Aracena, la sierra del tomate ¡®rosao¡¯
De la arquitectura moz¨¢rabe de Al¨¢jar a la peculiar Matanza Vegetal de Calabazares, una ruta por la cara oculta del parque natural Sierra de Aracena, en Huelva
Aracena tiene tanto tir¨®n que siempre ha eclipsado a sus vecinos m¨¢s peque?os, los otros 27 pueblos de Huelva integrados en el parque natural Sierra de Aracena y Picos de Aroche: casi 187.000 hect¨¢reas de bosques de encinas, alcornoques y casta?os, que son reserva de la biosfera, y a cuya sombra viven los codiciados cerdos ib¨¦ricos. En una zona sembrada de peque?as aldeas, algunas con poco m¨¢s de un centenar de habitantes, Aracena, con sus m¨¢s de 8.000 vecinos, de los 40.000 que habitan en el parque, se lleva toda la fama. Y aunque la magia de la Gruta de las Maravillas siempre ejercer¨¢ un gran poder de atracci¨®n, otros pueblos quieren sacar pecho y recordar al viajero que la sierra de Huelva es mucho m¨¢s. Desde Linares de la Sierra hasta Calabazares, una de las 14 aldeas de Almonaster la Real en la que el n¨²mero de huertos (300) dobla al de sus vecinos, proponemos un recorrido por la carretera comarcal HU-8105 que parte de Aracena y discurre sinuosa, casi como un fresco t¨²nel verde, por el parque. Paradas todas ellas que no se vieron afectadas por el incendio que el pasado agosto arras¨® unas 12.000 hect¨¢reas de la zona.
La Pe?a de Arias Montano, un macizo de piedra horadado por 37 galer¨ªas, concentra todas las miradas
Linares de la Sierra, con sus 263 habitantes, es ideal para familiarizarse con la arquitectura serrana: casas encaladas con amplios zaguanes y doblaos (graneros bajo el tejado de la casa) ventilados por peque?as ventanas de madera. En sus empinadas calles llaman la atenci¨®n los llanos, unas alfombras de piedras blancas y negras delante de cada puerta, con los m¨¢s variados dise?os, y que proporcionan un espacio plano y c¨®modo para entrar a las viviendas. Linares, que debe su top¨®nimo a sus antiguas plantaciones de lino, es punto de partida para muchas rutas de senderismo de las que informan en el Centro de Ecoturismo Municipal. El centro est¨¢ ubicado en una original plaza de toros que ha aprovechado la orograf¨ªa del lugar para construir un tendido y hasta dos burladeros en un espacio que es plaza p¨²blica y cuando hay lidia se cierra con maderas para completar el coso. Mirando al tendido est¨¢ El Balc¨®n de Linares (calle Real, 4; +34 679 56 36 54), un bar restaurante conocido por sus buenas carnes y por un plato, bautizado con guasa como La Tapita, con el que puede comer una familia numerosa. Todo el conjunto merece un buen paseo, pero no se debe seguir camino sin antes pasar por la plaza del Ayuntamiento, con su Fuente Nueva y un lavadero circular que a¨²n se usa.
En Al¨¢jar, a unos cinco kil¨®metros, la famos¨ªsima Pe?a de Arias Montano concentra todas las miradas de cuantos visitan este municipio de casi 800 habitantes y con una buena infraestructura tur¨ªstica. Pero adem¨¢s de este gran macizo de piedra de origen k¨¢rstico, horadado por 37 galer¨ªas ¡ªsolo dos son visitables¡ª, el pueblo brinda otros placeres, como su arquitectura, con un barrio moz¨¢rabe herencia de su pasado que tambi¨¦n ha dejado huella en su nombre: Al¨¢jar significa piedra en ¨¢rabe. Su rico caser¨ªo, con algunos edificios del siglo XVIII, habla de otra ¨¦poca menos lejana en la que la villa era conocida por el poderoso gremio de los carreteros. Con sus potentes tiros de mulos, estos transportistas asentados en la aldea de El Calabacino llegaron a ser muy poderosos en el XVIII porque cargaban en Portugal el caf¨¦ y el oro que les llegaba de Brasil y los llevaban a los mercados espa?oles. Cuando la fuerza de los mulos se cambi¨® por la gasolina, algunos carreteros siguieron con sus idas y venidas entre Portugal y Espa?a, pero ya dedicados al contrabando. Un tendero del pueblo recuerda que, cuando compr¨® el negocio, en el hueco de la escalera hab¨ªa una estanter¨ªa que al empujarla se abr¨ªa a un gran almac¨¦n donde el anterior propietario atesoraba el caf¨¦ y el az¨²car que los carreteros sacaban de contrabando en los duros a?os tras la Guerra Civil.
