en un 'pub' a la holandesa
Perderse en el barrio del Jordaan es muy f¨¢cil, pero no importa. Situado en el centro de ?msterdam, es incluso recomendable. El visitante disfrutar¨¢ de un paseo por unas calles trazadas en 1612 para ubicar a trabajadores, toda clase de gremios y emigrantes, que fueron renovadas en los a?os 70, cuando el conjunto ya no aguantaban m¨¢s. Con el cambio, el distrito se fue llenando de estudiantes y artistas. Tambi¨¦n de j¨®venes y de peque?os comercios que marcan hoy su ambiente actual, algo bohemio. En muchos de sus caf¨¦s, los vecinos mantienen las esencias cantando sin rubor melod¨ªas t¨ªpicas de la capital. Unas baladas sentimentales de dif¨ªcil clasificaci¨®n y letras doloridas. Salvando las distancias, se parece a Malasa?a (Madrid) o Gracia (Barcelona), dos zonas de parada obligada en ambas ciudades.
Cuando el Jordaan se ven¨ªa abajo por el paso del tiempo, se puso en marcha una monumental operaci¨®n de rescate urban¨ªstico sujeta a vaivenes presupuestarios. La cl¨¢sica duda entre rescatar antiguos edificios o derribarlos y plantar otros nuevos en su lugar se despej¨® gracias a un compromiso. Se hicieron ambas cosas y el coraz¨®n del barrio pudo apuntalarse. Las mejoras, sin embargo, aumentaron el valor de los inmuebles y los vecinos de siempre se marcharon poco a poco. Con todo, la atm¨®sfera sigue intacta y dos de los enclaves se?alados del lugar resisten desde el siglo XVII: la Westerkerk, o Iglesia del Oeste, el templo protestante m¨¢s importante de ?msterdam donde fue enterrado Rembrandt (en una tumba an¨®nima), y los populares hofjes (patios interiores rodeados de viviendas). La iglesia no est¨¢ dentro del barrio, pero sirve de gu¨ªa e inicio para este pl¨¢cido recorrido.
Desde la estaci¨®n central de ?msterdam pueden tomarse los tranv¨ªas 13 o 17 y bajar en la parada Westermarkt/Casa de Ana Frank. El templo queda a la derecha, a la orilla del canal Prinsengracht; abre todos los d¨ªas de 11.00 a 15.00. En verano se puede subir a la torre y las 42 campanas de su carrill¨®n tocan cada martes m¨²sica variada. A veces incluso ritmos pop. En la misma acera, a pocos metros, est¨¢ la casa de la joven autora del famoso diario. Las colas que se forman para acceder suelen ser largas y variopintas. Vale la pena consultar la p¨¢gina web para ver los horarios de apertura y reservar turno por Internet. Es la ¨²nica forma de evitar esperas interminables o incluso quedarse fuera (algunos d¨ªas se agotan las entradas). La visita al trastero donde se escondieron de los nazis los Frank y sus amigos es conmovedora y dif¨ªcil de describir.
Al salir, se puede seguir por la acera del canal hacia el norte y cruzar el primer puente a la izquierda. La sexta calle de esa orilla se llama Westerstraat y all¨ª, los lunes por la ma?ana ¨Cde 9.00 a 13.00¨C, hay un mercado callejero de ropa, tejidos, zapatos y cosm¨¦ticos que ofrece marcas reconocidas a bajo precio. Adem¨¢s, el visitante est¨¢ ya en pleno Jordaan.
Al cruzar el puente, en Prinsengracht 116, aparece tambi¨¦n el peque?o Museo del Tulip¨¢n. A pie de calle est¨¢ la tienda de recuerdos, con venta de bulbos incluida, y en el s¨®tano, en muy poco espacio, cuenta con profesionalidad y gracia la historia de la flor (ep¨ªtome holand¨¦s, pero de origen turco). Disponen de fotos preciosas de todos los tama?os y en todas las superficies imaginables. El museo abre a diario de 10.00 a 18.00 horas y la entrada vale 5 euros.
Desde la Westerstraat, las posibilidades son innumerables y cualquier direcci¨®n resulta apetecible. Hacia el sur, si es hora de almorzar, el restaurante Moeders (Rozengracht 251) es toda una experiencia. Las paredes est¨¢n llenas de fotos de madres con sus hijos y su especialidad es la comida holandesa casera. Los precios no superan los 20 euros. Hacia el norte, si se prefiere un restaurante con una de las mejores vistas sobre el canal, el lugar apropiado es De Belhamel (Brouwersgracht 60). Es algo m¨¢s caro, predomina la carne y el pescado y los postres son excepcionales. Lo ideal, de todos modos, es no demorarse demasiado con la sobremesa. El paseo contin¨²a.
Entre ambos restaurantes surgen los hofjes, una de las joyas del barrio. Pensados para viudas, solteras y hu¨¦rfanas, estos patios interiores permit¨ªan a los ricos descargar su conciencia. Ellos pagaban los gastos de construcci¨®n y mantenimiento y un supervisor, que viv¨ªa en la mejor casa, guardaba el orden. En la actualidad, quedan una veintena y los que pueden visitarse son una delicia. Es una buena idea preguntar en las oficinas de turismo (VVV, en sus siglas holandesas) cu¨¢les est¨¢n abiertos, porque var¨ªa seg¨²n la estaci¨®n. Ocupados ya por familias o inquilinos variados, tienen jardines bien cuidados, fuentes ornamentadas y bancos para sentarse. Para las viudas y dem¨¢s f¨¦minas necesitadas del Siglo de Oro, conseguir una habitaci¨®n all¨ª supon¨ªa evitar la pobreza y la calle. Al visitante actual le ofrecen una pausa muy reconfortante.
Entre los m¨¢s destacados figura Karthuizerhof (Karthuizersstraat 157), que se remonta a 1650, situado en la antigua ubicaci¨®n de un monasterio. Es uno de los m¨¢s bonitos de ?msterdam, con un jard¨ªn central. Sint Andrieshof (Egelantiersgracht 107-141) es el m¨¢s antiguo: encargado en 1614 y edificado en 1617, tuvo en su d¨ªa 36 casas para 66 inquilinas. Ahora suele haber uno por casa. Es peque?o y coqueto, con un cuidado y tupido jardincito. Venetiahofje (Elandstraat 104-142) fue financiado en 1650 por un comerciante que hac¨ªa negocios en la ciudad italiana, de ah¨ª el nombre. Posee otro jard¨ªn inmaculado con cerezos en el centro. Aunque algunos hofjes disponen de arcos de acceso, a veces las puertas se parecen a las del resto de la calle.
Por la tarde-noche, los bruin cafe ¨Cliteralmente, caf¨¦s marrones¨C son el equivalente a los pub brit¨¢nicos o irlandeses. El Jordaan est¨¢ lleno y la mayor¨ªa son agradables. El Papeneiland (Prinsengracht 2), sin embargo, merece especialmente una parada. Los due?os son simp¨¢ticos, sirven el mejor pastel de manzana de la ciudad (con o sin nata, seg¨²n receta familiar) y se ubica en la esquina del canal, con vistas inmejorables. Fundado en 1642, permanece abierto hasta las 3 de la madrugada. Para escuchar m¨²sica tradicional del barrio el lugar id¨®neo es el caf¨¦ Lowietje (Derde Goudsbloemdwarsstraat 2). Ha sido el escenario durante a?os de una popular serie de televisi¨®n y las melod¨ªas est¨¢n garantizadas. Abre tambi¨¦n hasta tarde.
M¨¢s propuestas para una visita a ?msterdam pinchando aqu¨ª
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