Mauricio, la isla que prend¨® a Baudelaire
Playas virginales, frondosos bosques, valles lacustres, lajiales volc¨¢nicos, cascadas... El exuberante e inspirador paisaje de este pa¨ªs insular en el oc¨¦ano ?ndico
No es extra?o que el poeta mauriciano Malcolm de Chazal, fallecido hace ahora 40 a?os, escribiera: ¡°El futuro est¨¢ delante de nosotros y el pasado detr¨¢s, pero a nuestros dos lados, ?qu¨¦ clase de tiempo se encuentra?¡±. Algo de esa envolvente inc¨®gnita, entre aperturismo y detenci¨®n, mansedumbre y voluptuosidad, se respira en la isla donde naci¨® y vivi¨® quien tambi¨¦n subray¨®: ¡°La luz jam¨¢s es sucia, salvo en la mirada del hombre¡±, y enarbol¨® esta palpable greguer¨ªa sobre su paisaje: ¡°Los colores rosados son los dientes de leche del sol¡±.
Mark Twain, que perge?¨® su Diario de Ad¨¢n y Eva (1906) tras pisar estas tierras insulares, sentenci¨®: ¡°Primero se cre¨® Mauricio y luego, a su semejanza, fue creado el para¨ªso¡±. Como ¨¦l, muchos escritores viajeros han dado fe de su fascinaci¨®n ante tanta concentraci¨®n de belleza en un espacio tan reducido y rec¨®ndito, en pleno oc¨¦ano ?ndico. Una sinfon¨ªa a la mirada de aguas turquesas, playas virginales, exuberantes bosques, valles lacustres, lajiales volc¨¢nicos y sonrientes cascadas. As¨ª, Darwin, Conrad o Lewis Carroll, entre otros, han dejado testimonio del mismo vergel que inspir¨® a Baudelaire, en su viaje de 1845, aquellos frondosos versos iniciales: ¡°Ese pa¨ªs perfumado que el sol acaricia¡±, surcado por ¡°palmeras de donde llueve a los ojos la pereza¡¡±.
Reapertura al turismo
Mauricio se est¨¢ abriendo al turismo en dos fases. Actualmente, los visitantes vacunados se tienen que alojar en los resorts certificados por las autoridades y, a partir del d¨ªa 14 de su estancia, pueden explorar la isla si han superado tres pruebas PCR (realizadas a la llegada, y en los d¨ªas 7 y 14). En la segunda fase, a partir del 1 de octubre, los viajeros vacunados y con una PCR negativa realizada en las 72 horas previas podr¨¢n viajar a Mauricio y moverse libremente por la isla. M¨¢s informaci¨®n: mauritiusnow.com.
En efecto, en apenas 58 kil¨®metros de largo por 47 de ancho se condensa un paisaje tan variopinto como su propio paisanaje. Deshabitada hasta 1638, cuando los holandeses la ocuparon y le dieron nombre en honor del pr¨ªncipe Mauricio de Nassau, y colonizada luego por Francia y el Reino Unido, la isla ha sido poblada por gentes de procedencias muy diversas. La mitad de su poblaci¨®n es de origen indio y el resto, un profuso abanico llegado desde ?frica, Madagascar, China y Europa (con Francia a la cabeza). La mayor¨ªa es, cuando menos, biling¨¹e, pues el franc¨¦s es casi tan com¨²n y oficial como el criollo mauriciano, aunque buena parte de la poblaci¨®n domina tambi¨¦n el ingl¨¦s. ¡°En las grandes celebraciones, mi casa se convierte en la Torre de Babel¡±, comenta divertida Virginie Melwani, una gu¨ªa tur¨ªstica treinta?era con rasgos y un color de piel en los que brilla toda esta mezcla de etnias y razas. Relata c¨®mo sus bisabuelos maternos arribaron en una patera desde el sur de China, mientras que sus ancestros paternos llegaron de la India, y que a los postres de los eventos familiares, sobre la base del idioma vern¨¢culo, se producen bisbiseos en chino, en hindi, en ingl¨¦s, en franc¨¦s, en cr¨¦ole malgache (criollo de Madagascar) y hasta en alg¨²n dialecto de la costa africana. La rica gastronom¨ªa mauriciana participa de la misma mezcolanza de sabores, en la que no faltan toques franceses, tallarines y especias como el curri junto a un primor de vegetales y frutas tropicales, sobre todo la pi?a y la papaya.
