Mah¨®n, el gran puerto de Menorca
Un paseo por la ciudad balear que inspir¨® a Joan Manuel Serrat, con paradas gastron¨®micas para degustar desde ensaimadas hasta sobrasada y caldereta de langosta
En abril de 2006, Joan Manuel Serrat public¨® el disco M?, transcripci¨®n fon¨¦tica de c¨®mo los nativos pronuncian Mah¨®n. La canci¨®n que le daba t¨ªtulo era un canto general a la ciudad y un homenaje a un puerto extraordinario, que ya de por s¨ª justifica un viaje y en el que se puede pasar todo un d¨ªa, o un a?o. M? resum¨ªa la vida cotidiana de la capital de Menorca, su trato con las estaciones, los vientos, la pesca. Es imposible no acudir a su melod¨ªa para dar respuesta a lo que se ve y se respira en cuanto se pone un pie en ella. Mah¨®n, con menos de 30.000 habitantes, mira al norte, se sit¨²a junto a la punta m¨¢s oriental de Espa?a y tiene el genuino encanto de los lugares inconcebibles sin su puerto.
8.00 Un caf¨¦ madrugador
Es uno de los puertos naturales m¨¢s grandes de Europa. Seis kil¨®metros de longitud para apreciar su geograf¨ªa y captar las distintas impresiones que origina, seg¨²n las horas y la luminosidad del momento. Por la ma?ana, cuando el primer rayo de sol que asoma por la ribera norte, o S¡¯Altra Banda, enciende el perfil elevado de Mah¨®n, se antoja un reducto de calma y sensualidad morfol¨®gica y pl¨¢stica. ¡°Escondrijo de vientos furtivos, refugio de velas cansadas¡±, canta Serrat. Los primeros caf¨¦s del Moll de Llevant, como el madrugador Amarre (1) (Moll de Llevant, 245), ya est¨¢n abiertos y con la disposici¨®n de sus terrazas veneran la vida tranquila de una isla que lee en papel el peri¨®dico local mientras se ponen en pie ¡°h¨¦roes peque?os y glorias breves¡±. El puerto en s¨ª es tan grande que incluye dos islas (la de Llatzaret o Quarentena y la Isla del Rey) y otro puerto, que tambi¨¦n da nombre a una poblaci¨®n, Es Castell. Si al pasar por ah¨ª le tienta el restaurante (2) Miramar (Moll de Cales Fonts, 15) es que usted tiene buen gusto.
El Mercat de Peix, edificio de 1927, es obra de Francesc Femen¨ªas, quien adem¨¢s redise?¨® la plaza de Espa?a
11.00 Abarcas, gin y queso
Por su grandeza, en el paseo por el centro hist¨®rico siempre est¨¢ presente la iglesia de Santa Mar¨ªa (3), neog¨®tica, que se impone entre la amplia plaza de la Conquista y la m¨¢s coqueta plaza de la Constituci¨®n, desde donde hace sombra al ayuntamiento, en cuya fachada destaca el reloj (importado de Inglaterra en 1731). En la esquina con el Carrer Nou se encuentra Es Dineret (4) (Portal del Mar, 4), un caf¨¦ ateneo abierto desde 1854. Lamentablemente, el interior est¨¢ reservado a los socios, no as¨ª la terraza.
Por estas calles se suceden comercios con los productos locales estrella: abarcas, gin, sobrasada, queso o las deliciosas ensaimadas. Aqu¨ª no se venden camisetas de f¨²tbol ni sombreros mexicanos. La calle de Hannover devuelve al pasado brit¨¢nico de la ciudad, que permaneci¨® bajo dominio ingl¨¦s en el siglo XVIII y ha heredado un buen n¨²mero de vestigios, presentes en detalles de la arquitectura dom¨¦stica como las ventanas de guillotina y los boinders (balcones cerrados y acristalados), cuyo mejor ejemplo resalta en la esquina con la calle del Basti¨®n. En el camino hasta la Esplanada (5), primer gran espacio p¨²blico de la ciudad y donde todav¨ªa hay mercado, las terrazas de la calle de Ses Moreres transmiten una continua sensaci¨®n de bienestar. Aqu¨ª est¨¢ la casa natal de Mateu Orfila, gran cient¨ªfico del siglo XIX, al que se le recuerda con una escultura de Frederic Mar¨¨s.
