Buenos Aires a todo color
La primavera austral invita a dar un largo paseo por los nuevos museos ?y espacios culturales de la capital argentina, m¨¢s una parada en el barrio de moda, Villa Crespo
Cuando Art Basel, el gran coloso del mercado mundial del arte contempor¨¢neo, decide desperezarse y darse una vuelta por el globo terr¨¢queo conviene estar al tanto y seguirle los pasos. Despu¨¦s de abrir sucursales en Miami y Hong Kong, ahora y durante los pr¨®ximos a?os ha puesto casa en Buenos Aires, la Art Basel Cities House, para difundir y hacer las presentaciones entre el mundillo del arte porte?o y el circuito internacional: por algo ser¨¢.
Porque la potencia cultural (art¨ªstica, literaria, esc¨¦nica) de la ciudad no es ning¨²n secreto para los que hablamos castellano, desde hace por lo menos un siglo. En su monumental Borges, Bioy Casares cuenta un viaje particularmente largo y pesado en taxi junto a su gran amigo y c¨®mplice literario a trav¨¦s de Buenos Aires. Despu¨¦s de kil¨®metros y kil¨®metros de cuadras casi id¨¦nticas, Borges dej¨® de mirar por la ventanilla y exclam¨®: ¡°?Qu¨¦ ciudad! ?Qui¨¦n sabe lo que se propone¡!¡±. Pues parece que lo que se ha propuesto ¨²ltimamente ese secreto a voces de Latinoam¨¦rica es ocupar un sitio de primera fila en el mapa global de las artes, siguiendo el ejemplo ya consolidado de otras potencias regionales como Brasil o M¨¦xico.
Desde hace unos cinco a?os ha entrado mucho aire fresco en la escena contempor¨¢nea porte?a: nuevos centros y museos, y tambi¨¦n nuevos gestores al frente de cl¨¢sicos con excelentes colecciones del siglo XX, como el MAMBA o el MALBA (que acaba de reformar el arquitecto espa?ol Juan Herreros); toda una panoplia de galer¨ªas j¨®venes y espacios independientes que han colonizado barrios perif¨¦ricos y aprovechado una arquitectura industrial del siglo XX fabulosa que esperaba a ser rescatada y reciclada; y tambi¨¦n se ha dado a conocer una generaci¨®n nueva de artistas y de te¨®ricos, comisarios y cr¨ªticos formados en la tradici¨®n eminentemente cosmopolita y sofisticada de la ciudad.
Por todo esto dicen los zorros viejos que se acuerdan del Nueva York de los setenta: por el nivel creativo y te¨®rico, las ganas de reinventarse y la capacidad de convocatoria (rara es la noche en que no hay una inauguraci¨®n, una performance o un evento art¨ªstico de alg¨²n tipo en la ciudad), acompa?adas, por ahora, de un mercado a¨²n accesible y una n¨®mina de coleccionistas locales reducida y a¨²n por consolidar.
La entusiasta Vanessa Bell invita a descubrir secretos muy bien guardados del Buenos Aires arquitect¨®nico
El barrio-ejemplo de todo esto es Villa Crespo: un vecindario porte?o de pura cepa, de clase media y peque?os establecimientos industriales (garajes y talleres de autopartes) cerca de ¨¢reas oficialmente de moda como Palermo o Colegiales, pero con alquileres mucho m¨¢s baratos. Fueron pioneros los artistas m¨¢s j¨®venes que encontraron por aqu¨ª estudios asequibles, y tambi¨¦n una ya asentada escena teatral off y off-off, con espacios veteranos como El Exc¨¦ntrico, Vera Vera o Patio de Actores.
La galer¨ªa pionera en lanzarse a la piscina y abrir sede por aqu¨ª fue Sly?Zmud, ahora renovada como Zmud, a secas, por una de sus cofundadoras, la joven galerista Larisa Zmud. Uno de los m¨¢s interesantes arquitectos j¨®venes de Argentina, Nicol¨¢s Fern¨¢ndez Sanz, ide¨® un segundo espacio cercano a la sala original. En su exterior, pinta un tri¨¢ngulo blanco sobre la acera para completar visualmente la esquina del edificio, que est¨¢ en chafl¨¢n.
