Minsk: hamburguesas en la calle de Lenin
Ecos sovi¨¦ticos en la capital de Bielorrusia, una ciudad que se va abriendo al modo de vida occidental
La c¨¦ntrica calle de Lenin de Minsk cuenta hoy con un exitoso McDonald¡¯s, justo frente a la sede de los almacenes GUM, la quintaesencia del consumo de la ¨¦poca sovi¨¦tica. En la hamburgueser¨ªa se amontonan grupos de adolescentes tecleando el m¨®vil y con los cascos pegados a las orejas. En el GUM, unas se?oras maduras con el pa?uelo puesto, que vivieron la mayor parte de su vida en la era sovi¨¦tica, hacen ordenada fila ante las cajas para aprovechar la ¨¦poca de las rebajas. No muy lejos ha abierto un Kentucky Fried Chicken¡, justo debajo de un gran e imponente mural de bronce que retrata una gesta b¨¦lica heroica de la ¨¦poca del homo sovieticus.
La capital bielorrusa ¡ªque acogi¨® el pasado junio los Juegos Europeos de 2019, con sus 4.000 atletas de 50 pa¨ªses¡ª parece como suspendida entre dos ¨¦pocas. Entre dos mundos. Y es que el viejo t¨®pico que hace de Minsk el ¨²ltimo museo del comunismo en Europa ya no responde a la realidad. Hoy es una ciudad que se va abriendo al modo de vida occidental. Con bastante retraso, es cierto, comparada con sus hermanas, las dem¨¢s capitales del este de Europa.
Minsk abunda en paradojas que reflejan esta fase de transici¨®n. Su callejero incluye todo el santoral de la ¨¦poca comunista: aparte de la calle de Lenin, hay otras dedicadas a Engels, a Marx (la Karla Marksa), a la Revoluci¨®n o a los Komsomols (Juventudes Comunistas). La hoz y el martillo, as¨ª como las estrellas rojas, siguen omnipresentes: se ven en lo alto de muchos edificios o en su entrada, en las barandillas de los puentes, en las verjas de algunas casas. Es dif¨ªcil caminar m¨¢s de 10 minutos sin desembocar ante alg¨²n mural alabando la heroicidad b¨¦lica de proletarios y campesinos.
Pero tambi¨¦n compiten por el espacio otros paneles: los de la publicidad para bancos (hay cajeros autom¨¢ticos por doquier), detergentes, perfumes¡ Y para casinos, que se anuncian desde el mismo aeropuerto de Minsk, incluso en chino (la presencia econ¨®mica de Pek¨ªn en Bielorrusia va creciendo de manera espectacular). A ambos lados de la c¨¦ntrica calle de Lenin se alinean los bistr¨®s de estilo parisiense con nombres franceses, como el Grand Caf¨¦, el restaurante Avignon, La Cr¨ºte d¡¯Or, donde se puede saborear comida internacional escuchando canciones en la lengua de Voltaire, pero tambi¨¦n en la de Cervantes.
Unos armoniosos edificios de ladrillo rojo que evocan la era sovi¨¦tica albergan las tiendas m¨¢s modernas
Zonas verdes
Pasear por el centro es sorprenderse ante estos contrastes continuos. En la imponente avenida Nezalezhnosti ¡ªnada menos que de ocho carriles de ancho¡ª unos armoniosos edificios de ladrillo rojo que evocan la arquitectura de la ¨¦poca sovi¨¦tica albergan algunas de las tiendas m¨¢s modernas. Es el eje principal del n¨²cleo central de Minsk, compuesto de amplias calles rigurosamente rectil¨ªneas. Se suceden palacetes, arcadas y columnas que dan a la capital un aspecto se?orial. Tambi¨¦n abundan las zonas verdes ¡ªel parque de Gorky, el de la Victoria y el de Yanka Kupala¡ª, donde se re¨²nen las familias los fines de semana. Cerca, en un peque?o cerro, el viajero encuentra lo poco de casco viejo que dejaron los destrozos de la Segunda Guerra Mundial. Cuenta con su zona de marcha y de botell¨®n en torno a la calle Zibitskaya, donde los m¨²sicos callejeros procuran hacerse o¨ªr en medio de los sonidos rockeros que salen de los bares.
La capital bielorrusa hace, con raz¨®n, alarde de cultura. Los espect¨¢culos del Bolsh¨®i de Minsk no le van a la zaga a los de su hom¨®nimo de Mosc¨², y los precios son m¨¢s que reducidos. Adem¨¢s, cuenta con 18 museos. Algunos son sorprendentes, como el del Ministerio del Interior, al lado de lo que fue el edificio del KGB. Pero si hay un museo cuya visita es imprescindible para entender los sentimientos de los bielorrusos, es el de la Historia de la Gran Guerra Patri¨®tica, siempre abarrotado y recorrido por m¨²ltiples colegios. Est¨¢ instalado desde 2014 en un monumento de arquitectura a la vez vanguardista y pomposa, al que se accede por un agradable paseo a orillas del r¨ªo Sv¨ªslach. Cuenta la historia de la Segunda Guerra Mundial desde el punto de vista sovi¨¦tico (la anexi¨®n a la fuerza por Mosc¨² de los pa¨ªses b¨¢lticos en junio de 1940, por ejemplo, es una simple ¡°incorporaci¨®n¡±). Lo que constituye precisamente su mayor inter¨¦s, ya que est¨¢ considerado como el mayor museo de su g¨¦nero en el territorio de la ex-URSS. Exhibe una exhaustiva documentaci¨®n de la ¨¦poca (fotos, escritos, pel¨ªculas, objetos personales) que permite relatar de manera pormenorizada c¨®mo vivieron los rusos y los bielorrusos el conflicto. Algunos visitantes se quedar¨¢n inc¨®modos frente a la orientaci¨®n belicista de la colecci¨®n, con una parafernalia de armas (?incluso aviones y tanques!).
Con sus excesos, el museo tambi¨¦n refleja la realidad sociol¨®gica de un pa¨ªs que qued¨® profundamente traumatizado por el conflicto, que fue aqu¨ª especialmente sangriento: como lo recuerda un panel del museo, los nazis mataron a 2.357.000 bielorrusos (1.547.000 civiles), proporcionalmente uno de los balances m¨¢s sangrientos en todo el Viejo Continente.
Gu¨ªa
Belavia vuela directo a Minsk desde Barcelona. Esta y otras aerol¨ªneas, como Lufthansa, Austrian Airlines o Aeroflot, vuelan a la capital bielorrusa, con escala desde Espa?a.
Museo de la Historia de la Gran Guerra Patri¨®tica. Avenida Pobediteley, 8
Oficina de turismo de Bielorrusia (belarus.by).
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