13.00 El teatro de 1829
El Teatre Principal de Ma¨® (6) (Carrer d¡¯en Dei¨¤, 41; teatremao.com) es el m¨¢s antiguo de Espa?a, un referente cultural en la isla y un modelo de su patrimonio arquitect¨®nico (medalla de oro al m¨¦rito de las Bellas Artes). Fue construido en 1829 por el empresario oper¨ªstico Giovanni Palagi sobre una torre de la antigua muralla y seg¨²n los esquemas y la decoraci¨®n de los teatros italianos del XVIII. Evidentemente fue aqu¨ª donde Serrat present¨® por primera vez M? al p¨²blico, murmurando historias de piratas y ¡°gestas de bisuter¨ªa¡± sobre una ciudad de la que el invierno emigra pronto, pues tiene preferencia por los caminos que llevan a la arena y por ¡°canciones de marineros y sirenas¡±.
15.00 Comer en el mercado
Contra el hambre hay muchas opciones. Una parada sana ser¨¢ en el caf¨¦ Pipet & Co (7), ambiente hipster en la plaza del Basti¨®n. La Cuina dels ?ngels (8) (Esgl¨¦sia, 5) es un sorprendente espacio gastron¨®mico, mitad taller, mitad tienda gourmet, junto a dos panader¨ªas eternas: La Ceres (en el n¨²mero 8) y Es Llonguet (Rosari, 12). El cercano Clorofil¡¤la (9) (Pont d¡¯es Castell, 2) es la opci¨®n vegetariana, y para lo contrario, Pigalle (10) (restaurantepigalle.es). El Mercado del Claustro (11) (mercatdesclaustre.com) mezcla al turista con el aut¨®ctono y es un buen lugar para aprovisionarse de productos de la tierra. Aqu¨ª, la terraza del bar El Trueno (12) tiene las mejores vistas del puerto. A unos cien metros destaca el Mercat de Peix (13), espacio de mercado de pescado y de restauraci¨®n, la localizaci¨®n gastron¨®mica m¨¢s buscada. El edificio es de 1927, obra de Francesc Femen¨ªas, quien tambi¨¦n redise?¨® la cercana plaza de Espa?a, en la que siempre se ve en lo alto la colorida fachada de la Casa Mir, ejemplo de modernismo mahon¨¦s.
19.00 Sabor brit¨¢nico
El centro cultural Ca n¡¯Oliver (14) (canoliver.menorca.es) le llamar¨¢ desde la puerta, que tan bien conjuga historia, arte y patrimonio. Este edificio neocl¨¢sico fue de la familia Oliver, exponente de la burgues¨ªa mahonesa de los siglos XVIII y XIX. Es un lugar ideal para entender la importancia de Mah¨®n durante los siglos de dominio brit¨¢nico, cuando su puerto fue a la vez sin¨®nimo de prosperidad y piller¨ªa. Hoy sus salas reviven esa ¨¦poca y exponen las colecciones de pintura de Hern¨¢ndez Sanz y Hern¨¢ndez Mora.
20.00 Para sibaritas
Al atardecer, todav¨ªa se encuentran en el puerto rincones que asociar a las im¨¢genes que Toni Vidal, el gran fot¨®grafo de Menorca, realiz¨® en la d¨¦cada de 1960 y que perduran en el imaginario colectivo entre el mito y la epopeya. Ahora, cuando la ciudad se mira en el espejo del agua turbia y ¡°pre?ados de pescado regresan los barcos persiguiendo nubes de gaviotas¡±, conviene tener en cuenta que aqu¨ª hay algo mejor que el queso, la ensaimada o la sobrasada¡ Se llama caldereta de langosta. Si¨¦ntese en J¨¤garo (15) (Moll de Llevant, 334) y pida langosta frita al huevo. Puede que entonces, durante unos minutos, sienta que el mundo le deb¨ªa una y por fin se la devuelve.
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