Juan Usl¨¦: ¡°Un artista debe saber desenvolverse entre el apego a su realidad y el escape de sus fantas¨ªas¡±

¡°Yo he tenido mucha suerte¡­¡±, dice Juan Usl¨¦ (Santander, 1954). Pero cuando le escuchas ir conectando las revelaciones, los acontecimientos, los puntos de fuga, los encuentros, los tumbos, los arraigos, las diatribas, soledades, compa?¨ªas, meditaciones y la memoria de su viaje a este pintor de profundos trazos y emulsiones, eso que ¨¦l llama suerte se convierte en otra palabra: talento.

No solo para el arte, tambi¨¦n para la vida. No solo para el trabajo, igual para manejarse por el mundo. Lo de la suerte, Usl¨¦, el pintor, lo remarca a cada paso. Tambi¨¦n Juan¨ªn, cuya voz se cuela sin tregua entre el recuerdo del adulto. Entonces aparece aquel chaval que se alzaba a lo m¨¢s alto de un roble y, en d¨ªas de viento sur, escuchaba el rumor del aire alterado mientras observaba la magn¨¦tica ondulaci¨®n del r¨ªo Cubas o el tono azul cambiante en turquesa y gris que amamantaba sus sensaciones de ni?o artista asilvestrado y criado al aire en Cantabria.

Cada vez que alude a un acontecimiento crucial, Juan Usl¨¦ no se olvida del azar, de la fortuna, de esa variable que a veces se presenta o no, y en su caso, aparece cuando la necesita. Pero el concepto en s¨ª resulta enga?oso, casi una excusa para quien conoce la verdadera raz¨®n de sus capacidades. La suerte no existe. Si se da algo parecido, ocurre al hacer cuanto est¨¢ en tu mano para que se presente. No es un man¨¢, no cae del cielo: es el merecido premio que invoca la voluntad y el ah¨ªnco de cada cual.

Y en el caso de Usl¨¦ es mucho. Lo dice mientras el r¨ªo Llerana inunda con la melod¨ªa lineal y espumosa de su corriente los alrededores de su estudio en Saro (Cantabria). Ah¨ª, en los Valles Pasiegos, vive parte del a?o Usl¨¦ con su esposa, Victoria Civera, tambi¨¦n artista, como su hija, Vicky Usl¨¦. Lo alternan con Nueva York y Valencia en un tri¨¢ngulo de luces cambiantes: la norte?a, la mediterr¨¢nea y la que se abre paso entre los rascacielos al otro lado del Atl¨¢ntico.

En Saro ha concebido el artista la obra que mostrar¨¢ en el espacio de EL PA?S en Arco a partir del 7 de julio. Tiene que ver con esa confluencia l¨ªquida que tanto le ha marcado: r¨ªo y mar fusionados en un p¨¢lpito est¨¦tico y meditativo¡­ ¡°El r¨ªo para m¨ª es fundamental, es el flujo, la vida, lo necesito. Si lo escuchas ahora es irresistible, la exuberancia con que baja en primavera me resulta un chute en vena. Pero tambi¨¦n necesito la fuerza magn¨¦tica del mar, su llamada a la calma y la profundidad¡±.

Hubo un tiempo en que el artista se pasaba las tardes por el Puente del Diablo, junto al cabo Mayor, en los alrededores de Santander. ¡°Sent¨ªa la llamada del Cant¨¢brico tan fuerte que me apetec¨ªa tirarme. Y es que para m¨ª tiene que ver con los l¨ªquidos de la placenta. Escucharla es como acudir al psic¨®logo y al masajista de lo an¨ªmico, de lo ignoto, del misterio. Nos traslada al seno de donde venimos, lo veo as¨ª¡±.

Usl¨¦ viene de una infancia dura pero feliz, donde aprendi¨® a contentarse con el fuego que combat¨ªa la humedad, con ahuyentar los catarros, saborear en d¨ªas de aut¨¦ntica fiesta una onza de chocolate Dolca, huevos en ocasiones escogidas y alubias como dieta b¨¢sica: ¡°Sin chorizo ni tocino, eso vino despu¨¦s, cuando las monjas daban a nuestros padres alg¨²n extra por matarles cada a?o el cerdo¡±. Las monjas tuvieron su importancia en la infancia de Juan¨ªn, cuando de Hazas de Cesto se trasladaron a vivir a Suesa para cuidar el monasterio de las Trinitarias. ¡°Mis padres trabajaban para ellas. Mi padre era muy correoso y a mi madre la mandaban a hacer recados a Santander en la lancha¡±.

