Troya solo hay una, la de H¨¦ctor
Historia y leyendas de h¨¦roes y guerreros se mezclan en el recorrido por los restos arqueol¨®gicos de la m¨ªtica ciudad de la 'Il¨ªada' de Homero, en la pen¨ªnsula turca de Anatolia
Troya. Hay tantas Troyas que todas ellas terminan pareciendo la misma y la ¨²nica: la de Pr¨ªamo y la de H¨¦ctor. La de Helena y Andr¨®maca. Todas las Troyas, las del pasado o las que en el futuro vengan, siempre ser¨¢n la misma. La Troya nominada por sus h¨¦roes mitol¨®gicos y literarios. Los muros, los templos, los palacios, las puertas, todos conducen a la misma Troya, la de la m¨ªtica guerra con los aqueos, la llamada Troya VI (entre los siglos XVII y XIII antes de Cristo).
Las piedras se apilan ahora en la puerta de los Dardanelos. En la Il¨ªada, Homero le hace decir a Hera: ¡°Mientras de la batalla ocup¨¢base Aquiles no pasaron jam¨¢s los Teneros de las puertas dard¨¢neas¡±. Del megar¨®n (el gran sal¨®n) de Pr¨ªamo solo quedan bloques de piedras desdentadas. Ni de los f¨²lgidos p¨®rticos, ni de las alcobas, ni de los patios descritos por Homero, nada. Los c¨²mulos de Hisarlik cubiertos de monte bajo se ven desde la llanura de Simois y desde aqu¨ª se vislumbra la torre del noroeste. El mar que estuvo a las puertas de Troya apenas es una l¨ªnea en el horizonte. Los marineros troyanos pescaban arenques, atunes y otras especies en el estrecho de los Dardanelos, el cual cita Homero con el nombre de Helesponto. Los barcos de guerra de Troya controlaban el comercio de las rutas que comunicaban el mar Negro con el Mediterr¨¢neo. Su puerto era muy transitado por naves cretenses, de Chipre y otras muchas islas del Egeo.
Si la visita al sitio arqueol¨®gico de Troya, en la colina de Hisarlik, al oeste de Turqu¨ªa, se hace en primavera, se ver¨¢n los campos rojos de amapolas silvestres. Y el algod¨®n, como una s¨¢bana blanqu¨ªsima. Podemos imaginarnos a Aquiles arrastrando el cuerpo de H¨¦ctor. Antes Zeus hab¨ªa secuestrado a Ganimedes, hijo de Tros, el fundador de Troya, y se lo llev¨® al Olimpo como copero. Campos de algod¨®n y reba?os de ovejas que van y vienen del pueblo de Kumkale.
?Exactamente d¨®nde debi¨® producirse el combate? Todo es campo abierto a¨²n ahora. H¨¦ctor sale fuera de los muros para morir ¡ª¨¦l lo sabe¡ª por el honor de Troya. ?Cu¨¢ntas piras funerarias debieron de arder! La Il¨ªada finaliza con la pira funeraria de H¨¦ctor tras la entrega de su cad¨¢ver por Aquiles a su padre, Pr¨ªamo. El pr¨ªncipe troyano apost¨® por su honor y el de su ciudad, pues, como dice Juvenal en Las s¨¢tiras, quien prefiere la vida al honor salva la vida pero pierde la raz¨®n de vivir.
Ruinas sobre ruinas, antes y despu¨¦s de la ¨²nica Troya. A¨²n fluyen los inocuos r¨ªos Escamandro y Simoes. El primero, al sur. El segundo, al norte. Aquiles, en el canto XXI, va matando troyanos y arroja sus cuerpos al r¨ªo Escamandro. El r¨ªo se molesta, se enfurece y le grita al h¨¦roe: ¡°Mi corriente apacible est¨¢ ahora repleta de cuerpos muertos que le impiden derramar las aguas al mar divino, tantos muertos interrumpen el curso y sigues matando. ?Para ya! Angustiado me tienes, caudillo de pueblos¡±. Aquiles no le hace caso, el r¨ªo acapara todas sus fuerzas e incluso llega a poner en peligro la estabilidad del luchador.
