Julio Llamazares nos gu¨ªa por la memoria de Vegami¨¢n
Caminamos junto al escritor siguiendo una nueva ruta por el embalse del Porma, en Le¨®n, que se inspira en sus novelas
Hoy Vegami¨¢n es el suelo de un pantano en el coraz¨®n de Le¨®n, pero su naturaleza sigue siendo la de un fantasma inundado. Ah¨ª abajo, sepultados por las aguas que convirtieron en lodo los restos de las existencias de paisanos que hubieron de buscar vivienda en otros parajes para hacerle sitio al agua que desde entonces es el embalse que riega el Porma, est¨¢n los muebles desconchados, la losa rota, las campanas in¨²tiles, la memoria, en fin, de gente como el escritor Julio Llamazares.
En 1968, cuando ten¨ªa 13 a?os, el agua cancel¨® la vida humana en Vegami¨¢n y ¨¦l se fue a Olleros con los suyos. En 1983 Llamazares volvi¨® a Vegami¨¢n para contemplar c¨®mo la retirada provisional del agua dejaba a la vista la incre¨ªble materia de sus sue?os y de su literatura. Consecuencia de ese viaje al paisaje fantasmal que parece el esqueleto de una memoria fue, primero, su libro Retrato de ba?ista (Libros del Oeste, 1995), y luego inspiraci¨®n de mucha de su literatura, especialmente la novela Distintas formas de mirar el agua (Alfaguara) y La lluvia amarilla (Seix Barral).
Ahora vuelve a los entornos de ese paisaje, existente en su memoria pero convertido en un nuevo territorio de agua, porque el instituto Pablo D¨ªez, de Bo?ar (Le¨®n), ha creado la ruta El Eco de la Monta?a, que comprende su lugar de nacimiento y el camino que va desde el pueblo de Rucayo hasta el de Utrero, que, como reza el folleto de este camino ahora literario, es un ¡°pueblo abandonado cuyas tierras quedaron tambi¨¦n anegadas¡±. La ruta tendr¨ªa que haberse abierto la semana pasada, pero un torrente detuvo a los que se apuntaron al paseo, que se inaugurar¨¢ este s¨¢bado, con la presencia del escritor. En realidad son dos itinerarios que ir¨¢n, como describe Llamazares, ¡°por ambos lados del pantano, uno por un camino de puro monte que va de un pueblo en el que quedan tres familias a otro que est¨¢ en ruinas y donde se hallan las seis siluetas con c¨®digos QR que ofrecen fragmentos de Distintas formas de mirar el agua. El segundo camino va por el lado de la carretera, por donde pasa todo el mundo¡±.
Esos dos lados de la vida, la olvidada, o la inundada, y aquella por la que transita el presente, ofrecen tambi¨¦n al caminante los tres poemas que son la ra¨ªz de Retrato de ba?ista, ahora le¨ªdos por la voz grabada de su autor¡ Ese Retrato de ba?ista, que dio origen a la pel¨ªcula El filand¨®n, lo tiene a ¨¦l contando la memoria de barro que le qued¨® tras su redescubrimiento de lo que ya era un pueblo detenido, inerte, como las ruinas de un incendio marino. Fue dif¨ªcil reescribir la impresi¨®n: ¡°Me qued¨¦ sin palabras, es muy fuerte ver por primera vez la imagen del pueblo en el que naciste emergiendo como un cementerio marino de Paul Val¨¦ry¡±. ¡°Fue una sensaci¨®n muy rara, como si conocieras a tus padres cuando sacan sus restos de la tumba¡±.
Esa impresi¨®n recorre todos sus libros, e incluso su conversaci¨®n. Igual que el irland¨¦s Samuel Beckett dec¨ªa que un isle?o jam¨¢s deja la isla, este lugar parece habitar la imaginaci¨®n y hasta la respiraci¨®n po¨¦tica de Llamazares. Pero all¨ª est¨¢ el pantano cuyos contornos ver¨¢n los lectores que lo buscan. ¡°Ahora que est¨¢ lleno de agua y de vegetaci¨®n es precioso¡±. Parece un lago, ¡°un paisaje n¨®rdico, aunque cuando empieza a bajar el agua ves la descarnadura del barro, las cotas que va dibujando el agua¡±. El autor vivi¨® el pasado s¨¢bado la experiencia que a partir de hoy tendr¨¢n otros, aunque ¨¦l ser¨¢ otro visitante de su propio y extra?o territorio. ¡°Encontrarte esas siluetas que te van leyendo por el camino fragmentos de Distintas formas de mirar el agua es emocionante, es el mejor regalo que me han hecho literariamente porque ellos lo han hecho por amor al arte, a la literatura, sin buscar r¨¦dito alguno, pol¨ªtico o econ¨®mico¡±.
Profeta en su tierra
Llamazares guarda en su modo de ser ese tesoro que le sirve de met¨¢fora literaria, pero que lo representa tambi¨¦n como persona, impulsado por la extra?eza de haber nacido en un pueblo que ahora es agua o l¨¢grima del pasado. ¡°Por primera vez me he sentido profeta en mi tierra¡ No solo es un reconocimiento a mis libros, sino a la gente de esos pueblos cuyas voces se siguen oyendo a poco que acerques el o¨ªdo. El paisaje es memoria y, si caminas al borde del embalse con algo de imaginaci¨®n, casi escuchas su voz¡±.
Nuria Rubial, profesora de Lengua y Literatura del instituto de Bo?ar del que ha surgido este regreso literario al pantano y a su contenido ahora misterioso, le cont¨® a Llamazares hasta qu¨¦ punto los chicos se enganchan a aquello que se escribe de su lugar, de la tierra de sus padres o de sus abuelos. ?l fue como uno de aquellos chicos, cuando volvi¨® a Vegami¨¢n, en 1983. ¡°Subimos a la presa y vimos todo el valle vac¨ªo, sin color ni sonido. No hab¨ªa vida, los ¨¢rboles estaban muertos, ni un p¨¢jaro, todo era lodo. Desde el mirador, se ve¨ªa como cuando abren una fosa, solo que aqu¨ª eran restos de un pueblo en medio de ruinas, casi de pie. Esa impresi¨®n fue inolvidable¡±.
Tan inolvidable que es materia de sus libros, y desde ahora, incluso, el dibujo de una ruta que trazan estudiantes, profesores y lectores que quieren buscar de d¨®nde viene el universo inundado, on¨ªrico, del autor que se qued¨® sin territorio pero con los sue?os.
En la faja de la novela Distintas formas de mirar el agua escribi¨® la editora Carolina Reoyo: ¡°?Puedes regresar a un lugar del que nunca te marchaste?¡±. ¡°Me recordaba¡±, dice ahora, ¡°estos versos de F¨¦lix Grande: ¡®Donde fuiste feliz alguna vez no debieras volver jam¨¢s¡ / Sabes que volver¨¢s, que te hallas condenado a regresar, humilde, donde fuiste feliz. / Sabes que volver¨¢s porque la dicha consisti¨® en marcarte con la nostalgia, convertirte la vida en cicatriz¡¡¯. Claro que se puede regresar a un lugar del que nunca nos hemos marchado. Ese lugar tambi¨¦n somos nosotros¡±. Llamazares no ha dejado de estar jam¨¢s en Vegami¨¢n.
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