En la Palma de Joan Mir¨®
De la catedral y su m¨¢gica luz a la helader¨ªa donde se daba un capricho y una visita ineludible a su taller. Una ruta por el universo del artista en la capital mallorquina
En una carta de 1957 dirigida a Camilo Jos¨¦ Cela, Joan Mir¨® dice: ¡°La luz de Mallorca est¨¢ impregnada de pura poes¨ªa, me recuerda la luz de esas cosas orientales que se presentan como vistas a trav¨¦s de un velo, la luz de esas cosas minuciosas que se dibujan¡ No es casual, nada gratuito, que yo me haya venido a vivir y a trabajar aqu¨ª. Es la llamada de la tierra: Tarragona-Mallorca, o al rev¨¦s: Mallorca-Tarragona. Mont-roig-Palma. La siento desde que ten¨ªa dos o tres a?os y me enviaban a pasar la Navidad con mis abuelos Josefa y Joan Ferr¨¤. El Mediterr¨¢neo. Yo no podr¨ªa vivir en un pa¨ªs desde el que no se viera el Mediterr¨¢neo¡±.
La familia materna de Mir¨® (Barcelona, 1893-Palma, 1983) era de Mallorca, y la paterna, de Tarragona. Esas dos ra¨ªces determinaron su obra. Mont-roig es la tierra, y Mallorca, la luz y el mar. Su vinculaci¨®n con Palma, por tanto, viene de su infancia. A veces viajaba solo en el barco para encontrarse con los abuelos y, seg¨²n cont¨® el fot¨®grafo Catal¨¤-Roca, en una de esas visitas la gobernanta se empez¨® a desnudar y Mir¨® realiz¨® su primera fotograf¨ªa mental alucinado. Ya de ni?o dibujaba la fortificaci¨®n g¨®tica Castell de Bellver y las barcas que ve¨ªa en sus playas.
Joan Mir¨® y su esposa, Pilar Juncosa, decidieron instalarse por primera vez en la capital de la isla balear en 1940, tras el exilio en Varengeville-sur-Mer. Como indica Josep Massot en la definitiva biograf¨ªa del artista (Mir¨®, el ni?o que hablaba con los ¨¢rboles), ¡°el miedo, la humillaci¨®n de la derrota, la rabia, la impotencia, el dolor por los amigos muertos y saber que la bandera nazi ondeaba victoriosa por casi toda Europa debieron de acentuar el car¨¢cter melanc¨®lico de Mir¨®. Necesitaba fundar en su mundo interior un reino de libertad, ¨²nico ant¨ªdoto contra la tiran¨ªa¡±. Se alojaron en las casas familiares, como en la de los padres de ella, en Minyones 11. Entonces viv¨ªa de forma an¨®nima, con miedo a ser delatado a la polic¨ªa franquista, mientras pintaba sus Constelaciones. Dos a?os despu¨¦s, pasado el peligro, regresaron a Barcelona, para volver definitivamente a Palma en 1956. A partir de entonces se dej¨® seducir por el misterio de sus fiestas populares, los bailes en Valldemossa y la danza de los demonios de Algaida, y, por supuesto, por sus playas, por galer¨ªas de arte con las que tuvo relaci¨®n como el 4 Gats de Ferran Cano o la Sala Pelaires, y sus calles, de las que recog¨ªa todo cuanto llamara su atenci¨®n hasta el punto de que su mujer le repitiera: ¡°Un d¨ªa te llamar¨¢n trapero¡±.
Palma condensa todav¨ªa el universo Mir¨® y conserva espacios ic¨®nicos por los que el genio se movi¨®, adem¨¢s de una Fundaci¨®n extraordinaria. Esta es una ruta urbana por escenarios imprescindibles del artista.
1. La catedral
A Mir¨® le encantaba caminar solo, meditar y adentrarse en el barrio antiguo. Ten¨ªa por costumbre acudir a escuchar el ¨®rgano, los cantos y los rezos de los can¨®nigos en esa catedral g¨®tica en la que intervino Gaud¨ª realzando una atm¨®sfera de elevaci¨®n espiritual. Una tarde de luz de poniente reflejada en los vitrales, Mir¨® empez¨® a dibujar. Hay que prestar atenci¨®n a los juegos crom¨¢ticos que generan los dos rosetones, uno de mayor di¨¢metro que el otro. Siguiendo a Massot, se comprueba que ¡°la sensaci¨®n de transparencia y la viveza de los colores generan un ambiente de magia y misticismo¡±. En una entrevista con Pere Serra, Mir¨® confes¨®: ¡°Aquellas situaciones me inspiraron el cuadro Danseuse ¨¦coutant jouer de l¡¯orgue dans une cath¨¦drale gothique (Bailarina escuchando tocar el ¨®rgano en una catedral g¨®tica) y buena parte de las Constelaciones¡±.
