Un ¡®selfie¡¯ con Cristiano Ronaldo
En medio del Atl¨¢ntico, Funchal, capital de la isla portuguesa de Madeira, atrae a un turismo brit¨¢nico cl¨¢sico y a otro m¨¢s popular que sigue los pasos de CR7. Una escapada a la ciudad donde naci¨® el futbolista del Real Madrid
En Funchal siempre es primavera. Llegan los cruceros desde Britania, y sus blancos y pecosos viajeros se relajan en bermudas en esta ciudad de unos 112.000 habitantes con exquisitos jardines tropicales y mucha calma. La capital de Madeira, una isla volc¨¢nica en verde y negro, es destino tur¨ªstico desde el siglo XVIII, preferentemente brit¨¢nico; antes llegaban para sanar la tisis, ahora para asegurarse los 20 grados en cualquier ¨¦poca del a?o. Entonces eran emperadores y emperatrices, como Sissi; ahora son turistas que gustan del sol, de las excursiones y de hacerse una foto con Cristiano Ronaldo, aunque sea en su versi¨®n de cera.
9.00 Mercado de los Labradores
La torrentera del Brigadeiro Oudinot divide la parte nueva y vieja de la ciudad, aunque esa frontera la rompe el popular Mercado de los Labradores (1). A primera hora, la animaci¨®n es m¨¢xima, con todas sus mercanc¨ªas frescas y coloristas, pero es mejor desayunar antes en la panader¨ªa Pau de Canela (2) (Latino Coelho, 10), que ofrece el t¨ªpico bizcocho de canela y miel o el pan de caco, muy esponjoso, para quien no aprecia el dulce contundente. El mercado fue levantado en 1940 en el estilo racionalista de la ¨¦poca de Salazar; de la l¨ªnea recta se salvan los paneles de azulejos con motivos regionales. Es un mercado de mucha vida, que se extiende a los bares de alrededor. En el Largo do Po?o hay que tomarse un caf¨¦ en O Bombardeiro (3) y otro en el de al lado, O Rival, para no enfadarles.
11.00 El descenso de los cestos
A pocos metros, en el jard¨ªn del Almirante Reis (4) (Rua de Don Carlos I) experimento el telef¨¦rico que cubre el desnivel de 550 metros hasta Monte. No soy muy amigo de tales aparatos, pero este vale la pena para sentir en el cuerpo las abruptas subidas de la isla, donde a los pl¨¢tanos hay que ponerles paraca¨ªdas. Arriba espera el Jard¨ªn Tropical Monte Palace (5) (abre de 9.30 a 18.00; entrada, 12,50 euros, y ni?os hasta 15 a?os, gratis), con hortensias de Sud¨¢frica, orqu¨ªdeas del Himalaya, laurisilva del lugar, lagos con peces koi y los mejores murales de azulejos. La bajada a la ciudad por el camino de las Babosas es con un transporte m¨¢s t¨ªpico, los cestos de los Carreiros do Monte. Es un descenso de dos kil¨®metros a tumba abierta sin m¨¢s control que la pericia de los carreiros, que frenan con sus pies y dirigen con cuerdas atadas al cesto de los dos pasajeros. Mis carreiros llevan 45 a?os en el oficio, pues existe una escuela de formaci¨®n. Es duro, cuentan, pero m¨¢s lo era antes con el camino empedrado, el regreso a pie y las cestas al hombro. Hoy todo es asfalto y una camioneta devuelven a la cumbre a cestos y carreiros.
13.00 Poncha y pez espada negro
Salimos unos kil¨®metros de la capital de Madeira para tomarnos la bebida t¨ªpica de la isla, la poncha ¡ªaguardiente, ca?a de az¨²car y lim¨®n¡ª, en la taberna m¨¢s t¨ªpica, la de Filhos do Mar (6) (en la esquina de S?o Jo?o de Deus y Largo do Po?o), en el pueblecito m¨¢s t¨ªpico, Lobos. Sus pescadores se han especializado en la captura del pez espada negro, que vive a mil metros de profundidad. En Vila do Peixe (7) (Rua Dr. Jo?o Abel de Freitas) es posible degustarlo de varias maneras. El mirador del pueblo recuerda que all¨ª se sent¨® a pintar Churchill en enero de 1950. Entonces no exist¨ªa el mirador de Cabo Gir?o (8), un balc¨®n con suelo de vidrio suspendido a 580 metros sobre el mar. Superado el v¨¦rtigo, probamos en O Lagar (9) (Jo?o Gon?alves Zarco, 478) la espeta de carne de vaca asada en rama de laurel.
