Nancy, en la capital del ¡®art nouveau¡¯
Las plazas patrimonio mundial de Stanislas, Carri¨¨re y Alliance, el Museo de la ?cole de Nancy, el legado arquitect¨®nico de Jean Prouv¨¦ y una ineludible parada para comprar 'macarons'
Stanislas Leszczynski, ?mile Gall¨¦ o Jean Prouv¨¦ son nombres cuya impronta ordena est¨¦ticamente la visita a Nancy. Animada por las universidades (un tercio de sus poco m¨¢s de 100.000 habitantes son estudiantes), por la inercia de un pasado obrero y punk, por un impulso gastron¨®mico popular (de la aut¨¦ntica quiche a los macarons) y, sobre todo, por su enorme vinculaci¨®n con las artes pl¨¢sticas, la arquitectura, la forja o el dise?o, la ciudad francesa se revela ideal para poner en pr¨¢ctica el placer de los descubrimientos.
9.00. Un rey visionario
Es inevitable empezar por la plaza Stanislas (1), que une la neuve y la vielle Nancy, centro al que se volver¨¢ una y otra vez y al que se acabar¨¢ llamando Stan. Una puerta de entrada muy versallesca. Hasta 1789 se llamaba Place Royale y ten¨ªa en el centro una escultura en honor de Luis XV. Con la Revoluci¨®n pas¨® a llamarse plaza del Pueblo y, con la Restauraci¨®n, en 1831, incorpor¨® la estatua de Stanislas y el nombre actual. Rey de Polonia, ¨²ltimo duque de Lorena y benefactor de la ciudad que gobern¨® entre 1737 y 1766, Stanislas lo es todo en Nancy. De hecho se dice que invent¨® el baba au rhum y las magdalenas. Tambi¨¦n cre¨® el primer hospital y la primera biblioteca p¨²blica. Apasionado de la arquitectura neocl¨¢sica, transform¨® Nancy dando impulso a tres plazas que desde 1986 son patrimonio mundial y que se visitan como si una fuera consecuencia de la otra: Stanislas, Carri¨¨re y Alliance. Este Nancy imperial es demasiado placentero como para ir con prisas y da para pensar en la historia de las magdalenas. El rey Stanislas estaba en su finca de Commercy. El pastelero oficial dimiti¨® de su cargo y lo hered¨® una joven que ofreci¨® un dulce que encandil¨® tanto a Stan que le pregunt¨® su nombre: Madeleine Perraine, dijo ella, y el postre se qued¨® con su nombre.
En las inmediaciones, atenci¨®n a la hist¨®rica Maison des Soeurs Macarons, donde probar el dulce m¨¢s emblem¨¢tico.
11.00. Villas con encanto
A finales del XIX el movimiento art nouveau, inspirado por las formas org¨¢nicas de la naturaleza, lleg¨® a la ciudad para quedarse. Fue tanta la creatividad, tanto lo que se construy¨®, pint¨® y dise?¨® que dio para fundar la ?cole de Nancy (2), una escuela que tiene un museo y varias obras maestras. ?mile Gall¨¦ fue su primer presidente, y otorg¨® al movimiento una visi¨®n pedag¨®gica. El objetivo era sacar partido de la pujante industria de hierro y acero e impulsar los oficios de cristaler¨ªa y ebanister¨ªa. El recorrido por el museo revela c¨®mo confluyeron las b¨²squedas formales y las decorativas y el deseo de embellecer la vida cotidiana. Una a una aparecen piezas ilustres (mobiliario de Louis Majorelle, cuadros de Victor Prouv¨¦ o vidrieras de Jacques Gr¨¹ber) que explican por qu¨¦ Nancy es la capital del art nouveau en Francia.
El museo es un aperitivo de los edificios del Parc de Saurupt (3) (atenci¨®n a la Villa les Glycines y la Villa des Roches del omnipresente ?mile Andr¨¦) o la obligada visita a la Villa Majorelle (4), obra del arquitecto Henri Sauvage (1901-1902). Palabras mayores.
