Las Do?as del Portazgo: bizcochos en el Camino de Santiago

Llegamos a Villafranca del Bierzo por el camino de la iglesia rom¨¢nica de Santiago. Es fama que los que no se sienten con fuerzas para alcanzar Compostela entran por una puerta de esta ermita y salen por otra, llamada precisamente Puerta del Perd¨®n¡±, escribi¨® en 1381 Geoffroy Leroi en su c¨¦lebre Diario de peregrinaci¨®n. Este ritual consuetudinario entre quienes afrontan el Camino de Santiago, ya sea a pie, en bicicleta o en veh¨ªculo motorizado, otorga una credencial de incalculable valor emocional tambi¨¦n en los tiempos actuales. Nadie se resiste a estirarse el bolsillo al correr por la calle del Agua, como atestigu¨® el peregrino Leroi: ¡°De lo que nadie nos libr¨® fue de pagar el portazgo correspondiente a la confluencia de los r¨ªos Burbia y Valc¨¢rcel¡±.

Las due?as del peaje por quedarse una noche en esta ciudad monumental son en esta ocasi¨®n Pilar Villa Prieto y sus socias de la posada que se espalda al Burbia para recibir al viajero por la parte m¨¢s abrigada del casco monumental. Es una mansi¨®n del siglo XVIII que no tiene mucha significaci¨®n entre los caserones, palacios y conventos de la capital berciana. Arrebujada en su esquina, toda en piedra austera, destila hacia afuera una luz atemperada que hace sospechar al viandante calor de hogar y mucha calidez personal en su interior.

Los tonos claros perseguidos en la decoraci¨®n contrastan con la oscuridad de la piedra, no siempre escamoteada en los cabeceros de las habitaciones. Se pod¨ªa haber buscado m¨¢s alegr¨ªa en el vest¨ªbulo de recepci¨®n, apenas amenizado por una escalera de herrajes florales. Se pod¨ªa haber optado por un mobiliario menos manierista. Pero tampoco hab¨ªa sitio para m¨¢s. La posada de Las Do?as se resume en unas habitaciones equipadas con todos los detalles al uso y una ambientaci¨®n para recordar el siglo en que fue construida. Los peregrinos no necesitan m¨¢s despu¨¦s de una caminata como la que hay desde Ponferrada y la que se intuye al d¨ªa siguiente, hacia Vega de Valcarce.

Desde los tiempos del Codex Calixtinus, aqu¨ª no se requiere m¨¢s que una buena cama, una ducha caliente y un desayuno abundante al despertar. La due?a y sus ayudantes se aseguran de que nada de esto falte, ni siquiera unos bizcochos caseros por los que es codiciada la posada y que los caminantes arramblan en la escarcela al emprender el camino.

Bajo cubierta, la habitaci¨®n Las Do?as anticipa desde el amanecer la dureza de la siguiente etapa. Su amplio ventanal permite escudri?ar al detalle la magnificencia de la villa, con el castillo al fondo y los montes purgatorios de la subida al Cebreiro.

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