16.00 Parada para futboleros
Bajamos con mucho tiento entre curvas y estrecheces para volver a Funchal y llegar al nuevo Museo de Cristiano Ronaldo (10) (Rua Princesa D. Am¨¦lia, 10). El genial futbolista naci¨® en Funchal el 5 de febrero de 1985. Una escultura en bronce de CR7 y un hotel del mismo nombre ocupan el paseo del Mar de la ciudad, junto a yates y cruceros.
17.00 El t¨¦ de las cinco en Reid¡¯s
En el mundo de chanclilandia, el Reid¡¯s (11) es la ¨²ltima frontera. En este hotel levantado por el escoc¨¦s William Reid en 1891, el t¨¦ de las cinco es a las cinco y se toma decentemente, es decir, en zapatos, pantalones y camisa en el caso de los caballeros; a las se?oritas se les supone el buen gusto. En esta atm¨®sfera tan Downton Abbey llega el inefable s¨¢ndwich de pepino mientras se decide entre un centenar de infusiones. A su debido tiempo se sirven en porcelana Wedgwood y cuberter¨ªa de alpaca el t¨¦, la leche y el agua; es entonces, y no antes, el momento del scone y de sus mermeladas, cremas y mantequillas, tra¨ªdas de Reino Unido. El escenario es ¨²nico en una terraza entre gigantescas araucanas verdes y el intenso azul del Atl¨¢ntico. Solo se oye al pianista, que, en un piano de verdad, interpreta a Cole Porter con su debida languidez. Son tiempos de apreturas, pues en los a?os gloriosos del hotel una orquesta acompa?aba los ba?os de mar de sus ilustres hu¨¦spedes, valga la redundancia. La emperatriz Sissi pas¨® aqu¨ª cuatro meses de 1893 para curar su melancol¨ªa cr¨®nica, Bernard Shaw aprendi¨® a bailar tangos, Winston Churchill se relaj¨® de la guerra, el dictador Batista se refugi¨® de Castro, y Gregory Peck, de la fama. Los 34,50 euros del refrigerio del Reid¡¯s pagan sobradamente esta versi¨®n 3D de Canal de Historia.
20.00 Bailando en Vespas
Al atardecer paseamos por la ciudad vieja. En la Barreirinha Bar Caf¨¦ (Largo do Socorro, 1), el mostrador es la muralla mar¨ªtima. Al lado est¨¢ la iglesia de Santa Mar¨ªa la Mayor (12), la m¨¢s antigua hasta que una de las peri¨®dicas torrenteras se la llevara al oc¨¦ano. Depauperada hasta hace una d¨¦cada, la ciudad vieja ha recuperado su encanto, con su fuerte, sus callejuelas y tascas. Es la zona de copas de los j¨®venes. Despu¨¦s de cenar en la Taberna da Esquina (13) (Travessa Jo?o Caetano), premiada por la recuperaci¨®n del edificio, o en otros de sus coquetos restaurantes, la animaci¨®n se desplaza hacia la ciudad moderna, con parada en Caf¨¦ do Teatro (14); fonda en el hotel Pestana Casino Park (15), la ¨²nica obra de Oscar Niemeyer en el pa¨ªs, aunque reneg¨® de ella, y remate en la discoteca Vespas (16) (Avispas en portugu¨¦s, Avenida S¨¢ Carneiro, 7), donde dar¨¢n las seis, las siete y las ocho de la ma?ana o m¨¢s puntualmente hasta que un monstruo de 12 pisos toque su estruendosa bocina para recordar que el crucero se va de Funchal rumbo a no s¨¦ d¨®nde.
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