La primera vez que visit¨¦ la parte meridional de Extremadura fue hace 25 a?os, cuando todav¨ªa era tierra inc¨®gnita. La imagen que ten¨ªa estaba condicionada por Los santos inocentes: dehesas ondulantes, encinas y alcornoques, cortijos majestuosos, latifundistas frente a jornaleros pobres. Por aquel entonces desconoc¨ªa que la pel¨ªcula se hab¨ªa rodado a tiro de piedra de Jerez de los Caballeros (Badajoz). Tampoco pod¨ªa imaginarme que alg¨²n d¨ªa escribir¨ªa una novela negra que se traducir¨ªa al espa?ol bajo el titulo de Heridas abiertas, sobre el mundo de las dehesas y los cerdos ib¨¦ricos, y que se desarrolla en esta peque?a villa hist¨®rica de 10.000 habitantes, situada sobre una colina, donde por la noche destacan las torres de las iglesias iluminadas, como en un cuento de hadas. Los tiempos de Los santos inocentes como los describi¨® Delibes ya son pasado, y aun as¨ª hay cosas que apenas han cambiado, porque Jerez de los Caballeros es Extremadura pura, dehesas sin fin.
A ese car¨¢cter rural se le a?adi¨® de golpe una nueva dimensi¨®n cuando a mediados de los a?os noventa se estableci¨® una sider¨²rgica en el municipio. La acerera trajo empleo y bienestar, pero la veloz industrializaci¨®n tambi¨¦n dej¨® secuelas: comerciantes que cerraron sus negocios para ir a trabajar a la f¨¢brica, j¨®venes que abandonaron los estudios por la perspectiva de un trabajo seguro y bien pagado. Hasta que estall¨® la crisis. La fundici¨®n est¨¢ alejada del casco urbano, es invisible, aunque se palpa su influencia, en los tiempos buenos y en los malos. La crisis del sector del metal fue un duro golpe. Las torres de las iglesias ya rara vez se iluminaban. La cruda realidad ensombreci¨® el ilustre pasado.
Noche de pesca
Jerez de los Caballeros rezuma historia: lugar de nacimiento de N¨²?ez de Balboa, villa de templarios. Conventos y palacios del siglo XV. Cuatro iglesias magn¨ªficas. La Alcazaba. Callejones con edificios hist¨®ricos. Un puente romano monumental, por desgracia poco conocido, sobre el r¨ªo Ardila. Y, por supuesto, el hecho de que se mantienen las fiestas y tradiciones que son parte integral del pueblo, como la Semana Santa o la pesca nocturna en el embalse de la Charca de la Albuera, que este a?o ya cumple 298 a?os. En verano cada barrio tiene su propia vel¨¢ y se celebra el Festival Templario. Y por ¨²ltimo, pero no menos importante, a comienzos de mayo est¨¢ el Sal¨®n del Jam¨®n Ib¨¦rico, que en esas fechas se come a manos llenas. Porque quien dice Jerez de los Caballeros dice jam¨®n ib¨¦rico de bellota.
Jerez come de la dehesa seg¨²n lo que le ofrezca la temporada: esp¨¢rragos, gurumelos, criadillas de tierra, setas, caracoles, berros, tagarninas, casta?as y hasta bellota, igual que hiciera Don Quijote. Productos de caza y pesca. Se siguen organizando las matanzas tradicionales, en las que toda la familia colabora para hacer el chorizo y el salchich¨®n. Y la rifa sigue siendo un ritual cotidiano, aunque ya no se rife un cerdo vivo, sino esp¨¢rragos, gurumelos u otras setas.
Lo que hace de Jerez algo especial es la combinaci¨®n de lo hist¨®rico, lo industrial, lo rural y lo tradicional. Lo m¨¢s caracter¨ªstico son las tradiciones. Si la abuela echaba tres hojas de laurel en el cocido, entonces es que de ninguna manera hay que echar cuatro. Antes de Semana Santa no se llevan pantalones cortos, aunque las temperaturas sean tropicales. Como si existiera un manual no escrito que solo los jerezanos conocieran.
Y hablando de manuales: que nadie se espere un listado con lugares para comer y beber a la ¨²ltima. Jerez simplemente es una peque?a poblaci¨®n para sumergirse en ella, empezando por la plaza de Espa?a para ir a perderse por las callejuelas. Descubriendo uno mismo un bar o una taberna, pasteler¨ªas u otro tipo de peque?os comercios, para disfrutar de los productos regionales, de las vistas desde la Alcazaba y el parque de Santa Luc¨ªa. La gente es de lo m¨¢s amable y hospitalaria.
?guilas y cig¨¹e?as
Hay que ir a descubrir la zona alrededor de la calle del Portillo y la plaza de los M¨¢rtires, o bajar al barrio de Santa Catalina y deambular por las estrechas calles pintorescas. Quiz¨¢ despierte recuerdos del pasado de uno mismo, cuando a¨²n exist¨ªa la cohesi¨®n social y los vecinos se ayudaban entre ellos, barr¨ªan sus aceras y repasaban sus achaques en la tienda de la esquina. Aqu¨ª eso no ha cambiado. Atr¨¦vase a salir al campo para pasear por las hermos¨ªsimas dehesas, con su ecosistema ¨²nico, donde sobrevuelan ¨¢guilas, cig¨¹e?as y buitres.
Gu¨ªa
C¨®mo ir
Informaci¨®n
Jerez de los Caballeros (unos 9.600 habitantes) se encuentra a 75 kil¨®metros al sur de Badajoz y a 38 kil¨®metros de Zafra.
Casa Vasco N¨²?ez de Balboa.
Oficina de turismo de Jerez de los Caballeros (+34 924 73 03 72).
Turismo de Badajoz.
?Por qu¨¦ estando en Jerez de los Caballeros te embarga la sensaci¨®n de dar un paso atr¨¢s en el tiempo? Sin duda, que la gente se aferre a sus costumbres ha contribuido a ello. Pero tambi¨¦n el hecho de que esta poblaci¨®n est¨¦ escondida en el suroeste de Extremadura, cerca de Portugal, y de que no haya una autov¨ªa cerca, por lo que nadie pasa por aqu¨ª por casualidad. Jerez merece un reconocimiento, sobre todo por parte de los propios jerezanos, que no siempre son conscientes de la belleza de su villa, rodeada de esas extraordinarias dehesas. Se entiende en el caso de muchos mayores, porque les traen recuerdos de tiempos de aguda pobreza, mientras las generaciones m¨¢s j¨®venes no las ven m¨¢s que como simple campo, un lugar para ir a merendar el fin de semana.
Por suerte, las espada?as se han vuelto a iluminar con m¨¢s frecuencia ¨²ltimamente. ?Ser¨¢ una se?al de que lo peor de la crisis ya pas¨®? Esper¨¦moslo.
Jerez es aut¨¦ntica, no una peque?a villa tuneada como tantas otras, sino un enclave especial, y justo por eso me gusta tanto estar aqu¨ª. Pero s¨ª podr¨ªa tener un poco m¨¢s de confianza en s¨ª misma, algo m¨¢s de orgullo local. Quiz¨¢ esa humildad sea parte de la herencia del pasado, de los santos inocentes.
Ellen Gerretzen, escritora holandesa de novela negra, es autora de Heridas abiertas (Tau Editores, 2015). Traducci¨®n del libro y de este art¨ªculo: Rafael Lechner.
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