El Jalisco de Juan Rulfo
De la hacienda San Pedro Tox¨ªn al pueblo de San Gabriel y el mirador Vine a Comala, escenarios del Estado mexicano que inspiraron al escritor
No es el sur de Jalisco el destino m¨¢s favorecido por el turismo, lo cual significa que probablemente se trate de una de las mejores zonas de M¨¦xico para visitar si se quiere conocer el pa¨ªs profundo. A fin de cuentas, el Estado cuya capital es Guadalajara pregona como lema ¡°Jalisco es M¨¦xico¡±, queriendo con ello decir que constituye su alma: tierra de charros (jinetes) y del mariachi. Pero tambi¨¦n es n¨²cleo literario. Aqu¨ª nacieron Juan Jos¨¦ Arreola y Juan Rulfo, quien marca esta ruta.
De los libros del segundo hay huella en diferentes localidades de la zona, que aparecen nombradas o veladamente en sus textos. Para empezar, conviene saber que el Comala de Pedro P¨¢ramo, su primera novela (1955), no es en realidad el bello pueblo hom¨®nimo a las afueras de Colima, peque?o Estado colindante. Aunque Comala lleva a gala la conexi¨®n de su nombre con la que es tal vez la mejor novela de la literatura mexicana, y sienta una estatua de Juan Rulfo en una banca de su plaza principal. A pesar de que no se corresponda con el emplazamiento de la historia, merecen una visita sus calles de casas blancas, con su parroquia de San Miguel Arc¨¢ngel y el Ayuntamiento, entre los cuales suele haber mercado de artesan¨ªas y productos de la regi¨®n, como el ponche de granada. En los portales, Don Comal¨®n es una buena cantina que con los tragos sirve gratis botanas como los sopitos (tortas de peque?o tama?o con carne, col y r¨¢banos). Si hay fiesta, a la mesa ir¨¢n una y otra vez m¨²sicos, no solo del lugar sino tambi¨¦n norte?os, ofreciendo su mercanc¨ªa sonora: ¡°?Una canci¨®n, amigo?¡±.
M¨¢s al norte en la carretera hacia el volc¨¢n de Fuego, el cercano pueblo de Suchitl¨¢n, aunque sin v¨ªnculo rulfiano, merece el trayecto. Es un lugar de tiempo inm¨®vil como un resto de mezcal que uno se resistiera a apurar de una botella antigua. Pero el caf¨¦ de la regi¨®n es excelente, y hay que probarlo por m¨¢s que el es¨®fago pida sensaciones m¨¢s bravas. Como tantos pueblos m¨¢gicos de M¨¦xico (o pueblos m¨¦xicos de M¨¢gico, la paronomasia est¨¢ justificada), el centro de la plaza acoge un quiosco de m¨²sica y una iglesita, adonde se baja por calles empedradas.
El foco del mundo de Juan Rulfo queda m¨¢s al norte, en la ¨¢rida planicie de El Llano en llamas (1953), escenario de los cuentos del libro. El escritor naci¨® en 1917 en Apulco, a 100 kil¨®metros de Suchitl¨¢n y ya en Jalisco. Hoy el lugar es una aldea de unos 300 habitantes con una bas¨ªlica que depende de la romana de San Juan de Letr¨¢n, y donde habitara la familia paterna hay ahora un monasterio de clausura de los Monjes Adoradores Perpetuos del Sant¨ªsimo Sacramento. Dirigido por el hermano Bruno, culto y buen conversador, se pueden concertar visitas. La bas¨ªlica, por su parte, eleva su prestancia junto a una casa rojiza cuajada de buganvillas y la antigua hacienda en cuyo patio tambi¨¦n brilla la vegetaci¨®n. Las calles est¨¢n desiertas, como las de Pedro P¨¢ramo. Acaso la ¨²nica feligresa, una anciana sale de misa con su rebozo y se interna tras una puerta que parece m¨¢s hecha de fantas¨ªa que de madera. Apenas hay nada aqu¨ª salvo un par de abarrotes, pero la soledad concierta muy bien con el taciturno Rulfo y su obra breve y despojada.
Ra¨ªces paternas
San Pedro Tox¨ªn es otra hacienda, en este caso del abuelo paterno de Rulfo, que fue administrada por su padre. Ahora hay un peque?o pueblo alrededor. Es un lugar remoto en todos los sentidos, en el que apenas hay un peque?o templo y, de nuevo, una plaza con su quiosco frente a una tienda en la que adem¨¢s de mercader¨ªas b¨¢sicas se expende mezcal de la zona. El viajero ha visto en el trayecto agaves, pero tambi¨¦n vides de reciente siembra. En la calle principal y viniendo del puente uno se cruza con grupos de ni?as cargadas de garrafas que van a hacer acopio de agua. Si es s¨¢bado o domingo, el r¨ªo Armer¨ªa re¨²ne a familias que pasan all¨ª la jornada, y a tres o cuatro kil¨®metros del pueblo, por una pista de tierra, se llega al paraje conocido como La Taza, peque?o embalse sobre un manantial que construy¨® el abuelo del escritor.
Volviendo atr¨¢s, a la izquierda, donde termina la localidad de El Paso Real, otro camino conduce a la fat¨ªdica curva donde Cheno, el padre de Rulfo, fue asesinado cuando este era ni?o, en 1923. Lo recuerda un cubo de cemento de pintura descascarillada que corona una oxidada cruz, sobre una pila de guijarros de luto. No es un paraje en s¨ª hermoso, por su aridez, pero encoge el alma pensar que ah¨ª fue emboscado un hombre y se torci¨® la vida del futuro escritor.
San Gabriel es el pueblo en el que se bas¨® Rulfo para su Comala, nombre ya presentado en la tercera palabra de la novela: ¡°Vine a Comala porque me dijeron que ac¨¢ viv¨ªa mi padre, un tal Pedro P¨¢ramo¡±. Se traslad¨® aqu¨ª con su abuela en 1929 despu¨¦s de morir su padre, y estudi¨® en el peque?o seminario que a¨²n funciona junto a la iglesia. En la calle Hidalgo est¨¢ la casa de una planta en la que residi¨®, y junto a la comisar¨ªa de polic¨ªa, como vigilando sus fantasmas, hay ahora un mural, heredero del arte pict¨®rico mexicano, que recuerda al autor y su obra.
De camino a Sayula por una carretera que se alza entre curvas, el mirador Vine a Comala goza de unas vistas inmejorables de todo el pa¨ªs de Juan Rulfo. Si no impresiona conducir de noche por este terreno accidentado, el atardecer es la hora perfecta para asomarse al Llano y ver en lontananza el Nevado de Colima y otros volcanes e intuir, espectral, la novela perdida La cordillera.
Antonio Rivero Taravillo es autor de ¡®M¨¢s tarde¡¯ (editorial Sloper).
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