Por Eslovaquia, Moldavia y Bielorrusia, el territorio menos explorado de Europa del Este
Arquitectura brutalista en ciudades marcadas por su pasado sovi¨¦tico, fortalezas medievales de nobles poderosos, rutas enol¨®gicas por bodegas centenarias y parques naturales de naturaleza inalterada
A pesar del avance vertiginoso de las comunicaciones globales, que permiten viajar con relativa facilidad a casi cualquier rinc¨®n del mundo, sorprende encontrar todav¨ªa sobre el mapa europeo pa¨ªses en los que los turistas son una rareza. Moldavia, Bielorrusia y, en menor medida, Eslovaquia, figuran entre los destinos menos tur¨ªsticos y menos conocidos de los antes llamados pa¨ªses del Este, antiguos sat¨¦lites ideol¨®gicos de la extinta Uni¨®n Sovi¨¦tica, de la que a¨²n perduran huellas en sus ciudades y monumentos. Motivos para descubrirlos hay muchos.
Bisontes y aires sovi¨¦ticos en Bielorrusia
Son pocos los que eligen este antiguo territorio de la Uni¨®n Sovi¨¦tica como destino viajero. A lo sumo, incluyen Bielorrusia como etapa en un viaje m¨¢s largo con final en Rusia. El tama?o de su gigante vecino (17 millones de kil¨®metros cuadrados) empeque?ece este pa¨ªs cuya superficie es casi la mitad de la pen¨ªnsula Ib¨¦rica: 207.600 kil¨®metros cuadrados. Esta naci¨®n es probablemente la que m¨¢s y mejor ha conservado su pasado comunista. Llegar a Bielorrusia es como viajar en el tiempo, ya que conserva un marcado aroma estalinista en muchos de sus rincones.
Minsk: museos grandiosos, arte urbano y un retorno al pasado
Aunque tiene fama de triste y gris, Minsk ha sufrido una importante transformaci¨®n en los ¨²ltimos a?os, abri¨¦ndose poco a poco al modo de vida occidental. Ahora presume de una animada vida nocturna (hasta la llegada de la pandemia), buenos museos y oxigenantes parques que combina con una impresionante y rotunda arquitectura estalinista. La capital bielorrusa exhibe con orgullo su cara moderna, con caf¨¦s de moda, restaurantes siempre llenos, barras de sushi y galer¨ªas de arte que se han instalado en un centro urbano que en su d¨ªa fue remodelado al gusto del dictador sovi¨¦tico Josef Stalin (1878-1953).
Y, por supuesto, tambi¨¦n tiene su casco antiguo, bastante acogedor y agradable: Verkhni Horad (ciudad alta), que en su d¨ªa fue un pr¨®spero barrio jud¨ªo pero qued¨® muy destruido durante la Segunda Guerra Mundial. De antes de esta fecha apenas quedan unos pocos edificios, que junto con el reconstruido ratusha (Ayuntamiento), en la plaza Svabody, le dan al conjunto un aroma a historia.
Los que prefieran buscar vestigios del periodo sovi¨¦tico, los edificios m¨¢s impactantes de esta ¨¦poca est¨¢n fuera del centro, sobre todo al noreste, hacia el recinto deportivo del Minsk Arena. Uno de estos barrios, bautizado como?Oktyabrskaya en tiempos de la URSS, hoy se ha convertido en Vul Kastrychnitskaya, el barrio de las artes ¡°no oficial¡± de Minsk. Grafiteros brasile?os han pintado murales en las enormes fachadas de los grises bloques de viviendas, almacenes y f¨¢bricas, que en muchos casos albergan ahora espacios para eventos culturales, galer¨ªas y caf¨¦s a la ¨²ltima. El barrio, en definitiva, rezuma un refrescante esp¨ªritu contracultural, que aqu¨ª est¨¢ permitido mientras no se extienda a otras partes de la capital y del pa¨ªs, gobernado por el cuestionado presidente Aleksandr Lukashenko. Este particular distrito es de los pocos sitios de Minsk donde se puede o¨ªr hablar de pol¨ªtica. Aqu¨ª tambi¨¦n se ubica la Galer¨ªa de Arte Contempor¨¢neo, con enormes espacios postindustriales de exposici¨®n y una deliciosa cafeter¨ªa.
