Casa de Col¨®n, azulejos, vidrieras y rejer¨ªas

Entre la catedral y el Ayuntamiento, por la angostura de la calle de Hernando Col¨®n, una casa se?orial del siglo XVII se aparece a los viajeros como muchas otras edificaciones coloniales del centro hist¨®rico de Sevilla, achicadas en la grandeza de una ciudad que siglos atr¨¢s lo fue todo.

Hay que sortear los bajos comerciales de una l¨ªnea de fachadas salteada de galer¨ªas rom¨¢nticas y balcones floreados, tomarse un montadito en El Perol de Miguel, curiosear en la filatelia de Carmen Rodr¨ªguez, deleitarse con las famosas tortas de aceite In¨¦s Rosales en la tienda abierta al costado del hotel y, finalmente, recalar en un estrecho zagu¨¢n delimitado por un arco y un port¨®n de rejer¨ªa antes de zambullirse en el frescor de un patio decorado con azulejos de Mensaque, extremadamente austero, deliciosamente tranquilo, que parec¨ªa llamado a convertirse en el vest¨ªbulo central de un hotel con encanto.

Un barrio por descubrir

La atenci¨®n se reduce a unas recepcionistas amables y simp¨¢ticas, familia de los propietarios, capaces de infundir en los hu¨¦spedes la idea de que ser¨¢n atendidos las 24 horas del d¨ªa con solo descolgar el tel¨¦fono de su habitaci¨®n. Hay sitio, claro est¨¢, para sentarse un ratito a descansar, libar un refrigerio o esperar una cita prevista. El hotel no cuenta con restaurante, pero el barrio invita a descubrir nuevos establecimientos en los que entretenerse.

Ante la falta de salones amplios, una opci¨®n es meterse en el ascensor para alcanzar cuanto antes la habitaci¨®n elegida entre las 17 que se ofrecen en cinco categor¨ªas distintas: b¨¢sica, superior, deluxe, grand luxe y el ¨¢tico. Todas con artesonados originales y vidrieras pol¨ªcromas que tamizan la luz del sol. Y colchones que invitan a prolongar la noche. Algunas con ba?eras de patas que rememoran la belle ¨¦poque ag¨¹ista. La del ¨¢tico, necesariamente m¨¢s cara, conserva sus viejos suelos hidr¨¢ulicos, as¨ª como la cerrajer¨ªa, los elementos de forja sacados en blanco y las vidrieras originales de la casa. Incluso una terraza privada con vistas a los tejados del barrio, que rivaliza con la terraza com¨²n con tumbonas de bronceado instant¨¢neo y vistas envidiadas a la Giralda para tomar algo.

El desayuno carece de horario definido. Contenta por igual a madrugadores que a trasnochadores, y lo mismo se sirve en el patio central que en el propio dormitorio del hu¨¦sped. Por la flexibilidad del servicio y la incondicional fidelidad de la clientela, esta Casa de Col¨®n dir¨ªase un h¨ªbrido entre el hotel de toda la vida y la vivienda de alquiler entre particulares que hoy simboliza la plataforma de Internet Airbnb.

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