Viaje al Biarritz m¨¢s familiar de Borja Ortiz de Gondra
El escritor nos desvela los rincones de la ciudad en los que pasaba su adolescencia
El escritor Borja Ortiz de Gondra sigue inmerso en la promoci¨®n de Nunca ser¨¢s un verdadero Gondra (Literatura Random House, 2021), su primera novela, y prepara su trilog¨ªa Los ¨²ltimos Gondra para el oto?o en el Centro Dram¨¢tico Nacional. Aqu¨ª recuerda sus viajes a Biarritz, que, igual que sus obras, giran en torno al universo familiar.
?Su adolescencia son recuerdos de Biarritz?
As¨ª es, porque acompa?aba a mi madre y a mi abuela a su peregrinaci¨®n a la tienda de Herm¨¨s, donde compraban el perfume Cal¨¨che. Yo aprovechaba para comprar libros de autores franceses, porque ya estudiaba franc¨¦s. Siempre iba a la librer¨ªa Bookstore, toda de madera y con una escalera central. Es de las m¨¢s bonitas de Francia. Yo, que era un chico de Algorta, asociaba Biarritz al lujo y al refinamiento.
?Qu¨¦ le llamaba la atenci¨®n en aquel momento?
Nos encantaba visitar la iglesia ortodoxa, que estaba all¨ª desde finales del siglo XIX, cuando los rusos blancos se instalaron en Biarritz. Me result¨® muy ex¨®tico de adolescente asistir a sus ritos.
?Ha vuelto de adulto?
Volv¨ª al cumplir 50 a?os con mis padres. Quise ofrecerles algo que les hiciera ilusi¨®n: una noche en el hotel Ch?teau du Clair de Lune, donde iban ellos a sus escapadas rom¨¢nticas. Es una casa de campo con un jard¨ªn espectacular. Despu¨¦s cenamos en La Rotonde, que era un sue?o que siempre tuvo mi padre: est¨¢ en el H?tel du Palais, que fue la residencia veraniega de Eugenia de Montijo. Tiene un ventanal con vistas a la playa y, al ser verano, estaba todo abierto y nos pusieron en una mesa junto al mar. Fue mi entrada en la madurez: darles a mis padres yo los caprichos, y no al rev¨¦s.
?Qu¨¦ m¨¢s revivieron?
Una merienda en la pasteler¨ªa Miremont, donde nos llevaba mi abuela. Tienen unos¨¦clairs de chocolate espectaculares. Y en la playa todav¨ªa se escuchaba a los se?ores que vend¨ªan bu?uelos rellenos de albaricoque al grito de ¡°beignets abricot¡±. Su cantito me hac¨ªa pensar que la infancia segu¨ªa.
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