Camino a Punta del Diablo
Dunas, leones marinos y bosques de omb¨²es en un sosegado viaje en coche de Montevideo a la playa de la Viuda, al este de Uruguay
En Uruguay la simplicidad es una virtud. Una escueta se?al a la salida del ?aeropuerto de Carrasco, en Montevideo, indica: ¡°Al este¡±. Todo est¨¢ dicho y es suficiente, porque, como tantos otros buscadores de sol antes que yo, s¨¦ que detr¨¢s de ese cartel se adivina la promesa de 200 kil¨®metros de costa, naturaleza pura y algunas de las mejores playas de Latinoam¨¦rica. Del este de Uruguay, lo m¨¢s conocido es su punta, pero no es ah¨ª donde se encuentra el verdadero alma del pa¨ªs. Quiz¨¢s, escarmentada por el desarrollo tur¨ªstico exagerado de Punta del Este, el resto de la costa busc¨® congraciarse con la naturaleza y, en lugar de levantar edificios de cemento y cristal, prefiri¨® mantenerse a ras de suelo, en localidades peque?as sin plaza y apenas sin calles, con casitas de una planta con vistas al mar y con los faros como ¨²nicos campanarios en estos pueblos sin iglesia.
Uno de esos lugares es Jos¨¦ Ignacio, a media hora de Punta del Este, un refugio para quienes buscan calidad lejos del cemento. Un aire boho-chic (entre bohemio y chic) invade aqu¨ª tiendas de decoraci¨®n y restaurantes, objeto de peregrinaci¨®n de los sibaritas. El camino hacia el este por la ruta 10 nos adentra en el departamento de Rocha, famoso por su naturaleza y costas impolutas salpicadas por arenales como El Desplayado y la playa del Barco. La belleza natural del lugar ha propiciado la proliferaci¨®n de hoteles y tiendas de souvenirs.
Ocean¨ªa del Polonio
Rumbo al este, un desv¨ªo por una pista de tierra en direcci¨®n a Ocean¨ªa del Polonio lleva a un lugar m¨¢gico, el Chez Silvia, una caba?a de madera en medio de una playa virgen donde disfrutar de la tranquilidad y el slow food, la comida lenta. Sus due?os son una pareja de argentinos que, como tantos otros, llegaron y se enamoraron del mar y del sonido de las olas, que rompen a 50 metros de la caba?a.
Al d¨ªa siguiente, muy pronto, junto al puente sobre el arroyo Valizas, los pescadores arreglan sus barcas de madera y desenmara?an sus redes. Esas mismas barcas llevan al viajero r¨ªo arriba, en un trayecto de cuatro kil¨®metros que provoca a su paso el vuelo de las garzas y los teros en las orillas hasta llegar al bosque de omb¨²es, en los humedales del este, un aut¨¦ntico capricho de la naturaleza. Normalmente solitarios, los omb¨²es crecen aqu¨ª api?ados en un bosque envolvente de ¨¢rboles gigantescos que alcanzan los 25 metros de altura.
Cabo Polonio
La siguiente parada es Cabo Polonio, lugar m¨ªtico y para¨ªso hippy donde la ¨²nica luz es la que alimenta su gran faro, que se levanta como un alfil protegiendo la reserva natural que le rodea. Inmortalizado en los versos del cantante uruguayo Jorge Drexler en la canci¨®n 12 segundos de oscuridad, ¡ª¡°¡?no es la luz lo que importa en verdad, son los 12 segundos de oscuridad¡¡±¡ª, hoy es el promontorio ideal desde el que avistar leones marinos con sus inmensos cuerpos pardos mimetizados con las rocas. Es cierto que estos leones ya no est¨¢n acompa?ados ¨²nicamente por el pu?ado de hippies que buscaban santuario en este lugar sin carreteras ni luz el¨¦ctrica. Hoy los camiones todoterreno que transportan a los visitantes a trav¨¦s de las dunas y la madreselva del parque nacional de Cabo Polonio se han multiplicado y el pueblo es un apeadero de turistas que vienen a pasar el d¨ªa para observar, con igual fascinaci¨®n, a los leones marinos y a los hippies aferrados aqu¨ª a su ¨²ltimo reducto. Afortunadamente, la ca¨ªda del sol restablece el orden natural y con la salida del ¨²ltimo cami¨®n y los turistas apresur¨¢ndose para no perderlo, Cabo Polonio se vuelve a encontrar a s¨ª mismo. Sus habitantes se re¨²nen en torno a hogueras en la playa con la guitarra, el mate y con el aroma de la marihuana reci¨¦n prendida en cigarros que pasan de mano en mano y cuyas bocanadas de humo se iluminan cada 12 segundos atravesadas por el destello del faro.