?l firm¨® tambi¨¦n el proyecto de 2014 que transform¨® un antiguo almac¨¦n de m¨¢rmoles en la flamante nueva sede de la galer¨ªa Ruth Benzacar, una de las de m¨¢s solera en Argentina, que se mud¨® al barrio desde el hist¨®rico b¨²nker subterr¨¢neo en plena plaza de San Mart¨ªn. Junto a ella desembarcan otras veteranas como la galer¨ªa Nora Fisch, espacios asociativos como La Ira de Dios o la peruana Rev¨®lver Galer¨ªa, que el a?o pasado inaugur¨® sucursal en un antiguo taller de mec¨¢nica tambi¨¦n espectacular. Para estar al tanto de lo que hay para ver, es ¨²til seguir la pista de las convocatorias conjuntas que organiza la asociaci¨®n de galer¨ªas Lista. Y AVC (Amo Villa Crespo), la revista que puede pillarse gratis en galer¨ªas, librer¨ªas y caf¨¦s del barrio, da pistas muy ¨²tiles para orientarse por la zona.
La iniciativa M¨®vil
Porque toda ayuda es poca para moverse por una ciudad inmensa que a veces parece hacerse de rogar a la hora de revelar sus mejores secretos. Lejos de Villa Crespo, en el barrio de Parque Patricios, al margen del circuito tur¨ªstico habitual, est¨¢ CheLA, un centro autogestionado de experimentaci¨®n en arte y tecnolog¨ªa que tiene su sede en las inmensas instalaciones desafectadas, de n¨ªtida arquitectura racionalista, de una antigua f¨¢brica de amianto: en una de sus vastas naves ha encontrado su casa la iniciativa M¨®vil. Desde 2014 apoya la creaci¨®n de proyectos site-specific (concebidos para un lugar espec¨ªfico) por parte de artistas j¨®venes, con un programa muy interesante de exposiciones y ediciones limitadas, visitas comentadas y debates.
Desde all¨¢ puede darse un salto al barrio de La Boca, coraz¨®n del viejo Buenos Aires industrial que s¨ª atrae a los autobuses de turistas desde que la legendaria Caminito y otras calles de la zona repintaron los colores de sus fachadas y renovaron bares, milongas y tiendas de recuerdos. Parte de la culpa la tiene la Fundaci¨®n Proa, un centro de arte privado que se instal¨® all¨¢ en 1996 y desplaz¨® el centro de gravedad desde el barrio de Recoleta, el m¨¢s cheto de la ciudad (as¨ª se conoce a los pijos porte?os) y donde a¨²n conservan sus sedes algunas de las galer¨ªas m¨¢s famosas de Buenos Aires, como Henrique Faria o Jorge Mara-La Ruche.
La Proa, por su parte, redobl¨® su apuesta por La Boca en 2008, cuando ampli¨® y renov¨® su sede. Conserva la fachada italianizante y ecl¨¦ctica del edificio original, de un blanco inmaculado, a la que se superpone una elegante y depurada estructura high tech que alberga auditorio, librer¨ªa, amplias salas de exposiciones y un muy buen programa pedag¨®gico: siempre se topa uno con visitas escolares por all¨¢. Su presupuesto generoso le ha permitido especializarse en grandes muestras de nombres consagrados de arte del XX y contempor¨¢neo: de Louise Bourgeois a Yves Klein, de Duchamp a Mal¨¦vich. Tiene un punto casi escandinavo que se acent¨²a en el luminoso restaurante de la azotea, con su terraza con vistas fabulosas a los tinglados, gr¨²as y pantalanes oxidados del antiguo puerto.
Proa ha cumplido su funci¨®n como n¨²cleo irradiador e im¨¢n de galer¨ªas y nuevos centros de arte. Tambi¨¦n esta zona es inagotablemente generosa en galpones, talleres y almacenes a los que ya no se les da el uso al que estaban destinados, y es f¨¢cil comprobar, al visitarlos, el gusto sofisticado y seguro de la nueva generaci¨®n de galeristas porte?os. Un inter¨¦s renovado por ampliar inversiones inmobiliarias en la ciudad hace el resto, y en muy pocos a?os este barrio se gentrifica y cambia a ojos vistas: se puede ir dando un corto paseo hasta Isla Flotante, una joven galer¨ªa independiente contigua al Centro Munar, en un antiguo edificio restaurado, y llegar hasta Barro, un proyecto reciente que desde 2014 luce una de las programaciones m¨¢s consistentes de la ciudad (para variar, en otra nave di¨¢fana de a¨²pa, que deja sin aliento cuando se atraviesa la puertecita discreta que da a la calle) y artistas a¨²n j¨®venes pero ya m¨¢s que emergentes, como Mat¨ªas Duville o Diego Bianchi.
