Atrac¨®n cultural en Wroclaw
La ciudad polaca es, junto con San Sebasti¨¢n, Capital Europea de la Cultura en 2016
Las ciudades de Wroclaw (Breslavia) y San Sebasti¨¢n comparten este a?o Capitalidad Europea de la Cultura, algo que explica, desde hace pocos d¨ªas, la exposici¨®n de cuarenta obras de Eduardo Chillida en la galer¨ªa Awangarda (BWA) de la ciudad polaca. O que el pasado 20 de enero, mientras 5.000 peque?os tamborileros desfilaban por Donosti aporreando su percusi¨®n hasta caer exhaustos, 4.000 ni?os polacos se sumaban a la fiesta con la interpretaci¨®n ¨Cen euskera¨C de la Marcha de San Sebasti¨¢n desde el pabell¨®n Hala Orbita, en esta urbe del suroeste de Polonia. La tradicional tamborrada infantil, que se celebra en la capital guipuzcoana desde 1961, se vivi¨® simult¨¢neamente a 2.000 kil¨®metros de distancia, con pantallas gigantes incluidas.
No ha sido la ¨²nica celebraci¨®n en Wroclaw con motivo del estreno de su capitalidad cultural: la ciudad se llen¨® de r¨ªos de gente que se encontraron m¨¢s tarde, en la penumbra y el fr¨ªo, en Rynek, la antigua plaza del Mercado. Eran las marchas de los esp¨ªritus, cubiertos de chubasqueros de pl¨¢sticos. Un espect¨¢culo de danza, tambores, estructuras de hierros y mucha luz, a pesar de la noche. Tambi¨¦n se proyectaron im¨¢genes sobre las fachadas de las estrechas casas de colores que conforman la plaza, con sus ventanas inventadas para conseguir la aclamada simetr¨ªa polaca. Esta ciudad rezuma vida y el programa de eventos para este a?o cultural lo refleja: habr¨¢ un carnaval cubano, ciclos de cine cl¨¢sico polaco (subtitulado en ingl¨¦s) e iran¨ª, teatro en honor a Grotowski, conciertos de la Orquesta Sinf¨®nica de Budapest, performances, exposiciones de arquitectura, como la de los premios Mies Van der Rohe 2015, y hasta Ennio Morricone, el genio de las bandas sonoras, celebrar¨¢ en Wroclaw que cumple 60 a?os de trayectoria art¨ªstica, especialmente de actualidad gracias a su trabajo m¨¢s reciente, The hatefull eight, la ¨²ltima de Tarantino. Todo esto solo hasta Marzo. Porque habr¨¢ m¨¢s. Mucho m¨¢s.
Wroclaw est¨¢ llena de canales y puentes de hierro. Las casas son estrechas, de colores, adosadas, reconstruidas. La m¨¢s vieja es una mole gris de origen sovi¨¦tico. Es un banco. El pub m¨¢s antiguo, Art Caf¨¦ Kalambur, de la d¨¦cada de los 80, era un antiguo teatro estudiantil. Tiene un ambiente l¨²gubre, un drag¨®n en la puerta, bancos de madera, un toque de antro y m¨²sica balc¨¢nica. En la contigua, la de las flores, los puestos abren las 24 horas, como las farmacias de guardia. La importancia es la misma. Un poco m¨¢s all¨¢ est¨¢ la librer¨ªa espa?ola de Wroclaw, Ksi?garnia Hiszpa¨½ska, junto a la ¨²nica cuesta de toda la ciudad. Tiene su historia: se dice que, hace siglos, unos comerciantes decidieron construir una pendiente artificial para poder limpiarse las botas con los bordes de las escaleras.
Paseo por Las Osobowicki
Hay otra plaza, Nowy Targ, con tumbonas big size para personas grandes y solitarias. Tambi¨¦n una piscina art dec¨® y un museo cubierto de hiedra. Hay naturaleza en la ciudad. Puedes subir a un tranv¨ªa azul, de filas individuales, estrechas, y despu¨¦s de pasar una tierra cubierta de l¨¢pidas llegas a Las Osobowicki, una masa arb¨®rea de atm¨®sfera cargada y con la belleza de un bosque sin horizontes. Cerca de la calle Chopina est¨¢ el parque Szczytnicki, con ¨¢rboles centenarios, y las fuentes que rodean el monumental edificio de Hala Stulecia (1913), un hito de la arquitectura de principios del siglo XX, obra de Max Berg. Y un jard¨ªn japon¨¦s, que nunca he conseguido encontrar. Pero Wroclaw no deber¨ªa ser famosa por sus fuentes de chorros m¨¢s o menos potentes, m¨¢s o menos coloreados. Sino por sus cuervos, sus neones, su incansable gusto por la venta de helados (lody), el agua con gas (se aprende, por supervivencia, a decir niegazowana) y la superpoblaci¨®n de pepinos.
