Ninfas, sabinas y ermitas m¨¢gicas en Soria
Una caminata por el ca?¨®n del r¨ªo Lobos hasta San Bartolom¨¦, una excursi¨®n al nacimiento del r¨ªo Abi¨®n y visita a la bella iglesia rom¨¢nica de San Baudelio
San Baudelio es una de las iglesias m¨¢s interesantes de Europa y no estaba en mi itinerario. En ese viaje, yo quer¨ªa ver el horizonte fr¨ªo del centro de Espa?a despu¨¦s de unas semanas muy tristes. S¨ª, lo tengo que decir, porque ahora s¨¦ que el estado de ¨¢nimo influye en c¨®mo se perciben las cosas. Nuestro centro de operaciones fue El Burgo de Osma. Desde all¨ª nos lanzamos a un viaje invernal. La primera noche me asom¨¦ a la ventanuca del alojamiento y vi la capa de hielo del techo del coche. Por la ma?ana, la gente tardaba en transitar por los magn¨ªficos soportales medievales y renacentistas. Se acercaba el jueves lardero y en la localidad se publicitaba la matanza, convertida en reclamo. Por las tardes, a la vuelta de las excursiones y con la tierra ya caliente por el sol, fuimos conociendo los monumentos. Significativa la atalaya de Uxama al atardecer, erigida por los ¨¢rabes en relaci¨®n con la fortaleza califal de Gormaz y las defensas de la l¨ªnea fronteriza. Desde all¨ª se camina hasta los restos arqueol¨®gicos de la Uxama Argaela de los ar¨¦vacos para contemplar la celt¨ªbera y romana Uxama del cerro Castro, la medieval Osma y la villa episcopal de El Burgo de Osma.
El primer recorrido fue al ca?¨®n del r¨ªo Lobos. Desde Ucero, caminamos hasta la ermita de San Bartolom¨¦. El azul de la malaquita y el cobre del agua del r¨ªo forman pozas y cuevas en las que se apoya la imagen de la ermita. Desde all¨ª es donde hay que contemplarla. La serenidad es apabullante. Despu¨¦s, adentrarse por los ca?ones todo lo posible (nunca hay tiempo suficiente en el viaje) hasta que se acercan tanto los buitres leonados que se siente el silencio en el que planean.
Al d¨ªa siguiente intentamos ir a la Laguna Negra, pero hab¨ªa nevado y el acceso a la sierra de Urbi¨®n estaba cerrado. Qued¨® para otra ocasi¨®n; qu¨¦ bien, una raz¨®n, mientras se est¨¢ de viaje, para so?ar que habr¨¢ otro viaje al mismo sitio.
Seguimos la tierra roja hacia Calata?azor y al nacimiento del r¨ªo Abi¨®n en La Fuentona. Una fosa de agua verde y transparente que comunica con las corrientes subterr¨¢neas de Calata?azor. Tan sugerente que me hizo enumerar las ninfas que podr¨ªan haber surgido de semejante oquedad. Hasta que me fij¨¦ en la oscuridad del fondo y descubr¨ª el porqu¨¦ del amor que le tienen los espele¨®logos: una profundidad de 50 metros que se prolonga en cientos m¨¢s hasta llegar al nivel del r¨ªo subterr¨¢neo. Inquietante. A la vuelta visitamos el sabinar de Calata?azor. Una de las densidades m¨¢s grandes de sabinas en Europa gracias a la humedad del Abi¨®n. Hay que abrir la puerta de la valla y perderse entre los troncos oscuros y la humedad del crujir de las hojas.
Orson Welles
Calata?azor entre semana y en invierno est¨¢ desierto y por eso retrotrae a 1962 y a la pel¨ªcula que Orson Welles rod¨® all¨ª. Descubrimos una tiendita en el bajo de una casa. Huele a torreznos: el due?o los est¨¢ friendo. Le decimos si podemos comer algo. No. Pero nos prepara un plato y otro de queso, y nos sienta en un banco al sol en las calles de Campanadas a medianoche (1965). Se hace tarde y no vamos a llegar a la ermita de San Baudelio. Todos en la provincia nos hablan de ella. Aceleramos, pero tarda en aparecer entre la planicie soriana que avanza y avanza. Cuando finalmente llegamos, nos la ense?a una mujer culta y entusiasta, y de pronto siento que estoy en el centro del mundo. Que San Baudelio fue el centro del mundo, como lo fue Jerusal¨¦n en los mapas de la Edad Media. Porque tiene cosas ¨²nicas. La palmera que reparte la altura y el soporte arquitect¨®nico; la doble arcada, para m¨ª, omeya; los dibujos del elefante y el dromedario. Los animales tuvieron que ser conocidos por el pintor o alguien de su entorno, no se pintaba en el siglo XI solo con la imaginaci¨®n. Y eso que faltan la mayor parte de las pinturas excepcionales que se vendieron a trozos, como se venden las cosas que dan m¨¢s dinero, y se reparten hoy entre el Museo del Prado, los Cloisters de Nueva York y vete a saber d¨®nde. San Baudelio, centro del rom¨¢nico castellano y estructura arquitect¨®nica de origen taifal, situada en la zona de frontera entre los emergentes reinos cristianos y el califato primero y los reinos de taifas despu¨¦s. No nos queremos ir y contemplamos el horizonte en silencio. Mi pareja, la gu¨ªa y yo. El fr¨ªo y la humedad ascienden.
Berlanga de Duero est¨¢ en el camino de vuelta. El castillo del siglo XV domina la localidad, pero es el estado impoluto de las murallas, construidas seg¨²n la marca renacentista, lo que m¨¢s atrae. Bajamos del coche y las seguimos hacia las afueras, cuando se pierden en uno de los t¨ªpicos paseos de extrarradio que han llenado ciudades y pueblos en los ¨²ltimos a?os y que los habitantes caminan entre orgullosos y saludables. Nosotros m¨¢s, por poder compartirlo.
De vuelta a El Burgo de Osma, cenamos en el ¨²nico sitio abierto del casco antiguo. El camarero es de Berlanga y ama la comarca. Nos sirve unos torreznos. Pido croquetas de setas, el d¨ªa anterior estaban buen¨ªsimas. La cocinera asoma la cabeza y la felicito. Es b¨²lgara. Lleva el pelo cubierto con un pa?uelo. ¡°Soy musulmana. No como cerdo¡±. ¡°Yo soy vegetariana¡±, contesto. Acaba de hacer unos pastelitos b¨²lgaros deliciosos y nos los envuelve de regalo.
Patricia Almarcegui es autora de ¡®La memoria del cuerpo¡¯.
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