13.00. Quiche Lorraine para comer
El modernismo es buen pre¨¢mbulo para entender a Jean Prouv¨¦ (Par¨ªs, 1901-Nancy, 1984), el mayor constructeur, forjador, herrero, ingeniero y arquitecto autodidacta que dio el siglo XX. Un genio que aprendi¨® de la constancia del obrero (aqu¨ª abri¨® su taller en 1924) y de la inventiva de los artistas que ve¨ªa en las tertulias organizadas por su padre, Victor Prouv¨¦, pintor ¡°oficial¡± de la ?cole de Nancy, que propici¨® adem¨¢s que ?mile Gall¨¦ fuera su padrino. En el c¨¦ntrico cementerio de Nancy hay tres capillas con su firma en las puertas de hierro: ?mile Bachelet, Roch y Vilgrain, adem¨¢s de la tumba de la familia Prouv¨¦.
Otra evocaci¨®n suya es la intervenci¨®n llevada a cabo en la ampliaci¨®n de la brasserie L¡¯Excelsior (5) en 1931. La prodigiosa reforma de la escalera, la barandilla y la iluminaci¨®n es un poema de acero inoxidable que se refleja en el espejo para irradiar una de sus constantes: la simplicidad. Ya que estamos, aprovechamos para comer entre volutas y plafones, en un sal¨®n de estilo vien¨¦s ideal para entregarse a la quiche Lorraine y al baba au rhum, postre estrella de la casa, no por casualidad llamado ¡°Douceur du roi Stanislas¡±. Al rey le gustaba acabar sus comidas con kouglof, un pastel ba?ado con tokaji, vino blanco h¨²ngaro. Un d¨ªa en que no quedaba, pidi¨® que lo ba?aran con el alcohol m¨¢s barato que tuvieran a mano. Era ron. Y no solo le gust¨® a ¨¦l.
16.00. Siguiendo a un genio
Claude Prouv¨¦, uno de los hijos de Jean Prouv¨¦, hered¨® su pasi¨®n arquitect¨®nica y su fidelidad a esta ciudad. Suyo es uno de los edificios m¨¢s determinantes del Nancy contempor¨¢neo: el Palais des Congr¨¨s o Centre Prouv¨¦ (1 Place de la R¨¦publique) (6), en el que basta con observar los pilotis met¨¢licos para sentir el influjo del padre.
De vuelta a la c¨¦ntrica zona de Stan, el Museo de Bellas Artes (7) dedica a Prouv¨¦ una sala que explica mejor que ning¨²n manual la tenacidad solidaria de un hombre que, tras la II?Guerra Mundial, lleg¨® a ser alcalde de Nancy. Su visi¨®n del mundo no le dio para durar m¨¢s de seis meses en el cargo. Aqu¨ª est¨¢n los pupitres originales que cre¨® para las escuelas p¨²blicas de la posguerra y muchos de sus celebrados muebles que tan bien conjugan la resistencia y la delicadeza. Tambi¨¦n cerrada por la pandemia hasta nuevo aviso, en la Rue Augustin Hacquard est¨¢ la Maison de Jean Prouv¨¦, que construy¨® para su familia y en la que habit¨® hasta 1984.
18.00. Reclamos de la zona vieja
El parque de la P¨¦pini¨¨re (8) es un respiro y un estupendo pre¨¢mbulo al vielle Nancy, lleno de reclamos como la Porte de la Craffe (9), la iglesia des Cordeliers (10), la librer¨ªa L¡¯Abri du Temps (11) o la bas¨ªlica neog¨®tica de St. Epvre (12) y la animada plaza a la que da sombra.
Para seguir la pista de Jean Prouv¨¦ a¨²n queda el impactante Museo de la Historia del Hierro (13), edificio de su hijo con un interesant¨ªsimo espacio dedicado a su padre. Si la plaza Stanislas era una gran puerta de entrada a Nancy, este lugar, con el p¨®rtico original que Jean Prouv¨¦ construy¨® para el aeropuerto de Orly en 1958, es una gran puerta de salida. Eso s¨ª, antes de irse hay que dejarse caer por el n¨²mero 9 de la Rue de la Primatiale y degustar todos los vinos que hagan falta en L¡¯Echanson (14). Y, evidentemente, disfrutar de una cena en Les Fr¨¨res Marchand (99 Grande Rue) (15), brasserie familiar y festiva que transporta al viajero a un irrenunciable mundo de abundancia vital.
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