Para ver la ciudad desde lo alto hay tres interesantes posibilidades. La torre de la catedral de San Juan Bautista requiere subir unas escaleras laber¨ªnticas hasta llegar a una especie de museo de arte africano y, m¨¢s adelante, meterse es un ascensor que sube hasta lo alto. Desde arriba, con visi¨®n p¨¢jaro, destacan los puentes, las personas insignificantes, los jardines perfectamente cultivados, la variedad crom¨¢tica de los tejados. Otro punto de observaci¨®n, m¨¢s desconocido, es el parking de la azotea del centro comercial Renoma; suele estar vac¨ªo, y lo industrial del aparcamiento choca con la naturaleza verde del r¨ªo Odra, que asoma. La ¨²ltima atalaya, el rascacielos Sky Tower, es fruto de un ambicioso proyecto que, en 2007, intentaba superar los 237 metros de la mole comunista del Palacio de Cultura de Varsovia. La construcci¨®n se paraliz¨® debido a la crisis econ¨®mica y fue redise?ado hasta alcanzar los 212 metros, abrazando el segundo puesto entre los edificio m¨¢s altos de Polonia. En la 49 planta ¨Cson 50 en total¨C hay un mirador de acceso p¨²blico.
Flirteos por tel¨¦fono (fijo)
Los caf¨¦s de estilo berlin¨¦s no paran de multiplicarse. En la calle ?wi?tego Antoniego puedes escoger entre los bagels y las riqu¨ªsimas tartas de queso del Central Caf¨¦ o la cerveza artesana de Karavan. El caf¨¦ Szajba est¨¢ escondido en un patio precioso de azulejos blancos y verdes, con muchas terrazas; el Charlotte caf¨¦ es el local de moda. La marcha est¨¢ en otro patio, conocido como niepolda, en esta misma calle. Cuenta con bares baratos para j¨®venes, como el Pijalnia, y con un karaoke llamado G?uchy Telefon donde los polacos se lanzan a cantar con la misma pasi¨®n que si estuvieran releyendo las instrucciones de una lavadora vieja que ya no funciona; el local dispone de tel¨¦fonos fijos para llamar al bando del sexo contrario y flirtear, o para pedir otra ronda sin moverte un mil¨ªmetro de tu posici¨®n inicial. Entre mis favoritos est¨¢n el pub Mleczarnia, en el barrio jud¨ªo, un antro viejo, con velas y fotograf¨ªas antiguas, y la Neon Side Gallery, en un patio lleno de fluorescentes retro de colores, con una decoraci¨®n destartalada de sof¨¢s vintage y esculturas antiguas.
Detr¨¢s del centro asoman los bloques de pisos de color pastel numerados de la ¨¦poca comunista, en los que viven, imagino, muchas personas sin el lastre de la importancia, abrazando desde siempre la verdad de su inevitable anonimato en un mundo inabarcable. M¨¢s all¨¢, el barrio residencial de chalets con enfoscados desgastados, colores fr¨ªos, jardines tristes.
Para almorzar, el JaDka ofrece riqu¨ªsima comida tradicional polaca con un toque contempor¨¢neo. Otra buena elecci¨®n es ir a una lecher¨ªa, comedores de herencia sovi¨¦tica subvencionadas por el gobierno porque no sirven alcohol. Acude gente de todo tipo y el men¨² esta en polaco, lo que obliga a elegir un plato a ciegas y dejar sorprenderse. Una muy c¨¦ntrica es Mi? SC.
Para dormir, el PURO hotel, con habitaciones de l¨ªneas modernas y un agradable patio con ¨¢rboles, est¨¢ cerca del centro. Tambi¨¦n el hostel Mleczarnia, m¨¢s barato, con decoraci¨®n antigua y un aire bohemio.
Las propuestas de esta ruta se concentran en un peque?o espacio con forma de ostra cerrada rodeada, en Google Maps, de un intenso azul en zigzag. Los mapas (como este de Wroclaw), eternos acompa?antes de los? viajeros, son tambi¨¦n poco mentirosos, como dec¨ªa la maravillosa poeta polaca y premio Nobel, Wis?awa Szymborska:
Me gustan los mapas porque mienten.
Porque no dejan paso a la cruda verdad.
Porque magn¨¢nimos y con humor bonach¨®n,
me despliegan en la mesa un mundo no de este mundo.
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