Pero la avenida principal de la ciudad es la de la Independencia (Nezalezhnastsi), el lugar ¨®ptimo para tomar el pulso a Minsk y que recorre de punta a punta la ciudad moderna, desde la muy austera y extensa plaza Nezalezhnastsi hasta llegar al colmo de la desmesura, la Biblioteca Nacional de Bielorrusia, una fara¨®nica construcci¨®n aprobada por el pol¨¦mico Lukashensko, con forma de cubo romboidal octa¨¦drico y que pasa por ser la tercera biblioteca del mundo por libros en idioma ruso.
La avenida de la Independencia es el mejor ejemplo del estilo imperial estalinista surgido tras la Segunda Guerra Mundial, con sus extensas plazas, parques de utop¨ªa y grandiosas joyas arquitect¨®nicas como la Oficina Central de Correos. Paseando por ella es imposible no ver la imponente Casa de Gobierno, con una estatua de Lenin delante. Es uno de los bellos ejemplos de la arquitectura constructivista ¡ªmovimiento surgido en Rusia en 1914 y que se hizo especialmente presente despu¨¦s de la Revoluci¨®n de Octubre¡ª de antes de la guerra. Si nos dirigimos hacia el norte pasaremos junto al inquietante cuartel general de la antigua KGB y por la tambi¨¦n intimidante plaza Kastrychnitskaya, antes de cruzar el r¨ªo Svislach que bordea los dos principales parques de la ciudad.
El mejor museo de Minsk est¨¢ dedicado a la Gran Guerra Patria, en un llamativo edificio nuevo, y es todo un despliegue expositivo sobre el sufrimiento y el hero¨ªsmo de Bielorrusia durante la ocupaci¨®n nazi. De obligada visita. Un lugar m¨¢s amable, y menos cargado de dramatismo, es el barrio de la Trinidad, que en realidad es una recreaci¨®n de edificios de la Minsk anterior a la guerra, en una curva del r¨ªo al norte del centro, con peque?os caf¨¦s, restaurantes y tiendas.
Brest y Grodno, las ciudades que miran al Oeste
La otra capital de Bielorrusia es Brest, una ciudad fronteriza con Polonia, pr¨®spera y cosmopolita, que mira mucho m¨¢s a la vecina Uni¨®n Europea que a Minsk. Casi todos los puntos de inter¨¦s est¨¢n en el interior o en los alrededores de la fortaleza que, a un paso de la frontera, flaquea los r¨ªos Bug y Mujav¨¦ts. Hasta all¨ª se llega paseando desde la c¨¦ntrica Vul Sovetskaya, una agradable calle peatonal llena de bares y restaurantes. La fortaleza conmemora la resistencia, mucho m¨¢s larga de lo que esperaban, que mantuvieron los soldados sovi¨¦ticos ante el avance nazi en junio de 1941. La guarnici¨®n sovi¨¦tica logr¨® resistir heroicamente durante un mes, y su haza?a pas¨® a la historia. Preside el complejo Valentia, una cabeza esculpida de soldado, que surge de una enorme roca, flanqueada por un alt¨ªsimo obelisco conmemorativo. A su alrededor hay varios museos relacionados con este asedio.
En los alrededores de Brest est¨¢ el parque nacional?Belovezhskaya Pushcha, la reserva de fauna m¨¢s antigua de Europa y el orgullo de Bielorrusia. Este bosque primitivo, que al otro lado de la frontera contin¨²a extendi¨¦ndose, ya bajo administraci¨®n polaca bajo el nombre de Bialowieza, es famoso por ser el hogar de unos 300 bisontes europeos. La posibilidad de ver a estos ungulados en estado salvaje es posible si se realiza un circuito por el parque, aunque siempre habr¨¢ que tener algo de suerte.