De entre las huellas que a¨²n podemos palpar est¨¢n el templo de Atenea, citado en la Il¨ªada y reconstruido varias veces en la antig¨¹edad griega y romana, y la torre del noreste, que amparaba la cisterna m¨¢s importante de la ciudad de Pr¨ªamo y cuya escalera de piedra se conserva en bastante buen estado. Las abundantes ruinas del gran teatro son muy posteriores a nuestra Troya.
Para la mayor¨ªa de los visitantes todo lo que all¨ª ven son ruinas que pertenecieron a la Il¨ªada. Jarras, vasijas, c¨¢ntaros de arcilla cocida, mosaicos, moldes de esteatita, relieves, husos, hachas de bronce, ¨ªdolos de piedra y de huesos de animal, joyas de oro, farolillos de barro, figuras de arcilla, relieves en m¨¢rmoles, todo esto de diferentes y muy alejadas ¨¦pocas los unos de los otros son en el imaginario popular de muchos turistas de Pr¨ªamo, Paris, Helena, Andr¨®maca y tantos otros personajes reales o de ficci¨®n. El descubrimiento en 1873 de las supuestas joyas de Helena produjo en Heinrich Schliemann, millonario y amante de la arqueolog¨ªa, m¨¢s destructor de Troya que los propios aqueos, esa misma sensaci¨®n hom¨¦rica. Sin embargo, su descubrimiento era m¨¢s importante de lo que ¨¦l cre¨ªa por su mayor antig¨¹edad. Proven¨ªa incluso de ¨¦pocas m¨¢s remotas que las de Aquiles. Pero tambi¨¦n para Schliemann hab¨ªa una sola Troya.
El famoso caballo
Por la puerta oeste, donde todav¨ªa los muros se alzan a varios metros de altura, parece ser que entr¨® el caballo de madera arrastr¨¢ndose no sobre ruedas, sino sobre troncos. A la entrada de las excavaciones hay una reproducci¨®n del equino. Debi¨® tener una gran altura. En su interior cab¨ªan bastantes soldados. En la puerta sur Schliemann identific¨® la puerta Escea de la Troya hom¨¦rica. Por aqu¨ª entraban y sal¨ªan las tropas a luchar. En el lado izquierdo hab¨ªa una gran torre. Aqu¨ª se sentaba el consejo de ancianos y desde aqu¨ª mismo Helena identific¨® a los h¨¦roes griegos que pon¨ªan sitio a la ciudad que la hab¨ªa acogido: Odiseo, Ayax, Idomeneo, Menelao, C¨¢stor, P¨®lux¡ En esta zona los vestigios p¨¦treos son abundantes. Los monolitos, enfrente de la parte derecha de la puerta, probablemente tendr¨ªan connotaciones religiosas. Hab¨ªa tambi¨¦n otra torre. Por dentro de la ciudad corr¨ªa una ancha avenida central. La Troya VI dispon¨ªa de un buen urbanismo. Otro vestigio hom¨¦rico es la casa de las columnas.
Jerjes visit¨® estos lugares y Alejandro se dirigi¨® al t¨²mulo de Aquiles, se ungi¨® y corri¨® desnudo tres veces alrededor de la tumba. El emperador Caracalla hizo lo mismo cinco siglos m¨¢s tarde. Posteriormente acamparon C¨¦sar y Constantino el Grande, quien dud¨® entre poner la capital en la propia Troya o en Constantinopla. ?Qu¨¦ sensaci¨®n dar¨ªa ver aquella llanura con los t¨²mulos de Aquiles, Ayax, Patroclo y Antiloco y los restos de tantas piras ardientes durante a?os?
El viento y la lluvia han dulcificado las ampulosas formas de estos mont¨ªcu?los que conservan ahora una apariencia muy distinta. Juliano el Ap¨®stata asegur¨® tres siglos despu¨¦s de Cristo haber visto hogueras encendidas en honor de aquellos h¨¦roes. Todas las Troyas son la misma Troya, pues todos nosotros ¨²nicamente volver¨ªamos a morir por ella.
C¨¦sar Antonio Molina, exministro de Cultura, es autor de ¡®Todo se arregla caminando¡¯ (editorial Destino).
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