Caf¨¦ o t¨¦, un dilema melillense
A las puertas del desierto, la ciudad bebe de las culturas musulmana, cristiana, jud¨ªa e hind¨². La ruta del modernismo y las vistas al mar de Albor¨¢n son ¨²nicas. Y un 'souvenir': marroquiner¨ªa
Asomada al balc¨®n de ?frica, Melilla re¨²ne la garra de una ciudad de frontera y andares acanallados con uno de los patrimonios modernistas m¨¢s refinados de Espa?a. Mar, pescado y el disparadero para recorrer el Rif marroqu¨ª. Adem¨¢s, una temperatura media de 20 grados. Melilla se esconde. Para llegar hasta ella es necesario coger un ferry desde Almer¨ªa o M¨¢laga (www.transmediterranea.es), o volar con Iberia. Una vez all¨ª, los atractivos para el visitante atento no son despreciables. Un adelanto se puede conocer en www.melillaturismo.com.
09.00 Tostadas en convivencia
Una buena forma de empezar la jornada es disfrutando de la calma melillense con un desayuno en alguna de las terrazas de la plaza de las Cuatro Culturas (1). La discusi¨®n caf¨¦ / t¨¦ verde se plantea por primera vez. De lo que no cabe duda es de que las tostadas son la especialidad de los establecimientos de la plaza, dedicada a la convivencia entre musulmanes, cristianos, jud¨ªos e hind¨²es, esta ¨²ltima una comunidad que a principios de siglo XX alcanz¨® una presencia significativa. Otro de los atractivos es Arte ?rabe, una de las tiendas de marroquiner¨ªa m¨¢s reputada de la ciudad. Colgando a la entrada se superponen babuchas, bolsos, alfombras y cojines llegados del vecino Marruecos para recordar que la frontera es cosa de un paseo. El casco antiguo, Melilla la Vieja (2) tambi¨¦n llamado El Pueblo, es el primer objetivo. Est¨¢ a tres minutos de Las Cuatro Culturas. Por el camino, a 20 metros del arco de entrada a la muralla, se presenta una especie en extinci¨®n: la estatua del general Franco. Puede detenerse si le parece una curiosidad; tambi¨¦n cabe apretar el paso.
10.30 Los fenicios
Melilla la Vieja comenz¨® a construirse en la ribera del siglo XVI. En el conjunto arquitect¨®nico se mezclan desde el Renacimiento hasta el estilo hispanoflamenco de los baluartes. A pesar de los asedios y batallas sufridos, se conserva notablemente. No s¨®lo la imponente muralla atrae la atenci¨®n; abundan los rincones acogedores como el Foso de Hornabeque (3) o la plaza de Estopi?¨¢n (4), dedicada al fundador de la ciudad y donde se despliegan unas vistas excepcionales.
Igualmente merece la pena una visita a los aljibes de la plaza de los Aljibes (5), dos enormes dep¨®sitos de casi 600 metros c¨²bicos cada uno. Otros atractivos son el Faro - F y, sobre todo, las Cuevas del Conventico - G, unas grutas que se remontan a los primeros pobladores fenicios. Presentan tres niveles de profundidad y varias galer¨ªas donde antiguamente se almacenaba comida y, ya en la ¨¦poca de las guerras entre cristianos y musulmanes, armas. Las cuevas conectan con una cala ¨²nica, la de Trapan¨¢ (8). Eso siempre que el viento de Levante no ag¨¹e la fiesta.
13.00 Sabores de las dos riberas
En El Pueblo, una opci¨®n muy razonable es el restaurante La Muralla (9) (Florentina, 1; 952 68 10 35). La especialidad es la carne, pero no olvida que la gastronom¨ªa local se basa en el pescado y mezcla influjos peninsulares (la fritura andaluza, las cazuelas gallegas) con aportaciones bereberes (pastela, msemen, pinchitos). Los fogones de Melilla han desarrollado platos propios; por ejemplo, el rape a la Rusadir, bautizado as¨ª en homenaje al primitivo nombre del asentamiento.
