A los campeones del mundo (en un tiempo eliminados)
Pienso que en las derrotas solo se aprende una cosa: a perder mejor. Lo cual, por otro lado, es tremendamente ¨²til
Queridos campeones del mundo:
Antes que nada, perd¨®n por el encabezamiento un tanto impersonal, pero he intentado empezar dirigi¨¦ndome a los 23, de uno en uno, queridos Iker, Andr¨¦s, Xavi, Fernando¡, y entonces me he dado cuenta de que no quedar¨ªa espacio para mucho m¨¢s que vuestros nombres. Tambi¨¦n he pensado en escribir solo al jefe, querido don Vicente, y que ¨¦l luego os hiciera llegar el mensaje, pero creo que ¨²ltimamente no os veis mucho y esta carta se habr¨ªa perdido en el tiempo. Y eso es precisamente de lo que quer¨ªa hablaros. No de f¨²tbol, aunque tambi¨¦n, porque el f¨²tbol, como la m¨²sica, como el arroz con leche, como otras tantas creaciones humanas, est¨¢ hecho de tiempo, un tiempo que a menudo llamamos nuestro tiempo, pero que en absoluto es nuestro, porque si aqu¨ª alguien puede mostrar un t¨ªtulo de propiedad es el tiempo en persona. En justicia deber¨ªa referirme a ¨¦l con respeto, porque no es un tiempo cualquiera, es el Tiempo, un tipo capaz de devorar a sus hijos sin que le tiemble el pulso.
Hubo una ¨¦poca, muchos de vosotros lo sab¨¦is bien, en la que ganar el campeonato del mundo parec¨ªa misi¨®n imposible. Para m¨ª la ristra de eliminaciones empez¨® en Argentina 78, aunque recuerdo con particular frustraci¨®n M¨¦xico 86, cuartos de final, estadio de Cuauht¨¦moc, con Eloy fallando un penalti ante B¨¦lgica. La fecha en realidad da igual: con mayor o menor dramatismo, cada cuatro a?os la historia se repet¨ªa, siempre termin¨¢bamos eliminados. Si os soy sincero, nunca he cre¨ªdo aquello de que se aprende m¨¢s de una sola derrota que de cien victorias. Pienso que en las derrotas solo se aprende una cosa: a perder mejor. Lo cual, por otro lado, es tremendamente ¨²til porque, siendo estrictos, hemos nacido para perder. Con eso no me estoy dejando llevar por el derrotismo ni la autocompasi¨®n. Al contrario: perder es un arte, quiz¨¢ el m¨¢s sutil y hermoso de todos. Las derrotas, al igual que las victorias, son creaci¨®n nuestra, tan humanas como el f¨²tbol, como nosotros mismos, los hijos del can¨ªbal.
Alguien podr¨ªa argumentar que esto lo digo porque nunca he ganado nada. No es verdad. Yo tambi¨¦n he sido campe¨®n del mundo. En realidad, todos hemos sido alguna vez campeones del mundo. Indestructibles, eternos, capaces de cualquier cosa. Es una sensaci¨®n que solo dura unos instantes, concentrada en una sonrisa, en un espasmo, en una mirada. A veces, con suerte, se puede prolongar unas horas, como cuando conoces al amor de tu vida, miras a tu hijo, plantas un ¨¢rbol, escribes un libro, o como cuando ganas el Mundial en Sud¨¢frica. Luego se desvanece. Pero durante esos instantes, minutos, horas, eres t¨² quien se come al Tiempo por las patas. Y algo as¨ª no tiene precio. Por eso esta carta, por eso, ahora que toca la Eurocopa de incierto resultado, quer¨ªa recordar aquel momento, con la secreta esperanza de que se repita, y daros las gracias a todos y cada uno de vosotros, queridos Iker, Andr¨¦s, Xavi, Fernando, don Vicente¡ Gracias, campeones del mundo, devoradores del Tiempo.
Fernando Costilla es periodista y autor de Eliminados (AdN).
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