Menorca, isla verde, fondo azul
Barrancos, cabos inh¨®spitos, cuevas con estalactitas y calas de pel¨ªcula. Un recorrido por la diversidad paisaj¨ªstica de la isla balear
Yo no vine a vivir a Menorca por sus playas. Vine porque era el Mediterr¨¢neo y porque ten¨ªa uno de los paisajes que m¨¢s me gustaban del mundo, despu¨¦s de recorrer medio mundo: el campo con el mar, el verde con el azul. Dicen que aqu¨ª hay casi tantas vacas por habitantes como en el norte de Espa?a. No s¨¦ si es cierto, pero s¨ª que en los 53 kil¨®metros de largo por 19 de ancho que mide la isla, la diversidad geogr¨¢fica, cultural e inmaterial es impresionante.
Es verano y Menorca est¨¢ a tope. Las Baleares no dan de s¨ª. Como dijo el piloto del vuelo con retraso que me hizo perder mi enlace a Colombo: ¡°Se admite m¨¢s de lo que se puede acoger¡±. Sin embargo, luego todo cambia. Llega el invierno lluvioso y solitario. Como si la isla tuviera que reponerse de los estragos y necesitara del viento para limpiarse y avanzar. El contraste es otra vez impresionante. Aparece una vida social y cultural intimista y preciosa, y los habitantes la pasean verde, espl¨¦ndida, como si la vieran desde lejos y no pudieran creerse lo que est¨¢ pasando. ?Y si se hiciera algo para evitar este contraste? ?Y si se pudiera distribuir la temporada y todo se mostrara de otra forma? Para que el mundo se mire y se consuma de otra manera.
Punta Nati, de belleza sobrecogedora, es un territorio donde los elementos se reducen a mar, cielo y piedra
Menorca es naturaleza. Se vive atendiendo al viento, a la lluvia, a los puntos cardinales, al estado de la luna. Los barrancos la atraviesan y parecen heridas desde el cielo. Se recorren y se descubre una isla que rezuma agua y paisajes arrebatadores incluso en verano. El de Algendar, por ejemplo. Se pasea sorteando las lianas y las ra¨ªces con formas ins¨®litas de las higueras, entre paredes que superan los 80 metros. All¨ª se puede rememorar a los bandidos que, seg¨²n cuenta la leyenda, lo habitaron, mientras se escuchan las sombras de las milocas.
La piedra lo cubre todo. Los campos se rotulan con ellas en paredes de piedra seca, crean barracas para guardar el ganado, vac¨ªan el campo y el mar en canteras caprichosas y construyen los edificios de pueblos y ciudades. Mar¨¨s lo llaman. No creo que haya un material que contenga y expulse mejor la luz mediterr¨¢nea. Por eso hay que pasear al atardecer y al amanecer por Ciutadella y Mah¨®n y ver los palacios burgueses y aristocr¨¢ticos con su reflejo. Y, por qu¨¦ no, buscar la huella de los moluscos en sus piedras, pues algunas vienen de las canteras del mar.
Menorca cuenta con m¨¢s de 200 llocs o fincas agr¨ªcolas en activo cuya explotaci¨®n corre a cargo de una familia. Son parte de la arquitectura de la isla y se emplazaron en alto para ver el paisaje, el mar y huir de la malaria. Caminos hay de una hermosura insospechada y un pintoresquismo contempor¨¢neo. El D¡¯en Kane, el de Torrepetxina, el de Ses Taronges. Tienen casas de dos plantas repartidas seg¨²n la estructura tradicional. En la primera vive el amo o aparcero responsable con su familia, y, la segunda, si no van los se?ores en verano, sirve como granero. El porche con galer¨ªas porticadas de tres arcos es de origen palladiano y se orienta hacia el Sur para evitar la tramontana. El viento m¨¢s temible.
El Cam¨ª de Cavalls est¨¢ de moda. Un itinerario que permite recorrer la isla entera a pie, caballo o en bicicleta, y disfrutar de la geograf¨ªa que, en 1993, fue declarada reserva mundial de la biosfera. Si se hace fuera de temporada, se evitan calores y sufrimientos innecesarios. El trazado corre a veces paralelo al camino de ronda, mucho m¨¢s abrupto, pero que permite bifurcarse (para los que amamos los extrav¨ªos) y ver el mar a¨²n m¨¢s de cerca.
La Menorca talay¨®tica es un paisaje cultural que va a dar mucho que hablar. Unos 1.500 restos, la mayor parte a¨²n por investigar y excavar. Espacios de acceso abierto en lugares sorprendentes y formas imprescindibles para rehacer la complejidad social y la visibilidad de control y poder de la isla durante los 2.000 primeros a?os de ocupaci¨®n humana. D¨®lmenes, navetas, los misteriosos talayots (cuyo uso se desconoce) y los recintos de taula o casas circulares forman la base de la Menorca romana e isl¨¢mica. Entre tantos, destacan el poblado de Son Catlar, con una muralla excepcional de 900 metros. El de Sant Agust¨ª Vell, con el talayot Ses Bigues de Mata, a¨²n con las vigas originales de madera. Son Mercer de Baix, el poblado de naviformes m¨¢s conocido de la isla, con la impresionante Cueva del Moro y sus dinteles excepcionales. Y Torre d¡¯en Galm¨¦s, el mejor conservado de las Baleares.
