Un pabell¨®n del siglo XVII a orillas del Duero

Transcurrido el verano, los aperos de vendimia se disponen para ese espect¨¢culo anual de la vitivinicultura que convierte la Ribera del Duero en un destino tur¨ªstico de primer orden. Entre las localidades de Aranda de Duero y La Horra, el Real Sitio de Ventosilla le cost¨® a Isabel la Cat¨®lica m¨¢s de dos millones de maraved¨ªes, una fortuna solo justificable en aquella ¨¦poca por sus ub¨¦rrimos montes de caza. El dominio acab¨® en manos del duque de Lerma, que contrat¨® al arquitecto ?real Francisco de Mora para la construcci¨®n de un palacete herreriano a principios del siglo XVII. Lope de Vega representar¨ªa aqu¨ª algunas de sus obras, mientras Rubens reprodujo en ¨®leos el esplendor de sus jardines. Y as¨ª hasta que en 1989 el ingeniero Javier Cremades adquiri¨® el pago con la ilusi¨®n de plantar 520 hect¨¢reas de vi?edo bajo la marca Pradorey DE y convertirse en la mayor explotaci¨®n vitivin¨ªcola de la denominaci¨®n de origen Ribera del Duero.

Lo que queda de aquel palacete real es la fachada rematada por dos blasones de las casas de Lerma y Medinaceli, un balc¨®n de forja noble, unos s¨®lidos muros de siller¨ªa y un interior de caser¨®n adusto que acuartela hoy a los visitantes de la bodega y las casi 3.000 hect¨¢reas que la circundan. El rigor hist¨®rico sacrifica la comodidad del alojamiento. Bien mantenido, aunque podr¨ªa mejorarse el tenor de su conservaci¨®n.

Al frente de?La Posada de Pradorey oficia un equipo profesional con un sentido muy alto de la hospitalidad, especialmente en las noches menos benignas del oto?o burgal¨¦s.

Distribuidas en dos plantas, las 18 habitaciones demuestran, una vez m¨¢s, que en cualquier tiempo pasado se viv¨ªa peor. En verdad, los arist¨®cratas aquellos practicaban el monacato con sus colchones p¨¦treos a la medida de sus tiesas espaldas, en una habitaci¨®n con la austeridad de unas ventanas algo cerradas al campo, los paredones fr¨ªos y oscuros, el mobiliario de estilo remordimiento.

M¨¢s jovialidad ofrecen los parterres exteriores, la piscina y, desde luego, las instalaciones deportivas que completan el programa de estancia. Antes de irse, no hay que dejar de visitar la bodega, parcialmente subterr¨¢nea, con estanter¨ªas durmientes de metal cuyo entramado se asemeja a un panal de abejas.