Nashville, la ciudad imprevisible que es mucho m¨¢s que ¡®country¡¯
La herencia m¨¢s genuina de lo americano desfila por la capital del Estado de Tennessee, indisociable de los ¡®honky tonks¡¯, el pollo picante y el encanto sure?o. Una metr¨®poli que, adem¨¢s de la m¨²sica, sabe cultivar como ninguna otra el arte del buen vivir
¡°Hello, I¡¯m Johnny Cash¡±. Aquella ma?ana de invierno, la prisi¨®n de Folsom amaneci¨® con un concierto improvisado ante sus m¨¢s de 2.000 convictos. Corr¨ªa el 13 de enero de 1968 y con aquel show nac¨ªa un ¨¢lbum en directo que no solo se convertir¨ªa en uno de los m¨¢s vendidos de la historia del country, sino que, adem¨¢s, ser¨ªa encumbrado por la revista Rolling Stone como uno de los mejores discos de todos los tiempos. Nadie como el hombre de negro personifica mejor el alma de Nashville, la ciudad en la que muri¨® y que es la cuna de este g¨¦nero tan genuinamente americano. Aqu¨ª donde la noche hierve en los honky tonks entre botas puntiagudas de cuero y sombreros de cowboy, un museo honra su memoria, junto a la de otros miles de m¨²sicos que llegaron un buen d¨ªa sin nada m¨¢s que una guitarra y un sue?o.
Muchas d¨¦cadas despu¨¦s, la capital del Estado de Tennessee sigue siendo el s¨¦ptimo cielo para los peregrinos de estos ritmos nacidos al calor del whisky. Y m¨¢s ahora que Beyonc¨¦ ha sorprendido a sus fans con un inesperado giro hacia el country en su ¨¢lbum Cowboy Carter, y que la misma Taylor Swift, antes de alzarse al trono del pop, se atrevi¨® a revitalizar este estilo que parec¨ªa pasado de moda.
Broadway es el epicentro de estos garitos con m¨²sica en vivo, que son carne de ne¨®n y madrugada. La agitada calle en la que todo pasa, incluidas las jam sessions en las que, de pronto, puede estar tocando una leyenda del ma?ana. As¨ª ha sido siempre en esta ciudad imprevisible recostada sobre el r¨ªo Cumberland a la que se viene a revivir mitos. Como los que descansan en The Country Music Hall of Fame, donde, adem¨¢s de comprender el papel de Nashville en el mapa mel¨®mano del mundo, se puede admirar uno de los 200 Cadillac que lleg¨® a comprar Elvis Presley: una joya, nunca mejor dicho, con el salpicadero ba?ado en oro.
A pocos pasos, el Ryman Auditorium, al que se conoce como Mother Church of Country Music, se jacta de haber acogido espect¨¢culos en los locos a?os veinte, con protagonistas como Katharine Hepburn, Charlie Chaplin o Mae West. Fue aqu¨ª donde tuvo lugar el Grand Ole Opry, la transmisi¨®n semanal de radio por la que pasaron las estrellas del country entre 1943 y 1974. M¨¢s recientes son las actuaciones de Bob Dylan o Ringo Starr, que hasta ha celebrado alg¨²n cumplea?os sobre este c¨¦lebre escenario.
Visitar Nashville pasa por conocer alguno de los sellos discogr¨¢ficos que se suceden en la Music Row, el distrito en el que se concentran las oficinas de la industria musical. Legendario como ninguno es RCA Studio B, donde Elvis grab¨® m¨¢s de 200 canciones y donde cuentan que Dolly Parton lleg¨® tan nerviosa a registrar las suyas que choc¨® su coche contra la fachada. Una visita guiada, mientras suenan los hits salidos de este estudio como Only the Lonely, de Roy Orbison, o I Will Always Love You, de la propia Parton (aunque fue popularizado despu¨¦s por Whitney Houston), transportan a momentos que hicieron historia.
