Siete lugares para ¡®voyeurs¡¯ urbanos
De Viena a Londres y de Lisboa a Par¨ªs, sitios perfectos para tomarle el pulso a las ciudades y sus gentes. Caf¨¦s, parques, plazas y azoteas de alto voltaje humano
En los divanes del arte
MuseumsQuartier (Viena)
A la entrada del MuseumsQuartier (MQ) de Viena, el Barrio de los Museos de la capital austriaca, siempre hay alguien tocando m¨²sica para deleite de un atento y reducido p¨²blico. Un constante vaiv¨¦n de personas anima la gran plaza central de este recinto que antiguamente alojaba establos y que en la actualidad concentra m¨¢s de medio centenar de instituciones para la cultura, con el Leopold Museum como referente. Y justo al otro lado de la avenida, el Kunsthistorisches, el gran centro de arte de Viena, donde admirar la colecci¨®n de pinturas de Brueghel el Viejo.
Un constante vaiv¨¦n de personas anima la gran plaza central de este recinto que antiguamente alojaba establos
Pero para sentarnos y mirar pasar a la gente nos quedamos en los patios del QM, salpicados por unos geom¨¦tricos divanes azules, los Enzos (dise?ados por Architekten PPAG), que invitan a holgazanear. Uno de los rincones m¨¢s populares del MQ es la zona de las divertidas fuentes del ZOOM, el museo infantil. Ah¨ª los padres disfrutan de un descanso. Los turistas llegan, c¨¢mara y mapa en mano, en busca de los museos de este peculiar barrio. Los vieneses tambi¨¦n, pero adem¨¢s acuden para pasear, relajarse, charlar con los amigos o, sencillamente, tomar algo. Con m¨²sica callejera de fondo, el espacio cobra vida gracias al variopinto p¨²blico. Puro espect¨¢culo urbano. / Jos¨¦ Miguel Roncero
Toda la fauna berlinesa
Bar Klunkerkranich (Berl¨ªn)
La combinaci¨®n de inmigraci¨®n turca y j¨®venes bohemios define desde hace tiempo el alma del barrio berlin¨¦s de Neuk?lln y sus locales nocturnos. En Arcaden, uno de esos centros comerciales tan pr¨¢cticos como poco atractivos, se esconde un sorprendente caleidoscopio social. La terraza del bar Klunkerkranich (Karl-Marx-Strasse, 66) se encuentra en la quinta planta.
Se puede admirar todo el centro de Berl¨ªn desde las alturas adem¨¢s de una panor¨¢mica de toda su fauna humana
Atra¨ªdos por sus vistas, se re¨²nen bajo el mismo cielo los cosmopolitas vecinos de Mitte, la burgues¨ªa m¨¢s sofisticada de Prenzlauer Berg y el alma punk de Friedrichshain. Desde aqu¨ª se puede admirar todo el centro de Berl¨ªn desde las alturas. Tambi¨¦n brinda otra visi¨®n excepcional: una panor¨¢mica de toda su fauna humana. Es mucho decir en una ?ciudad que se caracteriza por encajar en un mismo puzle urbano distritos tan distintos e independientes entre s¨ª. El local cierra algunas (pocas) semanas al a?o, por descanso del ?personal y por imperativo meteorol¨®gico. / H¨¦ctor Llanos
El quiosco color fresa
Parque del Pr¨ªncipe Real (Lisboa)
La terraza perfecta tiene que ser mitad y mitad: 50% para mirar y 50% para que te miren. Lisboa tiene inigualables terrazas, pero muchas de ellas han sido pensadas para admirar el paisaje y no para observar a la gente. Tambi¨¦n tiene las que son punto de encuentro de los turistas, como la Brasileira, con la escultura de Pessoa encima y todos fotografiando con sus m¨®viles, o La Sui?a, en el Rossio. Pero en una terraza urbana es tan importante observar como ser observado.
