Los mejores caf¨¦s de Buenos Aires
Con cristaleras modernistas o viejas mesas de madera, para charlar o leer un libro, los Bares Notables de la capital argentina son escenarios ¨²nicos de la vida porte?a
Buenos Aires es la Viena de Latinoam¨¦rica en lo que respecta a la cultura cafetera. Los porte?os atestan sus caf¨¦s y bares con cualquier excusa: para leer el peri¨®dico, para estudiar apuntes manuscritos o para mantener sus conversaciones de gran nivel en las que brilla su sofisticada manera de expresarse. El visitante que se niegue a llevar colgado el sambenito de turista y a cambio desee emular la vida cotidiana de los porte?os ha de pasar largos ratos en sus muchos caf¨¦s, donde la soledad es un lujo y no una desventaja.
Para preservar la cultura cafetera, el gobierno de la ciudad ha creado la categor¨ªa de los Bares Notables, locales protegidos que forman parte del patrimonio cultural de la capital argentina. M¨¢s de 90 figuran actualmente en la lista, que va creciendo a?o tras a?o. Al pensar en un bar notable se nos vendr¨¢ a la cabeza un caf¨¦ con sillas tapizadas en rojo, mesas de buena madera y espejos a los que les falta el azogue, un viejo local que en su d¨ªa fue sede de tertulias de escritores y gentes ilustres ¡ªtan a menudo hombres¡ª de siglos pasados. En efecto, Buenos Aires cuenta con bastantes caf¨¦s de este tipo en su lista. El Tortoni es el m¨¢s c¨¦lebre: el pasado octubre cumpli¨® 160 a?os y sigue tan concurrido como siempre, pero muchos otros no tienen ese aire tan de alto copete y aun as¨ª pertenecen de pleno derecho al patrimonio de la ciudad, pues la vida barrial ha ido tomando forma en torno a ellos. La historia de Buenos Aires se encuentra en estos locales notables, y engrosar la prestigiosa lista es un honor para el caf¨¦, pero tambi¨¦n una gran responsabilidad.
El recorrido ha de empezar por el Tortoni, el santuario ineludible para quien pisa por primera vez Buenos Aires, con su techo de vidrieras decimon¨®nicas, su sala de billares y su hilera de columnas de m¨¢rmol. A la entrada, aparte de la consabida fila de visitantes que esperan su turno para acceder al caf¨¦, nos encontramos con una escultura policromada de Eduardo No¨¦ dedicada al letrista de tango Horacio Ferrer. Este gusto por honrar a figuras clave de las artes y el deporte mediante esculturas hiperrealistas es com¨²n en Buenos Aires, como veremos una vez dentro del Tortoni, pues en una de sus mesas se encuentran, en animada tertulia suspendida en el tiempo, Borges (algo desmejorado), Carlos Gardel y Alfonsina Storni. Borges y Storni eran asiduos de la tertulia que mont¨® el pintor Benito Quinquela Mart¨ªn en la bodega del caf¨¦ ¡ªlo que hoy es la sala de espect¨¢culos¡ª en 1926. De aquellas d¨¦cadas quedaron decenas de versos acerca del c¨¦lebre caf¨¦, y entre los m¨¢s conocidos est¨¢n los del escritor Baldomero Fern¨¢ndez Moreno, que escribi¨® sobre una servilleta su soneto Viejo Caf¨¦ Tortoni: ¡°A pesar de la lluvia yo he salido?/ a tomar un caf¨¦. Estoy sentado?/ bajo el toldo tirante y empapado?/ de este viejo Tortoni conocido¡±.
Seguimos sobre la avenida de Mayo. A pocas cuadras del Tortoni ¡ªes conveniente recordar que esta unidad de medida de 100 metros organiza las distancias en la ciudad¡ª se encuentra la confiter¨ªa London City, un santuario para los que veneran a Julio Cort¨¢zar, pues era su caf¨¦ favorito. La primera escena de su novela Los premios transcurre precisamente en el London, llamado as¨ª, a secas, por el escritor. A pesar de los conflictos pol¨ªticos con el Reino Unido, la tradicional anglofilia porte?a est¨¢ presente en la fachada del caf¨¦ inaugurado en 1954, no solo porque lleve el nombre de la capital brit¨¢nica, sino por la tipograf¨ªa de su r¨®tulo y el color verde caza de su fachada.
Hoteles con solera
Otra cafeter¨ªa notable situada tambi¨¦n en los alrededores de la plaza de Mayo, donde se encuentran la Casa Rosada y la catedral neocl¨¢sica, es La Puerto Rico. Famosa por la calidad de sus dulces, tras tomarse un caf¨¦ con tres medialunas ¡ªese es el n¨²mero id¨®neo de peque?os croissants que acompa?an al caf¨¦ en Buenos Aires¡ª no hay que perderse la cercana Manzana de las Luces (Per¨², 272), una esquina que re¨²ne las construcciones m¨¢s antiguas de la ciudad; entre ellas, la iglesia jesuita de San Ignacio, de 1722, y tambi¨¦n el prestigioso Colegio Nacional de Buenos Aires, el instituto p¨²blico de secundaria del que han salido y siguen saliendo las grandes figuras de la cultura argentina. A la vuelta del colegio luce orgullosa su antig¨¹edad la Librer¨ªa de ?vila, fundada en 1785 y en la que tantas veces se han detenido a curiosear entre sus estantes los protagonistas de la historia de Argentina.
