El Amiens de Julio Verne
Levantada por los tintoreros, la catedral es un icono del g¨®tico. Una ruta por la ciudad del autor de ¡®Viaje al centro de la Tierra¡¯
Esperas encontrar una ciudad en la que bares, tiendas, restaurantes y garitos te salgan al paso con nombres como Capit¨¢n Nemo, Phileas Fogg o Miguel Strogoff, pero tienes que llegarte hasta su Circo para encontrar el nombre del escritor, o hasta la Universidad de Picard¨ªa, que tambi¨¦n luce su nombre, el de uno de los escritores de aventuras m¨¢s le¨ªdos del mundo: Julio Verne. Naci¨® en Nantes y su carrera literaria hab¨ªa despegado en Par¨ªs, pero eligi¨® Amiens, la ciudad de su esposa, Honorine Deviane, porque quedaba cerca de la capital, ¡ªapenas una hora en tren¡ª y m¨¢s cerca a¨²n de Le Crotoy, el pueblo costero cercano al canal de la Mancha que se abre en la desembocadura del r¨ªo Somme. El marinero Verne necesitaba el mar y estar cerca de sus barcos, cada vez m¨¢s grandes, que siempre bautizaba con el nombre de Saint Michel en honor a su ¨²nico hijo. A sus 43 a?os encuentra que en Par¨ªs todo es ¡°demasiado febril y ruidoso¡± y que la tranquila Amiens que el r¨ªo Somme deshilacha en canales ¡°es una ciudad sensata y cort¨¦s¡±. Justo lo que necesitaba para trabajar en paz.
Verne ya vive ah¨ª en el tiempo en que el esteta John Ruskin, uno de los grandes cr¨ªticos de arte del XIX, visita su catedral, la mayor de Francia, para elaborar La biblia de Amiens (1880-1885), ensayo que fija en esta construcci¨®n el v¨ªnculo entre la historia de Francia y la modernidad. Un libro que deslumbrar¨¢ a un joven Marcel Proust hasta el punto de traducirlo y peregrinar hasta Amiens cautivado por las reflexiones del ingl¨¦s sobre la memoria, el pasado y el arte.
El tiempo en que se cruza este tr¨ªo de ases marca la fisonom¨ªa de la ciudad en el ¨²ltimo cuarto del siglo XIX. A un lado, el barrio antiguo de Sant-Leu, con sus canales, sus fachadas antiguas, sus min¨²sculas casas; los jardines flotantes (Hortillonnages), a los que se llega en barca, y sobre todo su despampanante catedral de Notre Dame, levantada por el influyente gremio de los tintoreros amienses medievales. Al otro lado de sus antiguas murallas derribadas, por las que ahora corren las v¨ªas del tren, est¨¢ la ciudad moderna, donde se instala Julio Verne con su familia, primero en el 44 del hoy Boulevard Jules Verne, casa a la que volver¨¢ unos a?os antes de morir, y luego, casi al lado, al 2 de la Rue Charles Dubois, donde vivi¨® 18 a?os y ahora se levanta un museo delicioso de lo m¨¢s verniano.
Si la catedral era el s¨ªmbolo del pasado, que convocan Ruskin y Proust, el tren que circula bajo su ventana, e inunda de holl¨ªn su mesa de trabajo, ser¨¢ la imagen de futuro y aventura que ama Verne. Es la l¨ªnea que enlaza Par¨ªs con el Paso de Calais, y la estaci¨®n, para ir a resolver sus asuntos con el editor Jules Hetzel, est¨¢ realmente a un paso. No queda nada de la original, ni de muchos de los barrios c¨¦ntricos que se llevaron las bombas en la Segunda Guerra Mundial. Aun as¨ª, la ciudad conserva un aire tan pl¨¢cido como cuando el escritor ejerc¨ªa sus responsabilidades como concejal de Educaci¨®n, Bellas Artes, Museos, Teatro y Fiestas. Su vida transcurr¨ªa entre los salones del Ayuntamiento; la biblioteca municipal; el Club de la Uni¨®n, donde le¨ªa revistas; la Com¨¦die, a la que asist¨ªa con Honorine a las representaciones teatrales, y su casa, cerca de la cual hizo construir el circo municipal, obra de un alumno de Eiffel, ?mile Ricquier. El circo, con sus marquesinas modernistas y sus vidrieras cenitales, es un pol¨ªgono de 16 lados que ahora luce perfecto tras la ¨²ltima rehabilitaci¨®n de 2003.
¡°Vivo apartado de los periodistas y los cr¨ªticos (¡) y no salgo de mi rinc¨®n¡±, escrib¨ªa a su hermano Paul. Nada m¨¢s cierto que lo de su rinc¨®n. Era lo que dej¨® perpleja a la famosa reportera del World Nellie Bly cuando visit¨® al autor de La vuelta al mundo en 80 d¨ªas mientras trataba de fulminar el r¨¦cord de su personaje, Phileas Fogg: ¡°Era una habitaci¨®n austera y desnuda. Debajo de la ventana hab¨ªa una mesa de trabajo y resultaba espectacular no ver en ella el acostumbrado desorden que suele cubrir las mesas de los literatos (¡) No hab¨ªa en la habitaci¨®n m¨¢s que un ¨²nico asiento, ni m¨¢s mueble que un sof¨¢ bajo¡±. Y as¨ª de austero se muestra hoy este gabinete en el que trabaj¨® en unas 30 obras, escribiendo de cinco de la madrugada a once de la ma?ana. Despu¨¦s sal¨ªa a sus obligaciones y se met¨ªa en la cama hacia las siete de la tarde para leer libros y revistas y tomar notas hasta medianoche.
Como ahora, en el primer piso tambi¨¦n estaba la biblioteca del autor, y los dormitorios, a los que se a?ade, desde la apertura de este museo en 2006, el mobiliario del despacho de su editor, Pierre-Jules Hetzel, proveniente del 14 de la Rue Jacob de Par¨ªs, donde estaba la editorial. ?Si el sof¨¢ hablara! Ah¨ª se sentaban Balzac, Victor Hugo, Baudelaire o George Sand, y en su mesa de editor a¨²n le imaginamos escribiendo sobre las tachaduras de uno de los manuscritos de Julio Verne: ¡°?Que no, que no y que no!¡±. Y no llegaba la sangre al r¨ªo. Se necesitaban, se respetaban a su manera. Por lo dem¨¢s, la reportera Nellie Bly s¨ª vio los mismos muebles del regio comedor, que se conservan tal cual, y la cristalera del jard¨ªn de invierno donde se recib¨ªa a las visitas. Los Verne la recogieron en la cercana estaci¨®n y nada m¨¢s verla el famoso escritor lo supo: ¡°Miss Bly me pareci¨® muy en¨¦rgica y resuelta. Parec¨ªa un apuesto jovencito muy capaz de acabar el viaje en el plazo previsto¡±. As¨ª fue: solo emple¨® 72 d¨ªas, 6 horas y 11 minutos, para ser exactos.
Pilar Rubio Remiro es editora y creadora del blog de viaje y cultura lalineadelhorizonte.com.
Gu¨ªa
Informaci¨®n
- Amiens se encuentra a unos 150 kil¨®metros al norte de Par¨ªs, unas dos horas y media en coche.
- Oficina de turismo de Amiens (www.visit-amiens.com).
- Turismo de Francia (www.tourisme.fr).
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