La otra gran ciudad fronteriza con Polonia es Grodno, una relajada localidad en la que se conserva bastante arquitectura que no sufri¨® los da?os de la guerra. Sus hitos tur¨ªsticos son el Castillo Viejo y el Castillo Nuevo, uno junto a otro, a orillas del r¨ªo Niemen. El Castillo Viejo se encuentra en gran parte en ruinas pero tiene un ala restaurada donde est¨¢ instalado el Museo de Arqueolog¨ªa e Historia. El Castillo Nuevo, de estilo rococ¨®, fue levantado en el siglo XVIII por los gobernantes polaco-lituanos para sustituir al viejo y hoy es un ecl¨¦ctico museo de arte con bonitos cuadros del siglo XIX.
Mir,?Nesvizh y Vitebsk, la esencia de Bielorrusia
Quiz¨¢ para empaparse realmente de un pa¨ªs haya que salir de sus grandes metr¨®polis y conocer sus ciudades de provincia, m¨¢s peque?as y aut¨¦nticas. En Bielorrusia estas ciudades podr¨ªan ser Nesvizh, Mir y Vitebsk. La primera est¨¢ a solo 120 kil¨®metros al suroeste de Minsk. Escaparse hasta all¨ª merece la pena solo por ver el espl¨¦ndido castillo de Nesvizh, levantado por los Radziwill, una de las m¨¢s antiguas y ricas familias de la nobleza polaco-lituana, en 1583, aunque reconstruido y renovado despu¨¦s otras muchas veces. Hoy los visitantes pueden ver m¨¢s de 30 salas restauradas y un impresionante patio.
La otra excursi¨®n desde Minsk es Mir, una peque?a ciudad encantadora, a 85 kil¨®metros de la capital, presidida por un rom¨¢ntico castillo del siglo XVI que tiene unos fabulosos jardines y unos interiores bien recuperados.
Mucho m¨¢s lejos, al norte del pa¨ªs y casi en la frontera rusa, est¨¢ Vitebsk, que fue un importante centro de la cultura jud¨ªa porque era una de las principales zonas de asentamiento del imperio ruso donde se les permit¨ªa vivir. Su hijo m¨¢s c¨¦lebre fue el pintor expresionista Marc Chagall (1887 - 1985), que inmortaliz¨® Vitebsk en sus primeras obras. Hoy es una ciudad agradable, con una calle peatonalizada en el centro en torno a la que se concentran los bares y restaurantes, y varias iglesias y museos. L¨®gicamente, hay varios dedicados a Chagall: el Centro de Arte Marc Chagall, con unas 300 obras del artista ruso, y la Casa Museo de Mark Chagall donde el artista vivi¨® de ni?o, entre 1897 y 1910, unos a?os maravillosamente evocados en su autobiograf¨ªa.
Moldavia, la Europa m¨¢s olvidada
Igual que hay naciones que figuran siempre en los listados de los pa¨ªses m¨¢s felices del mundo, hay otros que siempre aparecen entre los m¨¢s infelices. Uno de ellos es Moldavia, un peque?o territorio entre Ruman¨ªa y Ucrania que contin¨²a siendo uno de los m¨¢s pobres de Europa, aunque poco a poco va ganando en ¡°felicidad¡± (un concepto abstracto que en este caso hay que traducir como "bienestar¡± o ¡°calidad de vida¡±).
Con todo, Moldavia tiene sus encantos y los m¨¢s viajeros se animan a descubrir su naturaleza virgen y sus fabulosas rutas vin¨ªcolas. Las carreteras poco transitadas a?aden encanto al viaje, y quienes buscan algo incluso m¨¢s curioso y desconocido pueden encontrarlo en la llamada rep¨²blica independiente de Transnistria, un pa¨ªs sin ning¨²n tipo de reconocimiento internacional, a excepci¨®n de Rusia, enclavado en la frontera oriental de Moldavia con Ucrania.
Chisin¨¢u, el centro de todo
Casi todas las carreteras de Moldavia llevan a su capital, Chisin¨¢u, en el centro del pa¨ªs, una ciudad algo aletargada que disfruta con el buen comer y el buen beber, con parques donde los jubilados juegan al ajedrez bajo ¨¢rboles centenarios y terrazas para tomar un caf¨¦ mientras se contempla el tr¨¢nsito de personas. El m¨¢s popular y c¨¦ntrico es el Parcul Catedralei, muy popular entre las familias que pasan all¨ª el d¨ªa los fines de semana. En torno a ¨¦l: la Catedral Metropolitana de la Natividad con un campanario del siglo XIX, el Arco de Triunfo, tambi¨¦n llamado ¡°Las Puertas Sagradas¡±, y, al noroeste, el animado Mercado de las flores.