A dos pasos est¨¢ la fara¨®nica Usina del Arte, con salas de espect¨¢culos y de exposiciones, que se inaugur¨® en 2012 despu¨¦s de reformar una descomunal central el¨¦ctrica de ladrillo visto y estilo renacentista, llena de ventanas geminadas y gabletes, como un palacio florentino que hubiese tomado anabolizantes: el edificio original es de 1912, recuerdo de la ¨¦poca del boom mundial argentino, cuando el pa¨ªs descollaba como gran potencia continental y Buenos Aires no iba a la zaga de Chicago o Nueva York en extensi¨®n y en delirios arquitect¨®nicos. Es uno de los polos de atracci¨®n de un Distrito de las Artes con vocaci¨®n de reciclaje inmobiliario, donde alternan los silos industriales y cementeras pintadas de colorines (como esculturas gigantescas o una especie de mutaci¨®n enloquecida de las calles de La Boca) y m¨¢s galpones y otros ejemplares de arqueolog¨ªa industrial reconvertida en espacios de exposici¨®n. En los Estudios Arenas se celebra desde hace dos a?os la feria ArteBA Focus, centrada en galer¨ªas porte?as y arte argentino y una muy buena ocasi¨®n de hacerse una idea de la variedad y calidad de la escena local. En la otra punta de la ciudad, ya en El Tigre, el Proyecto URRA recupera tambi¨¦n otra zona de almacenes, portuaria e industrial, con su proyecto de residencias para artistas j¨®venes, donde es posible visitar estudios y peque?as exposiciones de los residentes.
La nave di¨¢fana del espacio Barro deja sin aliento cuando se atraviesa la puertecita discreta que da a la calle
El ejemplo para esa renovaci¨®n lo puso, hace ya casi 30 a?os, la reforma de la zona de Puerto Madero, que hoy luce como una mezcla de Miami y Dub¨¢i frente al r¨ªo de la Plata y en el coraz¨®n de la ciudad: no faltan los rascacielos de C¨¦sar Pelli y un puente de Calatrava, cerca del ya muy establecido hotel Faena, en otro edificio industrial reformado por Philippe Starck con el barroquismo decadente y casi perverso que luce a veces. Al lado, y siguiendo la t¨®nica de espacios descomunales, el Faena Arts Center no repara en gastos a la hora de restaurar una antigua f¨¢brica harinera que alberga proyectos espec¨ªficos tan morrocotudos como el esp¨ªritu que anima todo el barrio.
Inmensa mansi¨®n
Una idea similar de arquitectura XXL, pero p¨²blica, es la que ha inspirado la construcci¨®n del Centro Cultural Kirchner, que se inaugur¨® en 2015 ampliando la ya de por s¨ª apabullante sede del Correo Central de Buenos Aires, especie de mansi¨®n afrancesada inmensa de principios del siglo pasado que deja en mantillas incluso al nada modesto Palacio de Correos madrile?o. Dice ser el edificio m¨¢s grande en su g¨¦nero en Latinoam¨¦rica, y desde luego todo en ¨¦l es descomunal: la gran c¨²pula acristalada que sustituye a la antigua de pizarra como remate y sal¨®n de aparato, los 100.000 metros cuadrados de superficie ¨²til, las m¨¢s de 10 salas y auditorios, los espacios colgantes o emergentes en forma de l¨¢mpara o de ballena que colman el gigantesco patio central y sirven de sala de conciertos y centro de exposiciones. Con semejante obra de El Escorial, Buenos Aires parece retomar, quiz¨¢ algo desfasadamente, los delirios de grandeza arquitect¨®nicos del inicio del siglo XX, cuando mamuts ecl¨¦cticos y cercanos como el Edificio Barolo, con sus evocaciones esot¨¦ricas e inspiraci¨®n en la Divina comedia, compet¨ªan con los alardes de Manhattan.
El vest¨ªbulo del Barolo, oscuro y g¨®tico, ha ganado con los a?os un aura novelesca, y yo tuve la suerte de visitarlo en un tour de la arquitectura moderna m¨¢s desconocida de la ciudad organizado por la entusiasta Vanessa Bell, que, al frente de Creme de la Creme (cremedelacremeba.com), invita a descubrir secretos muy bien guardados del Buenos Aires moderno: del brutalismo de Clorindo Testa, con sus futuristas Biblioteca Nacional y antiguo Banco de Londres, a las decadentes Galer¨ªas Santa Fe, verdadero laberinto secreto de pasajes cubiertos decorados en los cincuenta con pinturas y frescos de la plana mayor del arte moderno argentino. Si no te lleva alguien bien informado, es muy dif¨ªcil dar con ellas; pero al ritmo que parece retomar Buenos Aires no me extra?ar¨ªa que dentro de poco luzcan restauradas como un nuevo contenedor de arte, cooperativa experimental o sede de galer¨ªas comerciales: la impresi¨®n que da la ciudad es que las cosas no han hecho m¨¢s que empezar, y por ahora no parece que el mundillo del arte porte?o est¨¦ cans¨¢ndose de reinventarse.
Javier Montes es autor de Varados en R¨ªo (Anagrama).
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