El monte m¨¢s alto de la isla es el Toro (358 metros), un lugar ideal para apropiarse de ella desde las alturas. Contemplar la vista espectacular, enumerar las formas y colores, y decidir qu¨¦ faro se prefiere. Fav¨¤ritx, Cavalleria, D¡¯Artrutx. En sitios tan lim¨ªtrofes y abruptos, como mandan los faros, se puede recordar otra historia bien alejada de la visi¨®n contempor¨¢nea que los liga con lugares ideales. Y as¨ª imaginar lo que significaron en tiempos remotos: cuando se obligaba a habitarlos y se viv¨ªa como una condena.
Menci¨®n aparte merece Punta Nati. Una belleza sobrecogedora. Un territorio desolado donde los elementos se reducen a mar, cielo y piedra. All¨ª se ubican unas 500 construcciones ganaderas, algunas de car¨¢cter monumental, as¨ª como muros de piedra seca y yacimientos arqueol¨®gicos que configuran un paisaje de gran valor etnol¨®gico y patrimonial. Una conservaci¨®n amenazada hoy por un parque fotovoltaico, el tercero en extensi¨®n de Espa?a, que se proyecta en un territorio a¨²n no protegido. Desde all¨ª se puede imaginar tambi¨¦n el silencio y el horror con el que los menorquines vieron avanzar las 60 galeras turcas que el 9 de julio de 1558 saquearon Ciutadella y se llevaron a 4.000 cautivos a Estambul, entonces el centro del mundo.
Tierra adentro
Me gusta el interior de Menorca, me hace recordar las palabras de Friedrich Wolfzettel, el mejor te¨®rico de la literatura de viajes, quien me dijo hace a?os: ¡°A m¨ª lo que me interesa ya es la tierra adentro¡±. All¨ª est¨¢ el municipio de Es Migjorn Gran, con uno de los campos m¨¢s bonitos de la isla. Desde el cementerio puede darse un largo paseo para ver dos cuevas insospechadas: Es Coloms, de 200 metros de largo por 24 de alto, y Sa Pulida, con tres salas de estalactitas y estalagmitas. Alaior es la tercera poblaci¨®n de Menorca. Merece la pena visitar el cementerio y el municipio con caminos y carreteras inolvidables como los de Binixems o Cucanya. El peque?o pueblo de Es Grau es a¨²n el lugar de veraneo de los habitantes de Mah¨®n. Cuenta con el parque natural de la Albufera des Grau, el n¨²cleo de la reserva de la biosfera y el principal humedal de Menorca, una de las visitas habituales tambi¨¦n para los escolares de la isla.
Mah¨®n, la capital actual, tiene el segundo puerto natural m¨¢s grande del Mediterr¨¢neo. Hay que entrar en ¨¦l. Ojal¨¢ en velero y sin motor, para escucharlo bien. Si no, pasear borde¨¢ndolo o tomar un barco golondrina en los que, si hay suerte, nos contar¨¢n los nombres de los propietarios de las casas tan envidiadas y aparentes de las orillas. Absolutamente, visitar la isla de Lazareto y el establecimiento sanitario construido en el siglo XVIII para aislar las mercanc¨ªas y los sospechosos de enfermedades contagiosas que ven¨ªan del Mediterr¨¢neo. En Espa?a solo hay dos m¨¢s, en A Coru?a y Vigo.
Las famosas playas de la isla, abarrotadas en verano, invitan a paseos luminosos e inolvidables. De cala Turqueta a Macarella. De Fav¨¤ritx a Es Grao. De cala Morell a Algaiarens y, por el barranco de Rafalet, a cala Rafalet. Y si se quiere, se puede mezclar con la vida cultural, cada vez m¨¢s profusa y de mayor inter¨¦s. La temporada de primavera del Teatro Principal de Mah¨®n, el m¨¢s antiguo de ¨®pera de Espa?a. El festival de m¨²sica Pedra Viva de las canteras de Lithica. El Festival de Cine de Menorca. Los cineclubes de Ciutadella y Mah¨®n y las jornadas hist¨®rico-arqueol¨®gicas de la Sociedad Mart¨ª Bella, entre otras citas.
Nada falta en Menorca para que la temporada se reparta y llegue a quien quiera aproximarse, tambi¨¦n, de otras formas y miradas.
Patricia Almarcegui es autora de los libros de viaje Escuchar Ir¨¢n y Una viajera por Asia Central.
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