Buscando la ecuaci¨®n perfecta para una cita a ciegas, para esperar mirando o mirar al que espera, para dejar pasar el tiempo¡
Buscando la ecuaci¨®n perfecta para una cita a ciegas, para esperar mirando o mirar al que espera, para dejar pasar el tiempo¡, la elecci¨®n final queda entre el quiosco de vainilla y el quiosco de fresa del parque del Pr¨ªncipe Real, en el Bairro Alto. Pero el rosa inclina la balanza: a su alrededor se extienden sillas y mesas junto a inmensos ¨¢rboles que dan sombra a quienes se sientan y pasean. Al quiosco lo limitan aceras hermosas y cuidadores espont¨¢neos para vigilar los coches aparcados ¡ª?dos lujos en el centro de Lisboa¡ª, imprescindibles para que la gente guapa pasee, pare, mire y remire. Es un rinc¨®n agradable a cualquier hora del d¨ªa, cualquier d¨ªa del a?o, con una clientela joven que espera la magia tomando un caf¨¦, pues el precio lo vale. Por la noche, los farolillos dan a la terraza un aire sugerente para un p¨²blico que sigue siendo el mismo, pero con esperanzas ?diferentes. / Javier Mart¨ªn
Deambular parisiense
Jardines de Luxemburgo (Par¨ªs)
Se le llama caf¨¦ clop y es un pasatiempo muy practicado en Par¨ªs. Consiste b¨¢sicamente en ganar la tarde en una terraza tomando caf¨¦ y fumando. Ah, esas terrazas parisienses que ocupan las esquinas con vistas a la calle. Son un im¨¢n para cualquiera que adore ser un fl?neur y necesite una pausa. Las hay por todas partes; demasiadas. Por eso, el lugar ideal para sentarse a ver pasar la vida es el Jard¨ªn de Luxemburgo, cuyas m¨¢s de 22 hect¨¢reas se encuentran muy cerca de la Sorbona, en el distrito IV.
Esas terrazas parisienses que ocupan las esquinas con vistas a la calle. Son un im¨¢n para cualquiera que adore ser un fl?neur?
El Ayuntamiento pone a disposici¨®n del visitante unas sillas verdes de hierro forjado que se han convertido en un cl¨¢sico y en un objeto muy deseado. Ellas armonizan un parque que sirve para desconectar, estudiar, tomar el sol, conversar, leer, psicoanalizarse o improvisar un p¨ªcnic. Las vistas a la explanada central permiten alcanzar los colores del oto?o en los ¨¢rboles frutales, la suave aspereza de los amaneceres de Par¨ªs y el liviano desmembramiento del atardecer por Montparnasse. Alrededor del estanque, uno se siente enraizado al paisaje. Es lo que tienen los jardines mundanos y a la vez elegantes. ?Es popular? S¨ª, mucho. ?Es espl¨¦ndido? Tambi¨¦n. Adem¨¢s, el aterciopelado manto de hierba que precede al palacio de Luxemburgo (actualmente la sede del Senado franc¨¦s) se halla bordeado por flores impecablemente cuidadas, como corresponde a un buen jard¨ªn franc¨¦s. / Use Lahoz
Expreso en el West End
Caff¨¨ Nero, Old Compton Street (Londres)
En la intersecci¨®n de Old Compton Street y Frith Street, el Caff¨¨ Nero forma parte del escenario fundamental del Soho londinense, al que sus habitantes suelen referirse como West End. Amplios ventanales y terraza con mesas ayudan a ver y ser visto, a observar el paisaje y el paisanaje con la falsa parsimonia de un expreso. A pesar de pertenecer a una cadena, el local se ha convertido en un referente de esta parte de la ciudad. Mientras unos conversan en la terraza, otros, con un mapa en la mano, identifican ese lugar del barrio que les recomendaba la gu¨ªa tur¨ªstica.