Aparte de su ambiente provinciano y de la agradable vida en sus parques, la ciudad solo puede ofrecer al visitante algunos museos: el de Historia y Arqueolog¨ªa, el de Etnograf¨ªa e Historia Natural, el del Ej¨¦rcito (con una emotiva exposici¨®n sobre la represi¨®n de la ¨¦poca sovi¨¦tica) o el Museo Nacional de Arte, aunque ninguno justificar¨ªa por si solo una escapada a Chisin¨¢u. Lo que s¨ª es interesante es que la ciudad se encuentra en el centro del pa¨ªs y permite salir a recorrer sus carreteras tranquilas hasta las bodegas de los alrededores, el verdadero reclamo de Moldavia.
Una escapada de vinos¡ moldavos
Moldavia hizo las veces del valle del R¨®dano para la Uni¨®n Sovi¨¦tica, principal consumidor entonces de sus poderosos vinos. Actualmente, dos de los principales productores de vino del mundo est¨¢n a 20 kil¨®metros de Chisin¨¢u: Cricova y Milestii Mici, de cuyas barricas salen millones de botellas cada a?o. En Cricova est¨¢n una de las bodegas subterr¨¢neas m¨¢s grandes del mundo, a 60 metros bajo tierra y con unos 100 kil¨®metros de largos pasadizos que se recorren en tren el¨¦ctrico. Es una atracci¨®n muy visitada tanto por los moldavos como por turistas de pa¨ªses cercanos. Tambi¨¦n se puede reservar una cata m¨¢s ¨ªntima en alguna de las tiendas especializadas en vinos cerca de Chisin¨¢u, como el Castel Mimi, una bodega legendaria 40 kil¨®metros al sur de la capital, en una casa solariega restaurada; o el Ch?teau Purcari, a 115 kil¨®metros de Chisin¨¢u, que produce de los mejores vinos del pa¨ªs.
Dejando a un lado el culto a Baco, muy cerca de all¨ª encontramos otra de las se?as de identidad moldavas: el complejo arqueol¨®gico y eclesi¨¢stico de Orheiul Vechi, el sitio hist¨®rico m¨¢s importante del pa¨ªs y un bonito paraje natural. Est¨¢ en lo alto de un risco que domina el r¨ªo Raut y es famoso por su monasterio rupestre excavado por monjes ortodoxos en el siglo XIII, que se completa con ba?os, fortificaciones y ruinas de hace m¨¢s de 2.000 a?os.
Soroca y la reserva del Bajo Prut
En ambos extremos del pa¨ªs se ofrecen sendas escapadas. Al sur, en plena naturaleza, la reserva de la biosfera del Bajo Prut es la oportunidad de disfrutar de su principal espacio natural. Aqu¨ª se puede practicar kayac, hacer acampada, excursiones de monta?a o incluso alguna incursi¨®n en la vecina Ruman¨ªa. El lago Beleu ocupa las dos terceras partes de la superficie total y el humedal que se extiende por la orilla izquierda del r¨ªo Prout alberga ricos ecosistemas acu¨¢ticos, forestales y de praderas.
Y en el extremo norte, en una situaci¨®n privilegiada sobre el Dni¨¦ster, est¨¢ Soroca, la capital roman¨ª extraoficial de Moldavia, con sus llamativas y fant¨¢sticas mansiones de los ¡°reyes¡± roman¨ªes en las calles de lo alto de la colina. La fortaleza de Soroca se remonta al siglo XV, cuando reinaba el pr¨ªncipe moldavo Esteban el Grande, que la construy¨® sobre las ruinas de una antigua fortaleza de madera con forma circular, con cinco bastiones. Lo mejor de la fortaleza son las fabulosas vistas del r¨ªo Dni¨¦ster con los campos ucranianos al fondo.