Barra de Valizas
En el l¨ªmite del parque nacional de Cabo Polonio se encuentra el balneario de Barra de Valizas. Este encantador pueblo de edificios de madera plantados en la arena, sin luz el¨¦ctrica ni agua corriente en la mayor¨ªa de las casas, se despierta cada ma?ana con la visi¨®n de las impresionantes dunas de 30 metros de altura. Este inesperado horizonte de arena se extiende por 42 kil¨®metros cuadrados y constituye uno de los paisajes naturales m¨¢s impresionantes de Sudam¨¦rica. La ascensi¨®n a la duna es lenta por el fuerte viento que la peina y que le susurra a uno al o¨ªdo con millones de fin¨ªsimos granos de arena sobrevolando la cabeza. En la cima, una pareja inmortaliza su beso con sabor a arena en un selfie. Un poco m¨¢s all¨¢, la pendiente de granito totalmente cubierta de arena del cerro de Buena Vista se convierte en la pista perfecta por la que varios j¨®venes se lanzan con sus tablas practicando sandboard.
Playa de la Viuda
Cae la tarde y ya falta poco para llegar al ¨²ltimo destino de esta ruta. Punta del Diablo recibe al viajero como solo ella sabe hacerlo: con un espec?tacular atardecer que ti?e el cielo de rosa intenso y de naranja dibujando las siluetas de las casas de madera y los botes en la playa de los Pescadores. Punta del Diablo, con sus calles de arena y sus playas eternas, es hoy la meca de los mochileros, muchos venidos de Argentina y Brasil, cuyo influjo ha transformado esta tranquila villa de pescadores en una localidad donde las noches se apuran en los locales de playa.
Amanece en Punta del Diablo. El road trip toc¨® a su fin. Un viaje corto, sosegado, donde la serenidad toma el lugar de la ¨¦pica y la aventura consiste tan solo en circular sin reloj, dej¨¢ndonos llevar siempre hacia el este para dejarnos sorprender por una naturaleza a¨²n pura. Contemplando la espuma de las olas en la playa de la Viuda, uno se da cuenta de que el premio de este viaje no era el destino, sino el camino en s¨ª mismo. Un camino que espera ahora el viaje de vuelta, siempre rumbo oeste.
Gu¨ªa
- C¨®mo llegar
- Iberia ofrece vuelos directos a Montevideo desde Madrid (12 horas y 40 minutos). Una vez en el aeropuerto de Carrasco, alquilar un coche en una de las oficinas y poner rumbo al este por la ruta 10 hasta llegar a Punta del Este a tan s¨®lo 130 km de distancia.
- Dormir
- Estancia Vik (Jose Ignacio). Hacienda t¨ªpica uruguaya en donde vivir una experiencia gaucha de 5 estrellas.
- Bah¨ªa Vik (Jose Ignacio): Lujo y arte a pie de playa. Nueve estilosos bungalows cada uno construidos de un material distinto, inmersos en las dunas de la playa oce¨¢nica.
- Chez Silvia (Rocha). Dos coquetas habitaciones en una r¨²stica caba?a de madera y con la playa virgen de Ocean¨ªa de Polonio a tus pies.
- La Viuda del Diablo (Punta del Diablo): Si estuviera m¨¢s cerca del mar se lo llevar¨ªan las olas. Anclado en la arena al final de la Playa de La Viuda, este es el lugar con m¨¢s encanto y m¨¢s clase en Punta del Diablo.
- Comer
- La Susana. Parte del imperio de Alexander Vik y homenaje a su madre uruguaya, este delicioso chiringuito chic a pie de playa, es el lugar perfecto para tomar pescado fresco por el d¨ªa y c¨®cteles al atardecer en compa?¨ªa de lo m¨¢s selecto de Jose Ignacio.
- Juana Cocina Bar. Moderno y r¨²stico, este acogedor restaurante con aspecto de casa de campo, es uno de los secretos mejor guardados de toda la costa Uruguaya.
- Chez Silvia. Ecos franceses en la elaboraci¨®n y productos de temporada en los ingredientes en este id¨ªlico enclave alejado del mundo.
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