Cascais, la playa de Lisboa
Del flamante museo dedicado a Paula Rego a la playa salvaje de Guincho, parada en una helader¨ªa de 1949, y en Estoril, un martini en el bar de los esp¨ªas, a lo James Bond
Si la Costa Azul tiene su corniche, Cascais, su marginal. A Cascais se debe llegar costeando desde Lisboa, bien en coche, bien en tren, incluso a pie, gozando del mar y de los pueblecitos que van abriendo boca... Pa?o de Arcos, Santo Amaro, Carcavelos y, claro, Estoril, antesala de Cascais, lugar de veraneo de reyes en sentido literal y metaf¨®rico. En 1870, la familia real portuguesa eligi¨® este lugar para su veraneo y desde entonces Cascais cultiva la ambici¨®n de ir un paso por delante. Estren¨® el primer servicio de electricidad de Portugal y la primera l¨ªnea de tren el¨¦ctrico, aqu¨ª se jug¨® el primer partido de f¨²tbol y se disput¨® la primera regata. Ahora es tiempo de playas, entre las mejores urbanas de la pen¨ªnsula, carriles bici (96 kil¨®metros), congresos, escuelas de negocios y museos que completen el men¨² de sol y mar.
10.00 El barrio de los Museos
Si en invierno la marcha est¨¢ en J¨¦zebel, los meses de calor el Tamariz Ocean Club es el lugar donde pasar la noche
Un billete ¨²nico anima la visita a museos, palacetes y casas; tambi¨¦n ayuda que casi todos se encuentren a cuatro pasos, en una misma zona, adem¨¢s de lo m¨¢s agradable, fuera del traj¨ªn de las calles comerciales. Son 17 museos, algunos curiosos como el del Faro de Santa Marta (1); otros m¨¢s palaciegos, como la Casa de los Condes de Castro Guimar?es (2), o con pretensiones, como el Centro Cultural; sin embargo, una y otra vez volvemos a la Casa de las Historias (3), que as¨ª se llama el museo dedicado a la pintora Paula Rego; por si fuera poco, a su atractivo se le a?ade la arquitectura ¨²nica de Eduardo Souto de Moura. Sus emblem¨¢ticas chimeneas naranjas se encuadran en un entorno perfecto, con espacios, sin agobios, sin ruidos, con un silencio solo roto por los repentinos cantos de los gallos del vecino parque Marechal Carmona. Es un parque de los de antes, con sus patos y sus pavos, riachuelos y puentecitos, con praderas para jugar y mesas para el p¨ªcnic bajo unos ¨¢rboles que nunca dejan pasar el sol. Con la pleamar, llegan las olas al parque, pero para coger olas de verdad, mejor ir para el Guincho.
14.00 En bici al Muchaxo
Cascais son 32 kil¨®metros de costa, desde Estoril al Guincho, y una docena de playas, algunas de ellas urbanas, con hotel y parada de tren incluidos, exquisitamente cuidadas, como la de la Reina con el hotel Albatroz encima o la principal de todas, la Ribeira (4), en el centro de Cascais, con el hotel Ba¨ªa (hotelbaia.com) mirando a los ba?istas y el presidente de la Rep¨²blica ba?¨¢ndose de matinada. Para los menos comodones, si no es d¨ªa ventoso, la opci¨®n salvaje es el Guincho. Aun con tabla de surf arrastras, lo mejor es pillar una bici y recorrer los 10 kil¨®metros que van de la urbe al para¨ªso, por un paisaje salvaje, de dunas y olas sin domar. Los partidarios del placer sin sufrimiento tienen la opci¨®n de alquilar bicis el¨¦ctricas en la Marina de Cascais (5), muy recomendable, porque el Guincho (6) es cosa ¨²nica: con viento en contra el ciclista quedar¨¢ parado y con viento a favor se sentir¨¢ volando como un ET. Sobre la playa del Guincho, cuajado de kites y surferos, resiste el hotel Muchaxo (7). Lo fund¨® en la d¨¦cada de 1940 el gallego Toni Muchaxo, que sigue al frente y con una vida para contar. En 1936, cuando era ni?o, llen¨® el dep¨®sito de la avioneta del general Sanjurjo. Toni vio c¨®mo el aparato, con exceso de peso, se estrell¨® all¨ª mismo. Por el Muchaxo ha pasado todo el que se precie. Reyes, reinas, pr¨ªncipes y princesas por supuesto, pero tambi¨¦n Willy Brandt, Kofi Annan, actores y actrices. Ahora hay una mezcla nost¨¢lgica y surfera que hace el lugar a¨²n m¨¢s atractivo.
19.00 Helado y milhojas
Al caer la tarde, las callejuelas blancas de Cascais recuperan la vida. Hay buen comercio, con todas las grandes marcas de ropa, pero no busquen gangas. No es, ni mucho menos, un destino barato, aunque hay peque?os placeres que cuestan poco; por ejemplo, el helado de fresa en el Santini (8), helader¨ªa ¨²nica nacida en 1949 (los amantes de lo dulce que est¨¦n en Estoril no deben perderse el milhojas de la pasteler¨ªa Ga?rrett (9). Una opci¨®n salada estupenda y a buen precio en Cascais es la caldereta del restaurante O Pereira (10), donde es dif¨ªcil encontrar turistas. Aunque m¨¢s caro, hay que pasarse por el restaurante de Lourdes, el Mar do Inferno (11) (mardoinferno.com), para probar las bruxas, un marisco de estas aguas, entre la langosta y el cangrejo de r¨ªo.
22.00 La hora de Ian Fleming
En los pasados a?os cuarenta, hab¨ªa pescadores que se sacaban un sobresueldo haciendo de esp¨ªas para unos, para otros o para ambos. Portugal era pa¨ªs neutral durante la Segunda Guerra Mundial, lo que no quitaba, todo lo contrario, para que aqu¨ª se concentraran los mejores profesionales de la sospecha. El Casino de Estoril (12) juntaba m¨¢s servicios secretos que fichas de blackjack. Era la zona franca. En el adyacente hotel Parque dorm¨ªan los esp¨ªas del Eje; y en el de al lado, el hotel Pal¨¢cio, los esp¨ªas aliados, como el agente de su Majestad Brit¨¢nica Ian Fleming. En el bar del hotel era conocido por su fidelidad al martini seco, h¨¢bito que luego pasar¨ªa a su personaje James Bond, pues las novelas del 007 nacieron aqu¨ª. Al bar del Pal¨¢cio se le conoc¨ªa, y a¨²n se le conoce, como ¡°el de los esp¨ªas¡±. Hotel, casino, la carretera marginal y las playas del Guincho fueron escenarios de varias pel¨ªculas del agente 007, como Al servicio de su majestad y Casino Royale.
23.30 Madrugada en el Tamariz
Con un martini de m¨¢s o sin ¨¦l, no es preciso conducir para llegar hasta el Palacio de Tamariz (13), con su playa y su paseo mar¨ªtimo. En Cascais las distancias se miden por pasos. Si en invierno la marcha est¨¢ en J¨¦zebel (14), en los meses de calor el Tamariz Ocean Club es el lugar donde pasar la noche y ver el amanecer al chuntachunta de infatigables pinchadiscos. Cuenta con su zona vip, m¨¢s pausada y mirando la mar, y ya, durante el d¨ªa, con hamacas sobre la playa donde so?ar con lo que pod¨ªa haber sido o con lo que ser¨¢ ma?ana. Y si no hay hamaca, no pasa nada, el tren para all¨ª mismo y te devuelve a Lisboa (visitlisboa.com) en un santiam¨¦n.
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