Abrir?Instagram para hacer una tesis social
Hay gente capaz de detectar si dos personas est¨¢n saliendo o en crisis por los comentarios que se dejan, descifrado de emojis y fotos en las que se escriben.
Hace unos meses, una pareja de amigos quiso invitar a otra a comer. Antes, uno le hizo ver al otro que esa pareja llevaba tiempo sin interactuar: ¡°Igual ya no est¨¢n juntos, o est¨¢n mal, o hay problemas¡±. La chica llevaba ¡°por lo menos¡± cuatro fotos colgadas en Instagram sin un ¡°me gusta¡± de ¨¦l. La pareja sospechosa ¨¦ramos nosotros, mi novia y yo, y ese mediod¨ªa s¨ª fuimos a comer con la pareja inspectora, m¨¢s para ser interrogados que para otra cosa. Como mi pareja y yo tenemos un Instagram a medias, dos meses sin actualizar hab¨ªan provocado varios wasaps de si ¡°estaba todo bien¡± y un debate sobre si ser¨ªa conveniente invitarnos a comer. Yo tom¨¦ notas de la conversaci¨®n completamente entusiasmado. Al cabo de unos d¨ªas habl¨¦ con una colega que trabaja en una web del coraz¨®n perfectamente capaz de detectar si dos personas est¨¢n saliendo o est¨¢n en crisis por los comentarios que se dejan, el n¨²mero de signos de admiraci¨®n que tienen, descifrado de emojis, tipo de fotos en las que se escriben, de los primeros o los ¨²ltimos likes. ¡°Y luego¡±, resume, ¡°hay algo fundamental que se tiene o no se tiene. T¨² lees ¡®un beso¡¯ y sabes perfectamente cu¨¢ndo te lo est¨¢n dando en la mejilla o en la boca. Y los dem¨¢s lo sabemos tambi¨¦n¡±. Asent¨ª completamente perdido. Yo, cuando me escriben ¡°un beso¡±, doy por hecho que me lo est¨¢n dando en la frente, como me lo dio Antonio Mar¨ªa Rouco Varela en mi confirmaci¨®n.
Instagram tiene una virtud: es sencillo saber a qui¨¦n sigues, qui¨¦n te sigue, a qui¨¦n das likes y a qui¨¦n no; las virtudes de las redes sociales son las virtudes del diablo. Yo, sin embargo, abr¨ª cuenta un d¨ªa que a Dios le dol¨ªa la cabeza. A Dios y a m¨ª, todo hay que decirlo. Llevaba escribiendo una especie de diarios semipersonales (pel¨ªculas, series, lecturas, heroicas aventuras urbanas) en los ¨²ltimos 10 a?os, primero en un blog que borr¨¦, luego en el diario El Mundo y finalmente en EL PA?S en una p¨¢gina de Tentaciones llamada ¡®Guerra fr¨ªa¡¯. Cuando acab¨® me entristec¨ª m¨¢s de lo que cont¨¦, como cuando dej¨¦ de escribir del Real Madrid (¡°lo entiendo, no os preocup¨¦is, un trabajo menos¡±, dec¨ªa al tel¨¦fono intentando que no se me quebrase la voz), y mi novia me propuso, para sacarme de la pena, empezar un Instagram en el que ella y yo podr¨ªamos alternarnos para escribir nuestras mierdas (dijo ¡°mierdas¡±). Era finales de 2018 y yo no hab¨ªa entrado en mi vida en Instagram, pero para entonces en Facebook solo colgaba mi trabajo o promocionaba mi libro, y cada vez que entraba en Twitter me sub¨ªa la fiebre; pod¨ªa ser una buena idea para, con la excusa de escribir de mi vida, poder ver la vida de los dem¨¢s. ¡°?No es una red social de fotos?¡±, pregunt¨¦. ¡°Eso es lo que crees¡±, respondi¨®. ¡°Es tard¨ªsimo para entrar en Instagram, voy a parecer idiota¡±, dije. ¡°Eso ya lo creen¡±.
Dos a?os despu¨¦s y un confinamiento de por medio, me ha servido para conocerme mejor a m¨ª mismo que cualquiera de las consultas psicol¨®gicas en las que hemos rebuscado las razones de mi yo atrofiado. Ha sido el algoritmo, al que ya solo puedo imaginar con bata blanca. De tal modo que se nos ofrece, al entrar en la p¨¢gina de b¨²squeda, lo que se supone que nos interesa a los dos por este orden estricto: Maradona (decenas de v¨ªdeos, fotos y entrevistas al Diez), platos de comida y v¨ªdeos de gente cocinando (pasta y carne), fotos de calles antiguas de Pontevedra y de las R¨ªas Baixas, casas en venta a precios enloquecidos, mujeres italianas a punto de entrar en un plat¨® berlusconiano o saliendo de un gimnasio, y v¨ªdeos de f¨²tbol vintage pero no mucho, especialmente de Ronaldo Naz¨¢rio, Ronaldinho Ga¨²cho y Adriano Imperator. De Adriano sigo su cuenta a diario, como de otras viejas glorias no solo futbol¨ªsticas; cuando digo a diario, digo que me despierto y, en el tiempo que gastaba leyendo peri¨®dicos, lo gasto haciendo una ronda por perfiles como los de Adriano, Maribel Sanz o Claudio Paul Caniggia (impresionante su culebr¨®n familiar), por poner un ejemplo. Es decir, me entretengo/obsesiono con lo accesorio, que ha sido siempre la manera m¨¢s sencilla de aprender a vuelapluma lo fundamental.
Esta observaci¨®n terap¨¦utica de la actualidad a trav¨¦s de no-influencers y personajes variopintos, an¨®nimos muchos de ellos y sin inter¨¦s para nadie salvo para m¨ª, pues el algoritmo me los ha puesto en el camino (por cocinillas, por italianas, por comerciales de chal¨¦s), me ha permitido traducir mejor lo que pasa ante nuestros ojos sin que apenas nos demos cuenta y sacar, como nuestra pareja de amigos, conclusiones est¨²pidas. En la vida nada es lo que parece; en las redes, lo contrario de lo que parece. Hace poco vi en una revista una secci¨®n o algo as¨ª que ense?aba casas de famosos (todav¨ªa recuerdo la bronca de mi querido Luis Grandal cuando un d¨ªa vino a mi casa, tendr¨ªa yo 25 a?os, y le dije: ¡°Espera que te la ense?o¡±, y contest¨®, viejo e implacable: ¡°Ense?ar la casa es de paletos¡±); r¨¢pidamente ca¨ª en la cuenta de que en esa secci¨®n no sal¨ªan famosos que suelen ense?ar sus casas. Lo que se hab¨ªa hecho era, seg¨²n las fotos que ellos colgaban de s¨ª mismos, intuir la casa, ordenarla, ponerla sobre plano; deconstruirla. Damos por hecho que en redes como Instagram todo es apariencia y, sin embargo, de cada foto, corazoncito, comentario o storie hacemos una tesis social. Como si no se hiciesen cosas adrede sabiendo que se interpretar¨¢n, o como si no se hiciesen cosas por puro despiste, como dejarse un comentario sin responder o una storie sin ver (otro d¨ªa hablamos de las stories y la geoestrategia que resulta de verlas o no verlas), o abrirse una cuenta a medias en la que solo haces b¨²squedas t¨², que es como entrar de la mano a los rayos X y que el otro se quede fuera.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.