Puestos a seguir con la mitoman¨ªa, hay que recorrer Printers Alley, el famoso callej¨®n del centro, entre las avenidas Tercera y Cuarta. Este pasaje en el que en tiempos de la ley seca se hac¨ªa la vista gorda con el consumo de alcohol, centraliz¨® la vida nocturna en la d¨¦cada de los cuarenta, propiciando el lanzamiento de sus carreras a Chet Atkins o Jimi Hendrix. Pero antes ya ten¨ªa una historia curiosa: era el lugar donde resid¨ªa la industria editorial con dos peri¨®dicos y hasta 10 imprentas. Hoy, claro, solo quedan los bares.
The Bluebird Cafe, otro de los locales ¨¦picos situado en las afueras (cualquiera que se defienda con un instrumento puede presentar sus canciones ante cazatalentos ocultos entre el p¨²blico), es una parada interesante antes de concluir la ruta r¨ªtmica en un centro que va m¨¢s all¨¢ del country: el Museo Nacional de la M¨²sica Afroamericana. Una delicia de visita en la que a reliquias impagables (como la trompeta de Louis ?Armstrong o uno de los Grammy de Ella Fitzgerald) se suma la tecnolog¨ªa interactiva para brindar un paseo por esa m¨²sica negra que ha compuesto la banda sonora de Estados Unidos. Cuatro siglos de historia y de cultura, desde los cantos espirituales de los esclavos hasta el hip hop, pasando por el blues, el jazz, el g¨®spel y el rhythm and blues.
Pero aunque cueste creerlo, Nashville es mucho m¨¢s que la Music City, el merecido apodo por el que se la conoce. Aunque su cometido principal es cumplir con las expectativas, bajo su eterno sonido respira una ciudad segura y pr¨®spera, con oportunidades laborales y un coste de vida asequible. ¡°Atrae a mucha gente joven y eso se nota en su energ¨ªa y su creatividad¡±, resume Matt Bodiford, m¨¢nager y relaciones p¨²blicas de la oficina de turismo. Y lo que salta a la vista es que sabe cultivar el arte del buen vivir, como mandan los c¨¢nones que componen el estilo de vida sure?o.
La gastronom¨ªa, otra protagonista
Esa inclinaci¨®n al disfrute se aprecia en la fiebre por abrir cervecer¨ªas artesanales, caf¨¦s con encanto y tiendas de moda alternativa. Incluso en esa capacidad para transformar, muy en la onda de Berl¨ªn, almacenes abandonados en espacios para la cultura. Pero, sobre todo, en una afici¨®n a la gastronom¨ªa dif¨ªcil de encontrar en otros puntos del pa¨ªs.
M¨¢s all¨¢ de las barbacoas t¨ªpicas de la regi¨®n y de lo que llaman los meat-and-three (establecimientos de carne con tres acompa?amientos), ning¨²n viaje a Nashville estar¨ªa completo sin probar el hot chicken o pollo frito picante, cuyo origen, cuentan, est¨¢ en una esposa despechada. Al parecer, quiso castigar a su parrandero marido con una dosis extra de chile y tanto gust¨® este experimento que acab¨® abriendo un restaurante especializado. Realidad o ficci¨®n, lo cierto es que hay un lugar donde lo sirven delicioso: Assembly Food Hall, una suerte de gastromercado con m¨¢s de 30 puestos de comida (de tacos mexicanos a phos vietnamitas) y con el rooftop m¨¢s grande de la ciudad para acoger eventos y fiestas. Si, por el contrario, se busca una experiencia m¨¢s ¨ªntima y sofisticada, el lugar ser¨¢ Black Rabbit, con una cocina de corte mediterr¨¢nea acompa?ada de ricos c¨®cteles.
A todo ello se suma otro Nashville que permite escapar del asfalto y la nocturnidad para respirar aire puro. Es el que aguarda en los Cheekwood Estate & Gardens, 12 jardines tem¨¢ticos en los que empacharse de paz, y, muy especialmente, en el Centennial Park, donde se erige una delirante r¨¦plica del Parten¨®n de Atenas. Aqu¨ª un c¨®digo QR en cada ¨¢rbol dirige hacia unos v¨ªdeos en los que m¨²sicos locales cantan a la especie en cuesti¨®n. Esta iniciativa, que sirve para que los visitantes conozcan la vegetaci¨®n que tapiza el pulm¨®n de la ciudad, lleva por nombre If Trees Could Sing (si los ¨¢rboles pudieran cantar). Lo que le faltaba a la Music City.
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