Transnistria, un Estado que solo existe para s¨ª mismo
Pocos lugres m¨¢s ex¨®ticos dentro de Europa que Transnistria, un territorio que declar¨® su independencia de Moldavia en 1990 y desde entonces tiene una situaci¨®n pol¨ªtica tan particular que uno no sabe d¨®nde est¨¢ realmente. Esta autoproclamada rep¨²blica es una estrecha franja en la orilla oriental de r¨ªo Dni¨¦ster que Moldavia considera todav¨ªa parte de su territorio nacional, segregado con el amparo y tutela de Rusia. En Transinistria lo ven de otra forma, y consideran que se ganaron su independencia tras una sangrienta guerra civil. As¨ª que el pa¨ªs solo est¨¢ reconocido como tal por sus propios habitantes y por Rusia, que lo conoce como Pridnestrovie. A pesar de eso, es relativamente sencillo entrar: basta con exhibir un pasaporte v¨¢lido en la ¡°frontera¡± (o si se llega en tren, en la propia estaci¨®n).
En esta peque?a rep¨²blica, con capital en Tiraspol (la segunda ciudad m¨¢s poblada de Moldavia), reina una tranquilidad inquietante y todo recuerda a la ¨¦poca sovi¨¦tica, desde las se?ales en las calles a los nombres de los parques. Entre los puntos m¨¢s interesantes para hacer turismo: el monasterio de Noul Neamt, un sobrio lugar al sur de Tiraspol, presidido por un sorprendente campanario de 70 metros, que permite contemplar un despejado paisaje; el Museo de la Historia de Tiraspol, para conocer la atormentada historia del pa¨ªs, o la fortaleza otomana de Bendery, cerca del puente que enlaza Bendery con Tiraspol, y que fue construida en el siglo XVI. Desde entonces ha sido testigo de muchas luchas entre turcos y rusos. Se puede pasear por las murallas y contemplar las vistas del r¨ªo Dni¨¦ster, hacer un p¨ªcnic en uno de los patios o visitar sus museos.
Eslovaquia, el desconocido coraz¨®n de Europa
Aunque geogr¨¢ficamente ocupa el centro del Viejo Continente, Eslovaquia forma parte de lo que siempre conocimos como pa¨ªses del Este. Hace ya 25 a?os de la disoluci¨®n de la antigua Checoslovaquia y la parte m¨¢s oriental de aquel pa¨ªs de la ¨®rbita sovi¨¦tica se ha afianzado como una naci¨®n independiente y segura de s¨ª misma. Su capital, Bratislava es un reclamo tur¨ªstico incuestionable, pero el pa¨ªs tambi¨¦n cuenta con atractivos para los amantes del aire libre: las rutas de senderismo del Alto Tatra discurren por paisajes bell¨ªsimos, con lagos que parecen espejos donde se reflejan picos de hasta 2.000 metros.
Su regi¨®n oriental es mucho menos visitada, a pesar de tener atractivos indiscutibles, como sus iglesias, la encantadora metr¨®polis de la zona, Zosice, o la regi¨®n vin¨ªcola de Tokay, todo ello en un paisaje rural muy poco poblado.
Lo bueno de Eslovaquia son sus dimensiones, que permiten abarcarlo todo, y terminar con una buena cerveza en cualquiera de sus tabernas. Es tambi¨¦n una escapada estupenda para un fin de semana desde Rep¨²blica Checa, el sur de Polonia, Budapest o Viena.
Bratislava, elegancia centroeuropea
A orillas del Danubio, y no muy lejos de Viena, Bratislava es la capital desde la independencia del pa¨ªs en 1993. Es una de esas elegantes ciudades europeas, que pueden presumir de caf¨¦s, animadas cervecer¨ªas y un bonito casco antiguo con palacios barrocos y un castillo medieval y renacentista. A todo eso hay que a?adir una contundente arquitectura brutalista de la ¨¦poca sovi¨¦tica. Pese a todo, es mucho menos visitada que otras joyas centroeuropeas, aunque se ha ido haciendo muy popular como escapada de un d¨ªa desde Viena y como destino de despedidas de soltero desde Austria.
