Una leona enjaulada
Seguro que muchos de ustedes me entienden. Fatiga pand¨¦mica, lo llaman. Es un nombre feo y, por eso, muy apropiado
Este art¨ªculo tiene trampa.
Supongo que ustedes sabr¨¢n ya, porque creo hab¨¦rselo contado yo misma alguna vez, que lo estoy escribiendo con dos semanas de antelaci¨®n. Por eso, albergo la esperanza de que, cuando lo lean, no sea ya rigurosamente cierto. Porque el caso es que, en este momento, no puedo conmigo misma. Ni con mi vida, ni con mis rutinas, ni con el aburrimiento que se extiende ante mis ojos como ¨²nico horizonte, panorama des¨¦rtico y devastador.
Hago memoria reciente y me cuesta trabajo creer c¨®mo celebr¨¦ el confinamiento domiciliario del que dentro de poco se cumplir¨¢ un a?o. En realidad, mi vida no va a cambiar tanto, me dije, llevo toda la vida trabajando en casa, cuando escribo no me gusta salir, me sobrar¨¢ tiempo para ponerme al d¨ªa con las lecturas atrasadas, con las series de televisi¨®n que me he perdido, ser¨¢ un aislamiento provechoso¡ El caso es que lo fue. Me puse tan al d¨ªa de todo que he logrado que cada uno de esos hitos me provoque el mismo cansancio. Sigo leyendo mucho, por supuesto. Sigo viendo series de televisi¨®n. Unas me gustan m¨¢s, otras menos, pero todas son peque?as migajas de felicidad, de entretenimiento al menos, que el destino arroja entre los barrotes de mi jaula, ese espacio demasiado peque?o que recorro una y otra vez como una fiera sin soluci¨®n, midiendo la longitud de cada pared mientras resoplo de hast¨ªo. Seguro que muchos de ustedes me entienden. Fatiga pand¨¦mica, lo llaman. Es un nombre feo y, por eso, muy apropiado para esta clase de padecimientos.
Hago memoria de tiempos m¨¢s lejanos y me cuesta trabajo identificarme con la mujer que protagoniza mis recuerdos. S¨¦ que viajaba mucho, que durante la promoci¨®n de un libro pod¨ªa llegar a tener dos, hasta tres viajes en una semana de agenda, pero me parece mentira. S¨¦ que no me gustaba viajar. ?De verdad?, me pregunto, ?de verdad me daba tanta pereza coger un tren, un avi¨®n, dormir una noche en la habitaci¨®n de un hotel? Ahora mismo me encantar¨ªa hacer cualquiera de esas cosas, salir de mi ciudad, mirar por una ventanilla, respirar aire h¨²medo y ajeno, aunque tuviera que volverme a casa inmediatamente despu¨¦s. Y si echo de menos las cosas que no me gustaban, las que me gustan me provocan una nostalgia lacerante, un dolor que se acrecienta d¨ªa tras d¨ªa. Pienso en mis amigos de Barcelona, a quienes hace tanto, tanto tiempo que no veo. Cierro los ojos para recuperar la textura del aire bonaerense en una terraza de Recoleta, los olores callejeros de Ciudad de M¨¦xico, el calor asfixiante de Cartagena de Indias o el cielo nublado de Bogot¨¢, y cada sentido me duele. Tengo la sensaci¨®n de llevar tantos a?os ausente de Am¨¦rica, de los restaurantes lime?os, de las callejuelas de Quito, de los telef¨¦ricos de La Paz, que saber que es mentira, que estuve all¨ª hace mucho menos tiempo de lo que creo, me da m¨¢s rabia todav¨ªa. ?Y qu¨¦ les voy a contar de la bah¨ªa de C¨¢diz? Mejor nada, porque el verano pasado se me antoja un pret¨¦rito perfecto e irrecuperable. Porque no he podido volver. Porque lo a?oro tanto que la simple imagen de una copa de oloroso me da ganas de llorar.
Todo esto pasar¨¢, lo s¨¦, todos lo sabemos. Pasar¨¢ como ha pasado todo, la gripe espa?ola, las guerras mundiales, la dictadura franquista, todas las cat¨¢strofes y tragedias que ha soportado la humanidad. Pasar¨¢, y volver¨¦ a ver a mis hijos cuando ellos quieran, volver¨¦ a quedar a cenar con mis amigos, volver¨¦ a la playa en invierno, y a tener una agenda infernal, y la sensaci¨®n de que me falta tiempo para todo. Lo s¨¦, pero a veces me cuesta mucho trabajo cre¨¦rmelo, y sigo dando vueltas a mi jaula una, y otra, y otra vez, mientras el ¨¢nimo se escapa por los barrotes. He aprendido que, en esos d¨ªas, lo ¨²nico que consuela es quejarse. La verdad es que hoy no he conseguido encontrar otro tema sobre el que escribir, aunque conf¨ªo en que me perdonen el desahogo, porque la queja compartida reconforta, y estoy segura de que no soy la ¨²nica que siente lo que les he contado hoy.
Cuando ustedes lean este art¨ªculo, tal vez la primavera se insinuar¨¢ ya en el aire. Los d¨ªas ser¨¢n m¨¢s largos, el clima m¨¢s suave, nuestro humor menos sombr¨ªo.
Con esa esperanza me despido hoy de ustedes.
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