2. Un dulce rinc¨®n
Todav¨ªa popular punto de encuentro entre los aut¨®ctonos y turistas, en la helader¨ªa Ca¡¯n Joan de s¡¯Aigo en el n¨²mero 10 de la calle Can San? se premiaba Mir¨® si hab¨ªa trabajado bien con una ensaimada con chocolate o con helados artesanales. El local a¨²n conserva cierto aura del a?o de su fundaci¨®n (1700), mobiliario acorde y variedad de dulces en la carta, entre los que destacan la coca de patata, los delicados cuartos y, por supuesto, las deliciosas ensaimadas. Vale la pena hacer una parada en este lugar escondido en las calles del concurrido centro de Palma.
Cerca, para seguir con una l¨ªnea acorde a Mir¨® como indudable ejemplo de artista en el proceso de convertirse en ni?o, espera el Museo del Juguete (Carrer de la Campana, 7), con unos 3.000 objetos.
Si el hambre deja de ser una idea, conviene tener en cuenta el Celler Pag¨¦s (Felip Bauz¨¤, 2), abierto, casualmente, en 1956. Conociendo los gustos populares del artista, es probable que lo visitara. Es un restaurante tradicional, en cuyas mesas han disfrutado de especialidades mallorquinas, como el tumbet y el frito mallorqu¨ªn, de Lola Flores a Chavela Vargas.
3. Su arte al aire libre
Palma cuenta con obra urbana de Mir¨®, como esculturas y un gran mosaico. Ya en 1951 Mir¨® afirm¨®: ¡°Una escultura tendr¨ªa que erigirse al aire libre, en medio de la naturaleza¡±. En la entrada de los jardines de S¡¯Hort del Rei se encuentra su escultura de una pastilla de jab¨®n, desgastada por el paso del tiempo, y que tiene por t¨ªtulo Monumento a la mujer. Al lado, la escultura m¨®vil Nancy, de un gran amigo suyo: Calder. A los pies de la catedral, en el Parc del Mar, un mosaico inspirado en el lienzo que le dedic¨® en 1983 a su primer nieto, David. Otra escultura m¨¢s aparece en la avenida Jaime III, en frente de la entidad Successi¨® Mir¨®. Es el reconocido Pavo, basado en la popular figura del bel¨¦n mallorqu¨ªn. Tambi¨¦n hay otras obras suyas expuestas en los museos Es Baluard (Pla?a Porta de Santa Catalina, 10) y en la Fundaci¨® Juan March (Sant Miquel, 11).
4. Los jardines de Marivent
Pero para sumergirse en un universo que une escultura y naturaleza, es imprescindible la visita a los jardines del palacio de Marivent, construido por el pintor y coleccionista egipcio de origen griego Juan de Saridakis entre 1923 y 1925. Actualmente pertenecen a una de las residencias oficiales de la Casa Real espa?ola. En los 9.000 metros cuadrados de jardines abiertos al p¨²blico de forma gratuita conviven 40 especies vegetales y 12 esculturas de bronce de Mir¨®, creadas entre 1969 y 1981 y que fueron cedidas por la familia del artista.
5. Una fundaci¨®n, tres espacios
Por su ubicaci¨®n, en lo alto de un mont¨ªculo, y a pesar de que el desarrollo urban¨ªstico de los a?os setenta masacr¨® la magia poblando su entorno de edificios sin sentido, la Fundaci¨® Pilar i Joan Mir¨® (miromallorca.com) tiene algo de sagrado. Se divide en tres espacios que merecen una pausada visita para descubrir el proceso creativo del pintor en el lugar en el que residi¨® y trabaj¨® durante casi 30 a?os.