Ya en el siglo XII, Bratislava era una importante ciudad de la Gran Hungr¨ªa que se desmembr¨® como consecuencia de la Primera Guerra Mundial. Muchos de sus imponentes palacios barrocos se erigieron durante el reinado de la emperatriz Mar¨ªa Teresa de Austria, en el siglo XVIII, pero no se convirti¨® oficialmente como segunda ciudad del Estado checoslovaco hasta despu¨¦s de la Segunda Guerra Mundial, cuando las grandes potencias se repartieron Europa. Bratislava era codiciada sobre todo por Austria, ya que la mayor¨ªa de su poblaci¨®n era germanoparlante.
Tras la guerra, los comunistas demolieron gran parte del casco antiguo, sinagoga incluida, para abrir paso a una carretera. A¨²n as¨ª, queda mucho por ver: el reconstruido castillo de Bratislava, que parece sacado de un cuento infantil y con unos cuidados jardines barrocos; la plaza Mayor, centro de la historia, de los festivales y de su sofisticada cultura de caf¨¦, y las diversas casas que la rodean, como el antiguo ayuntamiento o los palacios g¨®ticos y neobarrocos. G¨®tica es tambi¨¦n la catedral, que ha acogido 19 coronaciones reales. Y el Museo de la Cultura Jud¨ªa nos revelar¨¢ c¨®mo era la floreciente comunidad hebrea de Bratislava y la impresionante arquitectura jud¨ªa de la ciudad que se perdi¨® durante y despu¨¦s de la Segunda Guerra Mundial.
Bratislava tiene tambi¨¦n una cara modernista y guarda una excelente colecci¨®n de edificios estilo art nouveau. Como la villa en tonos verde pastel de la calle Jesensk¨¦ho, en forma de palacio, y otras casas se?oriales y hoteles que uno casi podr¨ªa imaginar en Barcelona, sin olvidar la joya del modernismo en Bratislava: la Iglesia Azul. Est¨¢ algo alejada del casco hist¨®rico pero el paseo merece la pena para ver el templo de Santa Isabel, de principios del XX, obra de ?d?n Lechner, uno de los mejores arquitectos modernistas h¨²ngaros (Bratislava formaba entonces parte del imperio Austroh¨²ngaro).
Una forma de visitar el centro es fijarse en las peque?as coronas doradas que hay en el suelo, la ruta de la coronaci¨®n, y que siguen el recorrido que hizo la emperatriz Mar¨ªa Teresa el d¨ªa de su coronaci¨®n, el 25 de junio 1740. Se descubren as¨ª los rincones con m¨¢s encanto de la capital eslovaca.
Rumbo al este: Bansk¨¢ Stiavnica, Bojnice y Vikol¨ªnec
En la Eslovaquia central, y camino de las maravillas naturales del Alto Tatra, hay tres paradas que merecen la pena. Por un lado, tenemos la ciudad de la plata, Bansk¨¢ Stiavnica, considerada la ciudad m¨¢s bonita del pa¨ªs, y desde 1993 patrimonio mundial por la Unesco. Las minas de oro, plata y otros 140 minerales proporcionaron enormes riquezas a este lugar en una regi¨®n agreste, y llenaron sus calles de mansiones lujosas, palacetes e iglesias. Gran parte de su esplendor arquitect¨®nico est¨¢ en la plaza de la Sant¨ªsima Trinidad (N¨¢m xv Trojice) y en sus alrededores, en el casco antiguo. Sus calles van trepando hacia la parte m¨¢s alta donde encontramos los dos imprescindibles de la ciudad: el Castillo Viejo, una fascinante lecci¨®n de historia, y el excepcional Calvario, en lo alto de una colina a dos kil¨®metros del casco antiguo, un lugar de peregrinaje y culmen del barroco en el pa¨ªs.
Otra parada imprescindible en esta regi¨®n central es el castillo de Bojnice, con sus torres y torrecillas almenadas de piedra rosada. Es la fortificaci¨®n m¨¢s visitada de Eslovaquia. A principios del siglo XX, la familia Palffy la reconstruy¨® inspir¨¢ndose en los castillos franceses del Loira, elevando Bojnice a su esplendor neobarroco actual. Est¨¢ considerado uno de los 10 castillos m¨¢s bonitos de Europa y ha servido de escenario para muchos rodajes cinematogr¨¢ficos.