M¨¢s refinamiento: junto al celeb¨¦rrimo teatro Col¨®n no pod¨ªa faltar un bar notable. Lo hay, se llama Petit Col¨®n y es perfecto para ir a merendar antes de una funci¨®n de ¨®pera o un concierto de la Orquesta Filarm¨®nica de Buenos Aires. El Petit Col¨®n est¨¢ decorado como se espera de ¨¦l: con sillas Thonet, l¨¢mparas de ara?a y elementos dorados. Su p¨²blico matutino se compone principalmente de abogados, ya que los tribunales est¨¢n a pocos metros. Por la tarde acuden los mel¨®manos. Pero para encontrar el ambiente m¨¢s sofisticado mientras se toma el t¨¦ hay que entrar en los caf¨¦s notables que se encuentran en algunos hoteles con solera de la ciudad como el Savoy, el Castelar o el Alvear Palace, inaugurado en 1932. La decoraci¨®n de boiserie y el edificio del hotel en s¨ª son un cl¨¢sico de la tendencia parisiense tan f¨¢cilmente hallable en el barrio de Recoleta. Luis XIV se sentir¨ªa muy bien en esta confiter¨ªa, en la que exigen vestimenta semielegante y donde han tomado alg¨²n c¨®ctel sentados en sus sillas aterciopeladas personajes de la talla de Sharon Stone, Catherine Deneuve o Arthur Miller.
Sin salir del barrio de Recoleta, y esta vez junto al cementerio de igual nombre, tenemos la cafeter¨ªa La Biela. Espaciosa e informal, su extenso men¨² ofrece todas las especialidades farin¨¢ceas de Buenos Aires, incluidos esos adictivos s¨¢ndwiches de pan de miga con pavo y palmitos. Si echamos un vistazo a nuestro alrededor, nos llevaremos una sorpresa: esos dos hombres sentados en una de sus mesas, comentando libros y charlando, son nada menos que Borges y Bioy Casares, de nuevo en versi¨®n hiperrealista: el autor de El Aleph, con sus consabidos ojos entrecerrados y su bast¨®n, y Adolfo Bioy, con su pinta eterna de gal¨¢n. Por supuesto, hay una silla libre en su mesa para que todos nos hagamos la foto de rigor con ellos.
Tango y f¨²tbol
Cambiemos de barrio y vayamos a Almagro, donde Gardel emiti¨® sus primeros gorgoritos en p¨²blico. El tango est¨¢ presente en el bar notable 12 de Octubre, tambi¨¦n conocido como El Boliche de Roberto, cuya fachada fue decorada por el pintor Crespi con un mural que retrata a Gardel y a Osvaldo Pugliese junto a una pareja en pleno baile agarrado. El f¨²tbol, otra pasi¨®n porte?a, se deja ver en El Bander¨ªn (Billinghurst, esquina a Guardia Vieja), que tambi¨¦n integra la lista de los bares notables por su extravagancia decorativa, con cientos de banderines de equipos de f¨²tbol en sus paredes.
Pero el verdadero deber moral una vez en Almagro es tomar algo en la confiter¨ªa Las Violetas. Si ya quedamos boquiabiertos ante las vidrieras cenitales del Tortoni, a¨²n m¨¢s estupefactos quedaremos ante las vidrieras modernistas que adornan las paredes de este enorme caf¨¦ en la esquina de la avenida de Rivadavia y la calle de Medrano. La lista de quienes lo frecuentaron es largu¨ªsima, y entre ellos destaca el escritor Ricardo Piglia (fallecido en 2017), que vivi¨® enfrente durante un tiempo, en el hotel Almagro: ¡°Por supuesto hay que tener un bar tranquilo y bien iluminado cerca si uno vive en una pieza de hotel¡±, escribi¨® Piglia, y por suerte Las Violetas cumpl¨ªa los requisitos.
Como no pod¨ªa ser de otra forma, en la siempre bulliciosa avenida Corrientes tambi¨¦n hay bares notables. Para consolarnos de la reciente desaparici¨®n del legendario La Giralda, con sus camareros vejetes y su escaparate con objetos de chamarilero, a¨²n nos queda la confiter¨ªa El Gato Negro, que en su planta baja exhibe su amplio cat¨¢logo de especias y t¨¦s a granel en venta y en la de arriba sirve men¨²s a mediod¨ªa.