Taller Sert
Cuando Pilar y Joan se instalan en la finca Son Abrines, el gran sue?o de Mir¨® era tener un estudio. Nadie como su amigo Josep Llu¨ªs Sert para llevarlo a cabo. Sin embargo, no fue ¨¦l (quiz¨¢s por su timidez) sino Juncosa quien se dirigi¨® al arquitecto v¨ªa Moncha (mujer de Sert). Tras dos a?os de intercambios de cartas, esbozos y croquis, en 1957 vio la luz el taller. Fue tanta su impresi¨®n cuando entr¨® que estuvo dos a?os sin pintar hasta que logr¨® hacer suyo el espacio, con sus instrumentos de pintura y su peculiar colecci¨®n de objetos, que inclu¨ªa desde un esqueleto de murci¨¦lago hasta una piedra hallada en la playa.
Josep Llu¨ªs Sert es un arquitecto crucial para entender el florecimiento del racionalismo, el nuevo lenguaje impuesto por la Bauhaus y por las ense?anzas de Le Corbusier. Es el m¨¢s genial de una generaci¨®n de arquitectos j¨®venes, cosmopolitas, con mentalidad progresista e integrados en la aventura creativa de la Segunda Rep¨²blica. Fue la figura m¨¢s visible del Grup d¡¯Arquitectes i T¨¨cnics Catalans per al Progr¨¦s de l¡¯Arquitectura Contempor¨¤nia, el GATCPAC. En cuanto termin¨® la carrera se march¨® a trabajar al estudio de Le Corbusier en Par¨ªs. El exilio obligado le permiti¨® superarse y proyectar obras determinantes en Harvard (Boston) o en Long Island (Nueva York). Pero aunque Sert emigrara a Estados Unidos, y llevara 20 a?os inhabilitado para ejercer en Espa?a, mantuvo sus lazos con Catalu?a y Baleares. El mundo mediterr¨¢neo continu¨® siendo fuente de inspiraci¨®n. Como indica William Curtis en La arquitectura moderna desde 1900, ¡°el estudio para Mir¨® est¨¢ formado por b¨®vedas a la catalana entrelazadas por muros de mamposter¨ªa con mucha textura, una estructura de hormig¨®n encalado y celos¨ªas profundamente perforadas para proteger del intenso sol meridional. Es un edificio alegre y sencillo que consigue asimilar algo del esp¨ªritu juguet¨®n del propio pintor, exalta un inter¨¦s an¨¢logo por la frescura de las formas populares y el surrealismo de los motivos campesinos. Estas preocupaciones quedan filtradas por un s¨®lido vocabulario en deuda tanto con Le Corbusier como con las figuras curvas de las esculturas de Mir¨® o de L¨¦ger de esa ¨¦poca¡±. Para Mar¨ªa del Mar Arn¨²s, autora de Ser(t) arquitecto, este realiz¨® ¡°para su amigo ¨ªntimo un espacio donde se a¨²nan arquitectura, escultura y pintura, un contenedor para la creaci¨®n¡±. En una entrevista para TVE, Moncha dijo: ¡°Mir¨® ten¨ªa adoraci¨®n por mi marido, y no paraba de decir: ¡®?Pu?eta!¡±.
La visita al taller es una experiencia sobrecogedora. En el estudio, mientras se imagina a Mir¨® tratando de representar pl¨¢sticamente el canto de los p¨¢jaros, resuenan melod¨ªas de Messiaen, Stockhausen y Satie. Dice el bi¨®grafo Josep Massot: ¡°Sin ser m¨²sico ¡ªa diferencia de Klee, que tocaba el viol¨ªn, o Kandinsky, que tocaba el violonchelo¡ª, Mir¨® acopl¨® m¨²sica a sus lienzos, la melod¨ªa y el ritmo mediante arabescos y l¨ªneas en zigzag, la fuga de Bach con el contraste entre elementos curvil¨ªneos y rectil¨ªneos, personajes que parece que se persiguen... e incorpor¨® intuitivamente estructuras polif¨®nicas, melod¨ªas simult¨¢neas, gradaciones de colores...¡±. Vale la pena que el visitante se detenga a inspeccionar los objetos que coleccionaba para inspirarse, siendo fiel a lo que le dijo a su marchante Pierre Matisse en 1936: ¡°Me siento atra¨ªdo por una fuerza magn¨¦tica hacia un objeto, sin la menor premeditaci¨®n, a continuaci¨®n me siento atra¨ªdo hacia otro objeto que se une al primero y que en contacto con ¨¦l provoca un choque po¨¦tico que hace que la poes¨ªa sea conmovedora y sin el cual no ser¨ªa eficaz¡±. Las cosas m¨¢s simples le aportaban ideas, la belleza de una concha, de una figura de pesebre, de un hueso le inspiraban revelando su inter¨¦s por lo popular. En una entrevista que le hizo Georges Raillard en 1977 confesar¨ªa: ¡°Yo no sue?o nunca de noche, pero en el taller estoy lleno de sue?o¡±. Luego, a?adir¨ªa: ¡°Cuando trabajo, sufro. Es la revoluci¨®n permanente¡±.