Amplios ventanales y terraza con mesas ayudan a ver y ser visto, a observar el paisaje y el paisanaje con la falsa parsimonia de un expreso
El Soho es abiertamente gay e igualmente abierto y querido por todos. Aunque ya no es el barrio que fue en los sesenta, diez minutos contemplando la calle dan para identificar el resto de perfiles habituales en sus aceras: modelos de infinitas piernas con cita en alguna agencia, tipos modern¨ªsimos y ataread¨ªsimos con sus m¨®viles, sin techos a los que alguno llama por su nombre al darle unas monedas, m¨²sicos con pinta de Jim Morrison y, probablemente los m¨¢s entra?ables y casi en v¨ªas de extinci¨®n, vecinos de toda la vida del Soho. Suelen rondar los 70 a?os y caminan enfundados en extravagantes atuendos. No tienen p¨¦rdida. Al caer la noche, como todos los gatos son pardos, nada de lo anterior tendr¨¢ validez. / Concha Ca¨ª?a
Como en familia
Plaza de Santa Mar¨ªa en Trast¨¦vere (Roma)
Hay lugares donde a Roma se le perdona todo. Con su atasco perenne, las esperas para el autob¨²s y los adoquines destartalados, la capital de Italia llega a ser cruel con quien necesita cruzarla. La reconciliaci¨®n con su encanto eterno no dura m¨¢s que la media hora que es necesario dedicar a la plaza de Santa Mar¨ªa en Trast¨¦vere. El Trast¨¦vere no es exactamente un barrio, sino un rione, algo m¨¢s peque?o y familiar, una especie de hogar para el visitante. Y este rinc¨®n representar¨ªa el sal¨®n, y su cocina: el coraz¨®n de la casa, ¨ªntimo y, a la vez, abierto a todos.
El Trast¨¦vere no es exactamente un barrio, sino un rione, algo m¨¢s peque?o y familiar, una especie de hogar para el visitante
En el centro de la plaza surge una fuente de m¨¢rmol, con pelda?os perfectos para nuestro objetivo voyeur. Las leyendas ciudadanas cuentan que funciona desde la ¨¦poca del emperador Augusto, lo que hace de ella la m¨¢s antigua de Roma. A su vera pasa la quintaesencia de la romanidad: camareros sirviendo capuccini y pasta en las terrazas, m¨²sicos que tocan los grandes topicazos de la tradici¨®n nacional, j¨®venes padres cruzando con carrito y compra, intelectuales maduros con su perro de raza y adolescentes extranjeros paseando la resaca de la noche anterior. Tambi¨¦n fieles, peregrinos y monjas que entran en la bas¨ªlica de Santa Mar¨ªa en Trast¨¦vere, cuyo mosaico dorado de la fachada es uno de los m¨¢s bellos del mundo. Todo el mundo se saluda. Cualquiera es parte de la familia. / LucIa Magi
Un bulevar acu¨¢tico
Caf¨¦ de Jaren (?msterdam)
Un embarcadero propio en una terraza junto a los canales de ?msterdam. La frase parece un deseo, pero solo hay que adentrarse en el coraz¨®n de la ciudad holandesa para disfrutarlo. Est¨¢ en el Caf¨¦ de Jaren, un edificio de 1990 situado en la calle Nieuwe Doelen?straat (n¨²mero 20-22) que hace cuatro siglos tuvo un inquilino famoso. En 1635, en este mismo lugar hab¨ªa otra casa se?orial alquilada durante dos a?os por Rembrandt y su esposa, Saskia. De esa fecha es un autorretrato en el que aparece brindando con ella, ambos sonrientes, y es imposible no recordarlos mientras se disfruta del prometido mirador a la orilla del r¨ªo ?mstel.
Caf¨¦ y pastel de manzana en mano, o bien sopa de tomate y pan con mantequilla, se disfruta del espect¨¢culo fluvial de una urbe que amortiza sus aguas
All¨ª, caf¨¦ y pastel de manzana en mano, o bien sopa de tomate y pan con mantequilla ¡ªun cl¨¢sico holand¨¦s¡ª, se disfruta del espect¨¢culo fluvial de una urbe que amortiza sus aguas. El personal no acucia, y ello permite concentrarse durante largo rato en los barcos, gabarras, chalupas, lanchas motoras y botes peque?os que navegan con cargas variadas. Hay turistas, pero tambi¨¦n grupos de vecinos de paseo o de fiesta. Gentes an¨®nimas que convierten el cauce en un animado bulevar acu¨¢tico. En el primer piso se abre un amplio balc¨®n que da a su vez al canal. En la planta baja, De Jaren tiene restaurante, mesa de lectura y grandes ventanales. ?Ah!, y los ni?os son bienvenidos. / Isabel Ferrer
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