Eclecticismo seductor en Melilla
Fortificaciones, modernismo, mezquitas, iglesias, mar y peque?as calas se suceden en este un destino sorprendente
El viajero que visite Melilla raramente lo har¨¢ con un objetivo primordialmente tur¨ªstico. Llegar all¨ª no es barato; la ciudad aut¨®noma no cuenta a¨²n con suficientes infraestructuras de turismo playero convencional: hay pocos hoteles, un parador, unas cuantas pensiones. Por ¨²ltimo, la valla, el aluvi¨®n de refugiados, la peligrosidad de ciertos arrabales y el deterioro producido por los recientes terremotos no act¨²an como est¨ªmulos para una visita de relax. O de amor y lujo. Y, sin embargo¡
Desde que el viajero sube al avi¨®n en la T4 del aeropuerto de Madrid sabe que su viaje merecer¨¢ la pena. En el extremo de la terminal se accede a la aeronave por una puerta de embarque que conduce a un pasillo enlosado con baldosas de distintos colores. Como en Oz. Sigo esta vez el camino de baldosas azules. Pero pod¨ªa haber seguido el de baldosas amarillas. Ya en cabina, un se?or se coloca la kip¨¢ y reza. Cuando acaba, se pone a conversar sobre langostinos y gambas con otro pasajero. Habla con acento andaluz. La multiculturalidad tiene que ver con ese mezclar la kip¨¢ con el gusto por la Pantoja, y tambi¨¦n con la presencia en Melilla de mezquitas, sinagogas, iglesias cat¨®licas, cementerios para cada una de las confesiones, que se abren al cielo y al mar.
A vista de p¨¢jaro, Melilla se presenta cercada por bellas fortificaciones mar¨ªtimas, el imponente monte Gurug¨² con su nombre que da susto y los barrios perif¨¦ricos situados en las lomas: las casitas parecen cubos de colores que se animan o se apagan seg¨²n les d¨¦ la sombra o el sol. Detr¨¢s de todo, incluso m¨¢s all¨¢ del anillo verde, de las dependencias de la legi¨®n, de la incineradora y de un toro de Osborne que cumple las funciones de becerro de oro, la valla separa de Marruecos la ciudad. Saco el tel¨¦fono m¨®vil para fotografiarla pero mi acompa?ante me sugiere que ser¨ªa mejor no hacerlo. Enfrente, como intempestiva atracci¨®n tur¨ªstica, un campo de golf.
Fauna en las fachadas
Al adentrarnos en esta ciudad franca, de militares, funcionarios y comerciantes, volcada en las actividades del puerto, sobresalen las edificaciones modernistas que pueden valerle a Melilla la consideraci¨®n de patrimonio mundial. Las fachadas se adornan con azulejos, siluetas femeninas, ni?itos escondidos entre las molduras, animales¡ La fauna y la flora de la decoraci¨®n de fachadas, que no superan las tres alturas, podr¨ªan ser objeto de un juego de agudeza visual. Muchos de estos edificios son obra de Enrique Nieto, arquitecto de la mezquita principal, la sinagoga y varias iglesias cat¨®licas.
En la confluencia de Juan Carlos?I con la plaza de Espa?a, frente a uno de esos emblem¨¢ticos edificios de formas redondeadas y decoraciones florales, la memoria del que fuese arquitecto municipal se solidifica en estatua. Parece que dibuja lo que ve. La refitolera casa Tortosa, la C¨¢mara de Comercio o, m¨¢s tard¨ªamente, la Casa de los Cristales son tambi¨¦n obras suyas (el modernismo melillense se refleja adem¨¢s en sus decisiones urban¨ªsticas, y evoluciona hacia las formas del art d¨¦co zigzagueante, visible en los tit¨¢nicos vol¨²menes del teatro Monumental, y hacia el art d¨¦co aerodin¨¢mico de Francisco Hernanz). Sobre el per¨ªmetro de la plaza de Espa?a se sit¨²an el antiguo Banco de Espa?a, el Casino Militar y la Asamblea, cuyas torres laterales se ven hoy apuntaladas a consecuencia de los movimientos s¨ªsmicos. En el interior de una vivienda, situada en uno de estos edificios modernistas, el sal¨®n, ubicado en un chafl¨¢n, est¨¢ lleno de luz, y la escalera de acceso al piso, redondeada e hipn¨®tica, crema y azulona, ha tenido que ser apuntalada. Parece que aguantan mejor las casas construidas en los a?os veinte que las de la d¨¦cada de los cuarenta.
Olor a especias
El efecto que la arquitectura melillense produce en el viajero podr¨ªa resumirse en la palabra eclecticismo, variedad, una acumulaci¨®n de estilos y ornamentaciones que da la vuelta al concepto de no-lugar. El minimalismo repetitivo de los no lugares se transforma aqu¨ª en el no lugar del exceso, la heterogeneidad y la superposici¨®n. Sobre todo, cuando uno se aproxima a las zonas del Mercado Central o del Real y empieza a oler a esas especias que se usan para condimentar, por ejemplo, el excelente cusc¨²s de Los Caracoles. Grupos de hombres se arremolinan para vender y comprar frutas y brillantes boquerones en cajas tiradas sobre la acera.
Gu¨ªa
C¨®mo llegar
Informaci¨®n
? Iberia (www.iberia.com) vuela directo de Madrid a Melilla desde unos 140 euros ida y vuelta. La compa?¨ªa tambi¨¦n enlaza M¨¢laga con la ciudad aut¨®noma a partir de unos 70 euros ida y vuelta.
? En ferri se puede llegar desde M¨¢laga, Motril y Almer¨ªa, con Transmediterr¨¢nea (www.trasmediterranea.es) y Naviera Armas (www.navieraarmas.com).
? Turismo de Melilla (www.melillaturismo.com)
? Parador de Melilla (www.parador.es)
El efecto ecl¨¦ctico, el solapamiento de tiempos y espacios, culturas, se acrecienta tambi¨¦n cuando el cat¨¢logo del modernismo se confronta con la pureza de l¨ªneas de la Ciudad Vieja, la Ciudadela, fortificada entre muros que datan del periodo renacentista, con sus ca?ones y su faro adusto, sus vistas al mar y a los cortes en la roca, a peque?as calas, donde los melillenses osados ¡ªel agua est¨¢ limpia y fr¨ªa¡ª se ba?an. Se llevan neveras de casa, tupers, porque all¨ª no hay ni un chiringuito. Sin embargo, en el paseo mar¨ªtimo que recorre las playas de la H¨ªpica, Hip¨®dromo, Los C¨¢rabos y San Lorenzo, encontramos desde McDonalds hasta restaurantes como el Antonio Mart¨ªn, que pasa por ser el m¨¢s antiguo de Melilla. Tambi¨¦n el Real Club Mar¨ªtimo Melilla, que, por lo que me dicen, ha dejado de ser tan selecto. En San Lorenzo el cargadero de mineral del Rin es una preciosa muestra de arqueolog¨ªa industrial.
En Melilla escudri?amos los rastros de la historia. Incluso aquellos que deber¨ªan borrarse: un infausto callejero, un p¨¦treo aguilucho y una estatua de Franco, con aspecto de pobrecito explorador, a los pies de la Ciudadela. Y, sin embargo¡, Melilla es hermosa.
Marta Sanz es la autora de Far¨¢ndula, premio Anagrama de Novela 2015.
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