La ¡®possessi¨®¡¯ Son Boter
Son Boter es el nombre de la mas¨ªa del siglo XVIII situada encima del jard¨ªn de la casa de Mir¨®, otro de los espacios visitables de la Fundaci¨®n y su edificio m¨¢s antiguo. Se trata de otro taller, vac¨ªo de muebles, con gran valor documental y humano. Aqu¨ª Mir¨® aprovechaba las propias paredes para pintar esbozos que se conservan intactos, pruebas de lo que luego ser¨ªan grandes esculturas como Personnage et oiseau. Tambi¨¦n coloc¨® objetos de arte popular, planchas de cobre, telas pendientes de ser terminadas y una habitaci¨®n pintada de rojo con una colecci¨®n de mu?ecas (regalo de Antonio Saura), retratos de sus padres y de su hija y, c¨®mo no, una fotograf¨ªa de Picasso, lo que da la medida de la importancia que tuvo en su vida. Mir¨® coment¨® a Raillard: ¡°Picasso me dijo un d¨ªa que la creaci¨®n pura es un peque?o grafiti, un peque?o gesto en una pared. Esa es la aut¨¦ntica creaci¨®n. Por eso la primera etapa es tan importante para m¨ª. Es el nacimiento lo que m¨¢s me interesa¡±.
El Edificio Moneo
Los estudios se hab¨ªan quedado peque?os para mostrar la colecci¨®n de obras, y la donaci¨®n de unos terrenos por parte de Juncosa posibilit¨® la creaci¨®n del Edifio Moneo (inaugurado el 19 de diciembre de 1992), un centro vivo en consonancia con los deseos de Mir¨® de donar parte de su legado. Cuentan que el arquitecto Rafael Moneo qued¨® consternado por el desastre urban¨ªstico del entorno, de ah¨ª que el edificio, desde la entrada, trate de disuadir al visitante de la visi¨®n de las construcciones de los alrededores y crear un remanso de espiritualidad acorde con la pulsi¨®n de Mir¨®.
El museo gui?a un ojo al agua y proporciona una condici¨®n rota de la arquitectura para que la luz difusa que envuelve la galer¨ªa tenga algo de marino y de h¨²medo. ¡°Si as¨ª fuera ¡ªescribi¨® Moneo en 2005¡ª al recogido recinto de la galer¨ªa, como si se tratara del fondo del mar que tanto amaba Mir¨®, se encontrar¨ªan ahora sus cuadros, sus esculturas, sus cer¨¢micas, los objetos que con tanto inter¨¦s recog¨ªa en las playas de Mallorca. El agua anima la textura de los muros en los que reposan sus obras haciendo vibrar los rojos, los amarillos, los azules que disfrutan, en el cambio continuo, de aquella viveza que el pintor buscaba para sus colores¡±. Cuando el sol ba?a el edificio, el interior deviene una cenital caja de resonancia de luces reflejadas. Las ventanas bajas permiten ver los estanques y los jardines. En ellos, adem¨¢s de la estupenda cafeter¨ªa, destaca un mural inspirado en una obra de Mir¨®, realizado por la ceramista Maria Ant¨°nia Carri¨®. Los jardines recuperan, en parte, el entorno natural perdido y permiten la fusi¨®n entre arte y naturaleza, por la cual siempre hab¨ªa abogado Mir¨®. De hecho, los murales fueron una constante en su obra. Le tientan porque exigen el anonimato, porque llegan directamente a la masa social y porque juegan un papel en la arquitectura.
Todo invita, pues, al deleite de una m¨²sica callada que libera la imaginaci¨®n, y entre los p¨¢jaros, los astros o las mujeres de la obra pl¨¢stica de Mir¨®, la atm¨®sfera adquiere la densidad de un poema, como aquel de Santa Teresa que tanto gustaba al protagonista de esta historia: ¡°Eleva el pensamiento, / al cielo sube, / por nada te acongojes, / nada te turbe¡±.
Use Lahoz es autor de la novela ¡®Jauja¡¯ (Destino).
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