A la Patagonia con Bruce Chatwin
La fascinaci¨®n del escritor ingl¨¦s por el milod¨®n le llev¨® a cruzar Argentina hasta Chile para visitar su cueva. Una aventura entre inmensas llanuras, guaridas de bandidos y f¨®siles de dinosaurios siguiendo sus pasos
Un pedazo de piel de milod¨®n, un mam¨ªfero extinguido a finales del Pleistoceno, exhibido en una vitrina de su abuela impuls¨® a Bruce Chatwin a poner rumbo a la cueva de donde proced¨ªa la reliquia. Tras la experiencia, escribi¨® una obra que revolucion¨® la literatura de viajes: En la Patagonia. Era 1977. Seguir sus pasos por aquellas inmensidades todav¨ªa invita a repetir las palabras que el ingl¨¦s envi¨® a su esposa mientras viajaba: ¡°La Patagonia es como esperaba, pero de forma m¨¢s intensa¡±.
El rastro patag¨®nico de Chatwin (1940-1989) est¨¢ lleno de f¨®siles y dinosaurios, a fin de cuentas viaj¨® en busca de un oso perezoso gigante desaparecido hace unos 12.000 a?os. Por eso, el Museo de Ciencias Naturales de La Plata es un aperitivo perfecto antes de viajar al sur. Este museo, de delicioso aire vintage, destaca por su colecci¨®n de mam¨ªferos f¨®siles pampeanos: gliptodontes, macrauquenias y milodones coinciden en salas plet¨®ricas de fauna aut¨®ctona a¨²n viva y coleante.
A unas ocho horas en coche de la ciudad argentina, Bah¨ªa Blanca a¨²n es ¡°la ¨²ltima ciudad importante antes del desierto¡±. Aunque si el enclave interes¨® al escritor fue por su cercan¨ªa a Punta Alta, donde Darwin realiz¨® su primer hallazgo de espec¨ªmenes vertebrados, encaminando la teor¨ªa de la evoluci¨®n. El lugar exacto hoy queda dentro de los l¨ªmites de una base naval inaccesible, pero las huellas de megaterios ¡ªalgo as¨ª como el primo Zumosol del milod¨®n¡ª s¨ª pueden verse, con permisos especiales, en Pehuen-C¨® y el balneario de Monte Hermoso. Y quien desee m¨¢s datos puede visitar el cercano Museo Carlos Darwin, bautizado a la espa?ola porque se inaugur¨® con el conflicto de Malvinas caliente.
Patagonia adentro en cualquier autob¨²s de dos pisos con c¨®modos butacones superabatibles aparecen los gauchos con boina, botas altas y pantalones abolsados que describi¨® Chatwin. El de Sheffield descendi¨® m¨¢s de mil kil¨®metros hasta Trevelin para narrar c¨®mo se desenterraba a un plesiosaurio, pero el n¨²cleo de los hallazgos antediluvianos se sit¨²a hoy m¨¢s al norte, en el denominado Tri¨¢ngulo de los Dinosaurios. ¡°A 17 kil¨®metros, seres muy voraces¡±, advierte el cartel a El Choc¨®n, pueblito receptor de 150.000 visitantes al a?o gracias al Giganotosaurus que Rub¨¦n Carolini descubri¨® en 1993 y result¨® ser el dinosaurio depredador m¨¢s grande de la Tierra. Plaza Huincul, con f¨®siles de uno de los herb¨ªvoros m¨¢s grandes conocidos (el Argentinosaurus), y Lago Barreales, con un museo y excavaciones en activo, integran los otros v¨¦rtices del tri¨¢ngulo.
Hacia el sur, reba?os de vacas herefords y ovejas merinas o corriedales se alternan sobre todo con guanacos y ?and¨²es en los flancos de la Ruta 40, caracterizada por unas rectas sin fin que Chatwin recorri¨® asom¨¢ndose a los impresionantes paisajes de El Bols¨®n, el r¨ªo Senguer o R¨ªo Mayo, centro regional de la esquila que concentra a 4.000 personas cada a?o en una fiesta genuina de este Lejano Oeste sudamericano. Como los bandidos formaban parte intr¨ªnseca de semejante espacio, el novelista les dedic¨® un buen pu?ado de p¨¢ginas, sobre todo a Butch Cassidy. En algunas estancias, versi¨®n local del cortijo o la mas¨ªa, guardan historias de atracadores. M¨¢s al sur de Argentina, en un p¨¢ramo junto al r¨ªo La Leona, se halla el hotel hom¨®nimo, que exhibe fotos de Cassidy y compa?¨ªa porque se hospedaron en ¨¦l despu¨¦s de robar un banco. En los m¨¢rgenes de la carretera menudean los puestos de frutillas, miel, nueces, casta?as, le?a y hielo. Y en las llanuras se perfilan los emblem¨¢ticos caballos que algunos jinetes, gauchos y araucanos, saben amansar sin golpes.
Al glaciar Perito Moreno, Chatwin lleg¨® ¡°en plena tormenta de polvo¡±. Escuch¨® crujir los hielos y contempl¨® enormes bloques cayendo al agua en un espect¨¢culo que se mantiene casi id¨¦ntico. La localidad de El Calafate es el campo base antes de la excursi¨®n a los glaciares y el sitio donde? proveerse de mermeladas, t¨¦s o chocolates elaborados con la planta que da nombre al pueblo.
El novelista cruz¨® de nuevo el desierto para visitar Comodoro Rivadavia, Puerto Gallegos y Punta Arenas, ya en territorio chileno y donde su t¨ªo ten¨ªa finca ¡ªEl Castillito¡ª, pero desde El Calafate lo m¨¢s natural para esta ruta es entrar en Chile y, pernoctando en Puerto Natales, desplazarse una media hora hasta la m¨ªtica Cueva del Milod¨®n. A seis kil¨®metros est¨¢ la solitaria casa de los? Eberhard, que Chatwin visit¨® para charlar con el nieto de Hermann Eberhard, descubridor de la cueva en 1895. El viento ant¨¢rtico sacude los bosques de ?ire y lenga que se extienden hasta la entrada de la enorme guarida, custodiada por una escultura del perezoso. Ahora hasta existe una Ruta del Milod¨®n que incluye dos cuevas m¨¢s, la Chica y la del Medio, y un conglomerado de rocas milenarias llamado Silla del Diablo. De todas formas, el parque nacional Torres del Paine es el gran reclamo regional, y aunque el callejero de Puerto Natales incorpore la figura del milod¨®n, sus habitantes aseguran que la historia del oso no es muy conocida y que quienes a¨²n vienen siguiendo su rastro son, sobre todo, ingleses ¡°bajo la influencia del gran Bruce¡±.
Gabi Mart¨ªnez es autor de la novela Las defensas (Seix Barral).
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