Es tambi¨¦n interesante acercarse a Vikol¨ªnec, un pueblo de casas de colores achaparradas que evocan la Europa medieval con un toque al Hobbit del escritor brit¨¢nico J. R. R. Tolkien. Esta aldea de monta?a est¨¢ declarada patrimonio mundial y conserva 45 construcciones tradicionales de troncos, que incluyen un campanario de madera, del siglo XVIII, una capilla cat¨®lica barroca y muchas casitas pintadas de color melocot¨®n y celeste.
Los Tatra, los C¨¢rpatos m¨¢s salvajes
Todo lo que se diga sobre la majestuosidad de estos montes es poco: sus m¨¢s de 300 picos forman el sector m¨¢s alto de los C¨¢rpatos centrales. El Alto Tatra, la sierra m¨¢s alta de los C¨¢rpatos, es un lugar casi m¨ªtico para los eslovacos. Su emblema es el pico torcido del monte Krivan (2.495 metros sobre el nivel del mar), que es adem¨¢s un s¨ªmbolo en la cultura popular y la literatura, pero hay otros muchos montes que atraen a los excursionistas. Junto con el parque nacional polaco del mismo nombre, el eslovaco parque nacional de los Tatra est¨¢ protegido como reserva de la biosfera de la Unesco.
La puerta de entrada al Alto Tatra es Poprad, una base estupenda para excusiones de senderismo o esqu¨ª en el d¨ªa. Hay multitud de sitios donde caminar por lagos y gargantas o esquiar. Y Propad tiene adem¨¢s sus propios atractivos, como el barrio de Spissk¨¢ Sobota, con edificios renacentistas muy bien conservados.
Los pueblos tur¨ªsticos de?Smokovec son tambi¨¦n un acceso c¨®modo al Alto Tatra, una zona con larga tradici¨®n vacacional desde finales del siglo XVIII que conserva todav¨ªa un cierto aire nost¨¢lgico. Una buena senda para recorrer la zona es la ruta Tatransk¨¢ Magistr¨¢la, que sigue la vertiente sur del Alto Tatra a lo largo de 65 kil¨®metros, de inicio a fin. Y entre las im¨¢genes m¨¢s bellas que nos depara esta aventura, la del lago glacial de Strbsk¨¦ Pleso, que recibe una gran cantidad de visitantes durante todo el a?o, gracias tambi¨¦n a los esquiadores que aprovechan la temporada m¨¢s larga del a?o para visitar el pa¨ªs.
El Este eslovaco, tierra de vinos
La parte m¨¢s oriental de Eslovaquia es tierra de misteriosas iglesias, bodegas medievales y una de las mejores regiones vin¨ªcolas de Europa. Entre los hitos de la zona est¨¢ la antigua ciudad real de Levoca, con un casco antiguo medieval, protegido por la Unesco, y una plaza principal que re¨²ne casonas burguesas con gabletes y un Ayuntamiento maravillosamente reconstruido. Otra parada que merece la pena es Spissk¨¦ Podhradie, coronada por el castillo m¨¢s espectacular de Eslovaquia, que ha lanzado al estrellato tur¨ªstico a este pueblo. El castillo de Spis es patrimonio mundial y uno de los complejos fortificados m¨¢s grandes de Centroeuropa.
El parque nacional Slovensky Raj, al este de Eslovaquia, tiene un poco de todo: cuevas, ca?ones y cascadas en las que se trepa, se gatea y se acaba empapado. Es un para¨ªso para senderistas, que pueden hacer una pausa en monasterios en ruinas o aventurarse en cuevas de hielo.
Y queda a¨²n una parada m¨¢s al este, para conocer la llamada Tierra del Vino. La localidad de Kosice, cercana a la frontera h¨²ngara y cuyos or¨ªgenes se remontan al Medievo, tiene un tesoro en forma de torres g¨®ticas, bastiones medievales y escultura barroca, incluyendo una monumental catedral g¨®tica. El centro de todo es su alargada plaza principal, Hlavn¨¦ N¨¢m, con el teatro estatal, una fuente musical, fuentes, jardines y caf¨¦s. Al sur de Kosice se extiende la regi¨®n de vinos m¨¢s famosa de Eslovaquia, Tokay, que con el mismo nombre se introduce en Hungr¨ªa, donde se produce un popular vino de postres.
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