La Graja, tranquilidad en Chinch¨®n

Su historia seduce tanto como su proximidad a Madrid. David S¨¢ez Catal¨¢n, el propietario, cuenta que all¨¢ por el a?o 1966 su abuelo Pablo adquiri¨® al precio de 160.000 pesetas una casa de labranza situada en el centro mismo de Chinch¨®n. Dos siglos de antig¨¹edad la rondaban, lo que dificultaba su rehabilitaci¨®n desde la calle del Paje, donde ten¨ªa su emplazamiento el port¨®n de carruajes que daba acceso a un patio castellano, una cuadra de caballer¨ªas y un corral de gallinas. Al fondo, entre arcos, se ve¨ªa el lagar en el que se prensaba la uva, y la cueva donde maduraba el vino y se guardaban los jamones de la matanza. A un lado estaban los dormitorios, y arriba, el almac¨¦n con los v¨ªveres.

Hoy, como ayer, todo sigue girando en torno a este patio realmente pintoresco. Tras dos a?os de obras, las paredes y las vigas originales parecen querer dar explicaciones sobre el origen de la casa. El port¨®n, renovado para uso hotelero, permanece empero cerrado a cal y canto. Hay que utilizar el portero electr¨®nico engastado en otra puerta a la derecha. La tranquilidad reinante premia el incordio.

Es cierto que el hotelito anda muy justo de instalaciones y servicios. Pero no cabr¨ªa esperar otra cosa de una cama con desayuno por 36 euros a media hora de Madrid. Las habitaciones son diminutas, especialmente La Troje, denominada as¨ª por aquella pared que serv¨ªa para separar los distintos tipos de grano, no exenta de humedades molestas en invierno. O El Palomar, precisamente eso, pese a la cama de matrimonio que la ocupa por entero. Con sus cinco ventanas, El Ventanuco permite otear de lejos el horizonte de Madrid. M¨¢s amplia parece El Le?ero, abuhardillada, con posibilidad de introducir dos camas supletorias. Todas son distintas y gozan de un encanto propio, como informan sus propios nombres.

El desayuno se ofrece en r¨¦gimen de autoservicio, en un sal¨®n al descubierto, protegido tan solo por un techo de metacrilato. Ni la variedad ni la cantidad garantizan una buena colaci¨®n. Pero, como se ha dicho, va incluido en el precio. El acceso wifi no funciona bien en muchas habitaciones, dado el grosor de los viejos muros.

Quien lo desee puede seguir las sugerencias del propietario al encuentro de un asador entre los muchos que jalonan la plaza Mayor, que es el fuerte tur¨ªstico de Chinch¨®n. Tras descender por la plaza de Vacas, conviene pararse a tomar fotos junto al mirador de la iglesia.

De noche, el espect¨¢culo iluminado del pueblo forma parte de la colecci¨®n de grandes escenarios tur¨ªsticos espa?oles.

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