La ley de la huerta
La siguiente parada, Santa Ana la Real, es un lugar mucho m¨¢s tranquilo que Al¨¢jar, tanto que en 2019 se hab¨ªa quedado con un solo bar que no siempre estaba abierto y el Ayuntamiento decidi¨® construir un local y ofrecerlo para su explotaci¨®n. Corral Concejo (calle de San Bartolom¨¦, 1; 648 15 61 56), con su terraza que mira hacia el blanco pueblo de 480 almas, abri¨® el pasado febrero en dicho espacio, justo antes del confinamiento, as¨ª que est¨¢n casi de estreno. Desde un extremo del municipio, en el mirador situado en la antigua era, parte una ruta geol¨®gica se?alizada de 4,7 kil¨®metros, y otros tantos de vuelta. Mientras que en el otro se encuentra la fuente del pueblo junto a su antiguo lavadero.
Siguiendo por la HU-8105 en direcci¨®n a Almonaster la Real, a unos cinco kil¨®metros hay que girar a la izquierda por la HV-1131 para descubrir el tesoro de Calabazares, que, lejos de esconderse, se exhibe orgulloso en 10 hect¨¢reas de huertas regadas por el arroyo de La Escalada. Con 130 habitantes, cero bares y cero tiendas, est¨¢ haciendo un enorme esfuerzo por luchar contra la despoblaci¨®n y recuperar sus tradiciones. Balduino Hern¨¢ndez, gestor cultural, compr¨® dos casas contiguas medio en ruinas a principios de los a?os noventa y, como en esta aldea perteneciente a la vecina Almonaster cada vivienda tiene asociada una o varias huertas, se convirti¨® en hortelano.
Aqu¨ª todo gira en torno al agua. Sus casas, encaladas y engalanadas con plantas, miran hacia el Sur, y su calle principal ¡ªque nunca ha tenido nombre, y aunque ahora el Ayuntamiento la ha bautizado, ning¨²n vecino parece usarlo¡ª est¨¢ delimitada por un muro de piedra seca, paralelo al cual corre la lieva (canal de agua) que riega el tesoro de Calabazares. Hay un documento, el pago de huertas (1950), en el que se establece el reparto de 120 horas semanales de agua entre todas las parcelas. Atendiendo a su tama?o e inclinaci¨®n, a cada una le corresponde un tiempo de riego (que puede oscilar entre 12 y 60 minutos) para que crezcan pimientos, berenjenas, pepinos marroquinos, patatas, cebollas rojas¡, pero, sobre todo, tomates rosaos, una variedad muy delicada que se cultiva en la zona desde el siglo XVIII y que ha estado a punto de extinguirse. Hasta que Hern¨¢ndez y un grupo de vecinos se han puesto manos a la obra.
Desde 2003, Calabazares celebra en agosto, cuando se recoge este carnoso y dulce fruto, la Matanza Vegetal, una fiesta en la que toda la aldea participa preparando el tomate embotellao (pelados, troceados y cocidos al ba?o Mar¨ªa, se convierten en una conserva para disfrutar de su sabor todo el a?o), que sirve de base para la cocina serrana. La recuperaci¨®n del tomate rosao ha sido el acicate que necesitaba la aldea para desempolvar su historia y desde hace seis a?os han vuelto a celebrar la Fiesta de la Cruz el ¨²ltimo fin de semana de mayo, una tradici¨®n que se hab¨ªa perdido en 1936, y con ella sus fandangos, los trajes de serrana¡ ¡°Aqu¨ª se cuida m¨¢s la tomatera que la mujer¡±, bromea un labriego mientras mima sus frutos.
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