15.00 Vicecapital modernista
En el ensanche central, el denominado Tri¨¢ngulo de Oro (10) (calle de Juan Carlos I y adyacentes), se encuentra el grueso de las construcciones modernistas de Melilla. Despu¨¦s de Barcelona, no hay una ciudad con mayor acumulaci¨®n de edificios del estilo. Se han catalogado unos 500 levantados siguiendo los principios constructivos o decorativos del modernismo y el art d¨¦co. El gran impulsor del desembarco en ?frica del lenguaje de Gaud¨ª fue Enrique Nieto, disc¨ªpulo del arquitecto Lluis Dom¨¨nech i Montaner. Firm¨® un centenar de los edificios, en los que destacan sus creaciones de raigambre floral, como en la Casa Tortosa o la Casa Melul. Quiz¨¢ las mejores muestras de adaptaci¨®n del modernismo al medio sean la Mezquita Central (11) (calle de Garc¨ªa Cabrelles) y la sinagoga Yam¨ªn Benarroch (12) (L¨®pez Moreno).
El Tri¨¢ngulo es tambi¨¦n la gran zona comercial. El protagonismo se lo llevan las tiendas de musulmanes, jud¨ªos e hind¨²es. La oferta desborda la marroquiner¨ªa y las cer¨¢micas para saltar a las joyer¨ªas y relojer¨ªas. El oro es uno de los regalos que m¨¢s compran los visitantes (en la ciudad auton¨®mica no se aplica IVA). Al final de la calle de Juan Carlos I se abre el Rastro (13), un barrio de ambiente musulm¨¢n en el que los hombres juegan al parch¨ªs en las terrazas de los caf¨¦s y se vuelve a plantear el dilema: ?caf¨¦ o t¨¦ verde?
18.00 Los rompientes
Aparecen aparcados todoterrenos por todas partes. Los melillenses son muy aficionados a pasearse a uno y otro lado de la frontera. El desierto est¨¢ a un paso, e infinidad de viajes de aventura parten hacia all¨ª. En una escala m¨¢s modesta, las excursiones a Nador y a las playas del norte son un ritual de fin de semana. Sin llegar a salir de territorio espa?ol, un buen ejemplo de la fuerza de la costa africana puede conseguirse visitando los acantilados de Aguad¨² (14). El trayecto (por la carretera de Rostrogordo) es de unos cuatro kil¨®metros. Las vistas sobre el mar de Albor¨¢n son espectaculares. Al otro lado queda la costa peninsular: Granada y Almer¨ªa.
20.00 Tapas granadinas
La influencia de Granada es m¨¢s intensa de lo que se podr¨ªa pensar dado que existe un mar de por medio. La tradici¨®n granadina de acompa?ar las cervezas con una tapa generosa est¨¢ muy presente en Melilla. La calle de Castelar (15) es una gran opci¨®n para tomar frituras de pescado reci¨¦n salido del Mediterr¨¢neo. El ambiente es popular, como los precios, y la bebida fluye con alegr¨ªa. El bar Sevilla (16) (calle de Francisco Miranda, 2), junto a Las Cuatro Culturas, es otra buena opci¨®n para continuar tapeando o para pasar a las raciones. Si la tentaci¨®n del mar resulta muy poderosa, una opci¨®n es cenar en el puerto. El restaurante del Club Mar¨ªtimo (17) (avenida del General Mac¨ªas, s/n; 952 68 46 59) est¨¢ especializado en arroces, carnes y rape. Y si no, est¨¢n el marisco (gambas, langostinos, cigalas...) y las coquinas.
Melilla es una ciudad diurna. La actividad decae a la vez que el Sol. Se puede alargar la sobremesa con la brisa y la languidez de las luces de la avenida del General Mac¨ªas o del paseo mar¨ªtimo (18). Si la tranquilidad de la noche no disipa las ganas de movimiento, la opci¨®n es el Puerto Noray (19), muy cerca, en la explanada de San Lorenzo, s/n. El puerto deportivo se construy¨® en los a?os noventa para embarcaciones de recreo, pero ha ido ganando peso en la vida melillense, especialmente en la nocturna. En un ¨²nico recinto acristalado se re¨²nen los bares y discotecas que abren hasta m¨¢s tarde. El jugo que se le saque a la noche estar¨¢ en relaci¨®n con la capacidad para disfrutar de la combinaci¨®n de David Bisbal y las copas a buen precio.
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