Parador Cruz de Tejeda, con vistas al Roque Nublo

Anta?o fue una hoster¨ªa. Tras una remodelaci¨®n completa, hace ya una d¨¦cada, el complejo se extiende a lo largo y en altura por la loma denominada Cruz de Tejeda, con sus 43 nuevas habitaciones de una categor¨ªa envidiable. Desde cualquier punto de la atalaya, ya sean los propios dormitorios, la antigua sala comedor o los jardines surgidos con el aterrazamiento del monte, las vistas a los roques Bentayga, Fraile y Nublo, con sus 1.700 metros de altitud, gratifican el sinuoso camino de ascenso hasta el parador (50 euros en taxi desde Las Palmas).

Su nombre, Cruz de Tejeda, proviene de la cruz de piedra labrada en 1960 a la entrada de la hoster¨ªa como r¨¦plica de otra que los vecinos erigieron para orientarse en el siglo XVII, pues aqu¨ª se sit¨²a precisamente el centro geogr¨¢fico de la isla. ¡°Parece una tempestad petrificada¡±, exclam¨® en este mismo lugar Miguel de Unamuno. Los puestos de souvenirs que aprovechaban el flujo tur¨ªstico de la hoster¨ªa persisten. Pero el escenario se ha vuelto sereno y ordenado para satisfacci¨®n de los hu¨¦spedes, que ahora pueden salir desde muy temprano a recorrer los puestos y encontrar artesan¨ªas locales.

Sin perder un ¨¢pice del racionalismo canario que el arquitecto insular Miguel Mart¨ªnez-Fern¨¢ndez de la Torre imprimi¨® al edificio primitivo, los interiores a?aden texturas nuevas y dise?os mobiliarios contempor¨¢neos. Especialmente, en las habitaciones, donde el rigor de la madera oscura y la lencer¨ªa en tonalidades neutras se disipan a la vista para no restar protagonismo ni al alineamiento ortogr¨¢fico de la arquitectura, ni al tremendismo est¨¦tico del paisaje. Aunque la clientela centroeuropea de excursionistas que desestacionaliza la ocupaci¨®n del establecimiento se muestra c¨®moda con los vestigios de Artespa?a en la carpinter¨ªa de los arcos que cierran el sal¨®n principal, antesala de la terraza, y la calidez l¨¢vica de las dos chimeneas que presiden dicha estancia.

Indudablemente, el sanctasanct¨®rum del parador radica en el renovado espacio del comedor, abierto al exterior a trav¨¦s de un portentoso acristalamiento con cortinajes y estores venecianos de techo a pavimento. Tama?a volumetr¨ªa oxigena las mesas y da vuelo a los platos m¨¢s caracter¨ªsticos de este parador gran canario: el baifo con almendras, el conejo con salmorejo y, naturalmente, las papas arrugadas con mojos.

Al anochecer, lo apremiante es darse un chapuz¨®n en la piscina casi volada sobre el pinar que se descuelga ladera abajo de Tejeda.