La ladera de los molinos
Visita a las 67 ace?as del Fol¨®n y del Pic¨®n, que dibujan una escalera gigante en O Rosal, en la comarca pontevedresa del Baixo Mi?o
Galicia es tierra de h¨®rreos, de castros, de pazos, de faros, de monasterios, de petos de ¨¢nimas, de cruceros¡ Pero tambi¨¦n, y sobre todo, es tierra de molinos. Seg¨²n el Diccionario de Madoz, a mediados del siglo XIX hab¨ªa m¨¢s de 5.000, la cuarta parte de todos los que exist¨ªan en Espa?a. Las causas de tama?a abundancia son claras: la multitud de corrientes fluviales y la enorme dispersi¨®n del h¨¢bitat gallego, con m¨¢s de 30.000 n¨²cleos de poblaci¨®n. Las consecuencias, tambi¨¦n: una danza popular (la mu?eira o molinera, nacida al calor de las casi infinitas moliendas) y ciertas riberas donde la concentraci¨®n de antiguas ace?as es tal que puede hablarse sin exageraci¨®n de r¨ªos-museo.
El mejor ejemplo de esto son los molinos del Fol¨®n y del Pic¨®n, en el municipio pontevedr¨¦s de O Rosal, cerca de la desembocadura del Mi?o. Aqu¨ª no es que haya cuatro o cinco molinos. Es que hay 67, escalonados uno detr¨¢s de otro, sin soluci¨®n de continuidad, cual pelda?os de una casa de gigantes, en la ladera de un monte rebosante de agua, con cien cascadas y pozas. El m¨¢s antiguo data de 1702; los m¨¢s modernos, del siglo XIX. Pero todos se ven como nuevos despu¨¦s de haber sido restaurados por los alumnos de una escuela-taller local. Adem¨¢s hay un sendero se?alizado, circu?lar, de tres kil¨®metros y dos horas de duraci¨®n, que permite recorrerlos c¨®modamente, con puentes y pasarelas de madera para salvar las aguas saltarinas que anta?o mov¨ªan los rodicios (rodeznos) y las moas (muelas volanderas). Como ruta de senderismo es un 10. Como itinerario etnogr¨¢fico, un 11. Y como lugar de ba?o y merendola, un 12.
La ruta de los Mui?os do Fol¨®n e do Pic¨®n (que as¨ª se dice en gallego y aparece en las se?ales) empieza y acaba en la carreterilla que une los lugares de Mart¨ªn y Fornelos, a tres kil¨®metros de O Rosal. Al inicio del recorrido, en la parte m¨¢s baja del mismo, hay un molino que se pone en marcha (consultar horarios en el Ayuntamiento) para moler ma¨ªz a la antigua usanza y deslumbrar a la generaci¨®n del iPad, que solo ha visto hacer harina en YouTube, y en muchos casos ni eso. Y en la parte m¨¢s alta, un mirador desde el que se contempla gran parte del concejo de O Rosal y la vecina A Guarda, con el monte Santa Trega (Santa Tecla, en castellano) al fondo. Tambi¨¦n se otea el curso final del r¨ªo Mi?o, que separa Espa?a de Portugal. Dice la leyenda que cuando el navegante cartagin¨¦s Himilc¨®n arrib¨® en su periplo por la costa atl¨¢ntica al valle de O Rosal, crey¨® haber llegado al ed¨¦n. La historia es una evidente patra?a, pero aqu¨ª arriba no lo parece tanto.
La uva casta?al
Adem¨¢s de agua para mover un ej¨¦rcito de molinos, en O Rosal hay vinos elaborados con las uvas albari?o y loureira, m¨¢s algo de treixadura y ca¨ª?o blanco, que no tienen nada que envidiar a los de otras subzonas de la denominaci¨®n de origen R¨ªas Baixas. Aunque no faltan las bodegas modernas e impactantes, como en todas partes, quien quiera conocer la esencia vin¨ªcola de O Rosal se decantar¨¢ por las m¨¢s peque?as y familiares, como Santiago Ruiz o Quinta de Couselo. Y aunque los vinos blancos son los importantes, quien prefiera el morapio tampoco pasar¨¢ sed, porque hay tintos de ca¨ª?o y uno muy curioso elaborado con la variedad casta?al, una uva aut¨®ctona que se cre¨ªa desaparecida, que ya solamente se pod¨ªa ver labrada en una talla del retablo de la catedral de Tui, y que ha sido redescubierta por el CSIC en una finca de las bodegas Valmi?or.
Al lado de O Rosal est¨¢ A Guarda, el puerto m¨¢s sure?o de Galicia, al que apetece acercarse para mirar lo que traen los pescadores en sus gamelas, picotear en sus muchas taper¨ªas (atenci¨®n al estofado de marisco de Casa Chupa-Ovos) y pernoctar en el antiguo convento de San Benito, rodeados de v¨ªrgenes rom¨¢nicas. Caminando desde A Guarda hacia el sur, por el borde del mar, se llega en tres cuartos de hora a las hermosas playas de O Mui?o y A Lami?a, en la desembocadura del Mi?o, de aguas saladas cuando sube la marea y dulces cuando baja. Por esta senda litoral se ven antiguas salinas y cet¨¢reas, los peligrosos viveros donde se criaban las langostas hace un siglo, en medio de un oleaje violento y traidor. Y se ven tambi¨¦n los restos de varios molinos de viento, que en esta costa tan expuesta hac¨ªan a¨²n mejor servicio que los de agua.
Gu¨ªa
O Rosal est¨¢ a 76 kil¨®metros de Pontevedra por la autopista de las R¨ªas Baixas (AP-9) hasta Tui y luego por la carretera PO-552
Informaci¨®n
Pero la gran curiosidad de A Guarda est¨¢ en el monte Santa Trega, que se alza justo detr¨¢s. A media ladera, la que mira al norte, se encuentra el m¨¢s famoso de los castros gallegos: un poblado lleno de ruinas circulares donde vivieron unas 4.000 personas entre los siglos I antes de Cristo y I despu¨¦s, coincidiendo con la romanizaci¨®n. En la cima, a 341 metros sobre el mar, adem¨¢s de una ermita consagrada a la santa y de un peque?o museo donde se exponen las piezas halladas en el castro, hay varios miradores para contemplar a vista de gaviota el valle vin¨ªcola de O Rosal, la desembocadura del Mi?o, la isla portuguesa de ?nsua (con su fortaleza estrellada) y la inmensidad del Atl¨¢ntico. Muchos suben aqu¨ª para ver c¨®mo el sol se apaga en el oc¨¦ano, momento m¨¢gico, eterno, fuera del tiempo.
A media ladera del monte Santa Tegra, en A Guarda, se encuentra el m¨¢s famoso de los castros gallegos
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.