En la cercana avenida de Callao tenemos un excelente ejemplo de un caf¨¦ notable que se ha reinventado para no morir: Los Galgos. Sus nuevos due?os han renovado su carta y ahora sirven hasta aj¨ª de gallina, pero tambi¨¦n c¨®cteles y verm¨²s. Sus buenos productos, interiorismo y m¨²sica ambiente consiguen que contin¨²e plagado de parroquianos a todas horas.
Uno de los barrios m¨¢s visitados de Buenos Aires es San Telmo, as¨ª que sus caf¨¦s notables apenas necesitan publicidad, pues a ellos entran a diario centenares de personas que se dejan caer por la zona en busca de altas dosis de pintoresquismo. El Bar Sur es perfecto para tango y nocturnidad, el Plaza Dorrego es famoso entre otras cosas por su suelo plagado de c¨¢scaras de cacahuete y el Bar Federal destaca por sus picadas, que son el equivalente a las tapas porte?as: una colecci¨®n de platitos de chacinas, quesos y encurtidos varios.
Por su parte, en el barrio de Palermo, el m¨¢s extenso de la ciudad, otro bar notable se ha convertido en punto de encuentro de narradores y poetas porte?os (algunos presumen de tener all¨ª instalada su oficina): el Varela Varelita. El escritor H¨¦c?tor Libertella (1945-2006) era uno de ellos y a¨²n cuelgan fotos suyas en las paredes. Hoy lo es C¨¦sar Aira, entre otros muchos. Cuando anochece y toca encender la luz el¨¦ctrica, sus fluorescentes de techo lo convierten en una enorme vitrina en la que se exhibe gente de todo tipo. En su interior, los dos televisores que funcionan en silencio no opacan las conversaciones de los parroquianos o habitu¨¦s, como los llaman all¨ª, ni tampoco sus partidas de ajedrez, con tablero y fichas proporcionados por el caf¨¦. Los s¨¢ndwiches de lomo de ternera o de milanesa, con mil complementos a elegir, son los m¨¢s solicitados y se pueden pedir hasta bien entrada la madrugada, para no olvidar que estamos en la siempre despierta Buenos Aires.
En el barrio de Chacarita, no lejos del cementerio donde est¨¢n enterrados los m¨¢s grandes del tango ¡ªHomero Manzi, Alfredo le Pera, Osvaldo Pugliese y Gardel, entre otros¡ª, no hay que perderse el Bar Palacio, que adem¨¢s alberga el Museo Fotogr¨¢fico Simik, lleno de cachivaches relacionados con el arte de retratar.
Entre libros
Y en una ciudad con tant¨ªsimas librer¨ªas, el sue?o de combinar la compra de libros con un caf¨¦ mientras los hojeamos es f¨¢cil. En Palermo se encuentran dos librer¨ªas-caf¨¦ en las que pasar horas: Libros del Pasaje, cuyo caf¨¦ con luz natural y suelo ajedrezado es de los m¨¢s silenciosos de la ciudad, y su competencia en belleza y confort: el caf¨¦ de la librer¨ªa Eterna Cadencia, situada en una casona enorme en Palermo Hollywood, que as¨ª se llama por las empresas audiovisuales que se instalaron en sus calles hace unos a?os.
Si no tenemos a mano un caf¨¦ notable, no hay que descartar acudir a una de las cadenas locales de cafeter¨ªas, donde el dulce de leche brilla como producto rey. Las dos m¨¢s implantadas son Havanna, orgullosa de sus alfajores de renombre, y el Caf¨¦ Mart¨ªnez, fundado por el emigrante asturiano Atilano Mart¨ªnez en 1933. El Tostado Caf¨¦ Club es una de las incorporaciones m¨¢s recientes a la escena cafetera de Buenos Aires. Su misi¨®n autoimpuesta es reivindicar el tostado porte?o, el s¨¢ndwich mixto de pan de molde a la plancha, uno de los m¨¢s solicitados por toda la ciudad. En Tostado Caf¨¦ Club, adem¨¢s, han urdido otras especialidades, como el de lomito ahumado con cebolla y puerro.
?Y el mate?
Con este largo paseo, la cultura porte?a del caf¨¦ nos ha quedado muy clara, pero ?no era que all¨ª beb¨ªan mate? Algunos extranjeros imaginan que los porte?os se re¨²nen a tomar mate en la terraza de los miles de caf¨¦s de la ciudad, pero lo cierto es que esto es altamente improbable: el mate es una bebida social cebada por quienes la beben, as¨ª que en los caf¨¦s se encontrar¨¢ simplemente mate cocido servido en taza. Quienes tengan antojo urgente del ritual, con la yerba en su recipiente tradicional acompa?ada de su bombilla met¨¢lica para absorber la p¨®cima y el hervidor de agua met¨¢lico o pava, han de acudir a los pocos lugares de la ciudad donde s¨ª se puede merendar un mate servido con bizcochitos y pan con mantequilla y mermelada como acompa?amiento. Entre ellos se encuentran la parrilla Las Cabras de Palermo Hollywood y el restaurante Cuman¨¢, en Recoleta.
Mercedes Cebri¨¢n es autora de El genuino sabor (Literatura Random House).
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