Pese a la gran densidad de poblaci¨®n, con m¨¢s de un mill¨®n y cuarto de residentes, la mayor¨ªa se concentra en la capital, Port Louis, y otros n¨²cleos urbanos, de tal suerte que nunca se mitiga la sensaci¨®n de amplitud, oreada por la exuberancia forestal y las llanuras lacustres; una luz mar¨ªtima y terrosa, salpicada por aislados roquedales, con esos brillos del rosado incipiente al que se refiere Chazal. M¨¢s ¨¢rido y seco el sur, m¨¢s h¨²medo y frondoso el norte, es solo una diferencia de matiz en parajes tan plet¨®ricos de vegetaci¨®n y colorido y con un clima intertropical, h¨²medo y c¨¢lido a la vez. Una cohorte de hortensias, encendidos flamboyanes y esbeltas y cimbreantes casuarinas hace, a menudo, reverencias al viajero desde ambos lados de la carretera; son una alfombra hospitalaria en medio del abierto paisaje. Rumbo al sur, este se intensifica, con playas menos concurridas que las del norte, acabadas en acantilados volc¨¢nicos y lagunas emparedadas por monta?as.
De visita obligada es, en el extremo oeste, la pen¨ªnsula de Le Morne y la contigua regi¨®n, accidentada y f¨¦rtil, de Chamarel. Unas vistas privilegiadas de todo el sur de la isla aguardan luego, junto a las gargantas del r¨ªo Negro, con un parque natural surcado por cataratas y las c¨¦lebres rocas esculpidas en escalera, en apariencia viscerales, org¨¢nicas, como si fueran obra de alg¨²n Gaud¨ª del Jur¨¢sico.
Aleaci¨®n cultural en Port Louis
La capital de Mauricio ofrece el atractivo de sus animadas calles, mercados pintorescos y templos hind¨²es. Parapetada por los picos m¨¢s altos, como el Le Pouce o el Pieter Both, que superan los 800 metros de altitud, Port Louis muestra en su orientaci¨®n mar¨ªtima una peculiar aleaci¨®n cultural y arquitect¨®nica, donde se dan la mano, por ejemplo, el aut¨¦ntico barrio chino, el vistoso mercado central ¡ªque llena las pituitarias de los olores a especias¡ª, la mezquita de Jummah (una joya del siglo XIX con la puerta esculpida en teca maciza) o el conjunto colonial de la Ciudadela, la Casa del Gobierno, la plaza de Armas y el edificio de Correos, desde donde se emiti¨®, a mediados del XIX, uno de los primeros sellos-postales del planeta, el Blue-Mauritius, con un fondo marino junto al busto de la reina Victoria.
A las afueras, en el empinado y elegante barrio residencial de Moka, se halla la maison Eureka, una emblem¨¢tica casa colonial de Mauricio. Construida a comienzos del siglo XIX, la mansi¨®n se convirti¨® a partir de 1986 en un atractivo museo con joyas de mobiliario de medio mundo ¡ªun armario de m¨®gano franc¨¦s, una mesa de tamarindo tra¨ªda de la India, vajillas con emblemas brit¨¢nicos, porcelana japonesa o un gong chino¡ª custodiadas por sus 109 puertas. M¨¢s al norte, y hacia el interior de Mauricio, se encuentra el c¨¦lebre jard¨ªn bot¨¢nico de Pamplemousses, del siglo XVIII, uno de los m¨¢s importantes en plantas del subtr¨®pico del mundo. Salpicado por bellas lagunas, junto a la tot¨¦mica teca y diversos ¨¢rboles-elefante se concentran alcanforeros, palmas-botella, lotus, ficus, nen¨²fares gigantes¡ Un lugar propicio para que Baudelaire inspirara en ¨¦l su emblem¨¢tico poema A una dama criolla, cuando la entrevi¨® y, prendado, la persigui¨® a hurtadillas ¡°bajo un dosel de ¨¢rboles todo perfumado ¡±.
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