Don Juan y do?a Etelvina ense?aron a sus hijos que nada se tiraba. Y en parte de aprovechar esos restos, hoy Juan¨ªn es Usl¨¦. Por observaci¨®n y por m¨ªmesis. ¡°Mi padre, aparte de gran trabajador, era un artista. Con el papel de estraza que le sobraba a mi madre de envolver, yo que s¨¦, los filetes que tra¨ªa a las monjas y un tiz¨®n de le?a que pillaba de la lumbre, te dibujaba un jilguero o un gorri¨®n. Pero los hac¨ªa con actitud, eh, cantando o encogidos de fr¨ªo¡±.

Tambi¨¦n mirando at¨®nito el ¨²nico libro que hab¨ªa en la casa: ¡°Uno de ovejas, con unas cornamentas extraordinarias¡±. Ese libro era el resquicio de un sue?o truncado: ¡°Mi padre, al parecer, hab¨ªa querido irse de pastor a Estados Unidos. Por entonces emigraban muchos vascos para all¨¢. Pero mi madre le convenci¨® de que no¡±. Era un hombre so?ador y tambi¨¦n gran contador de historias. Llen¨® la cabeza y entretuvo a la familia con incontables leyendas ex¨®ticas del norte de ?frica, aprendidas y vividas cuando fue a hacer la mili en Larache. ¡°Tambi¨¦n eso me ha marcado como pintor. Un artista debe saber desenvolverse entre el apego a su realidad y el escape de sus fantas¨ªas¡±.

En cambio s¨ª cruzaron otro charco, el de la bah¨ªa, para irse a Santander. ¡°Un profesor de la escuela, Jos¨¦ Antonio se llamaba, convenci¨® a mis padres de que era lo mejor para m¨ª y para mi hermano Jos¨¦¡±, comenta Usl¨¦. Ya entonces dibujaba y hab¨ªa experimentado su primera gran revelaci¨®n. Fue una de tantas veces en las que atraves¨® el espejo, o sea, el torno del convento: ¡°Nos col¨¢bamos donde las monjas, que eran de clausura. Basta que a un ni?o le proh¨ªbas algo para que lo haga. Una vez hasta le quitamos el h¨¢bito de la cabeza a la madre Esp¨ªritu para ver si ten¨ªa pelo, si era una mujer, vaya: aquel fue un pecado muy gordo. ?ramos tremendos. Unos diablos, nos dec¨ªan¡±.

Pero m¨¢s all¨¢ de eso, Usl¨¦ recuerda el d¨ªa en que se peg¨® a los barrotes fronterizos entre el mundo y el retiro de las religiosas. ¡°Cuando te hac¨ªas un chich¨®n en la cabeza te dec¨ªan que te pegaras a los hierros para que se te bajara. Un d¨ªa ah¨ª me qued¨¦ medio atrapado y fue cuando lo vi: mi primer cuadro¡­¡±. Era un lienzo negro, dice: ¡°Una monja sin pelo, con una cruz roja, el coraz¨®n en la mano y los ojos que no se apartaban de m¨ª. Yo no hab¨ªa visto nunca nada parecido. Un cuadro¡­ La monja me miraba y yo, muerto de miedo, me mov¨ªa y ella me segu¨ªa mirando, me iba mirando, hasta que sal¨ª corriendo. Desde entonces, llevo la sensaci¨®n de que en una pintura habitan los ojos del artista. Deb¨ªa de tener seis a?os¡±.

?l insiste en que aquella tarde tuvo suerte. Suerte de quedarse atrapado, suerte de que aquella imagen pavorosa lo persiguiera hasta hoy. Por eso tambi¨¦n aprendi¨® que las pesadillas muchas veces son la llave hacia los sue?os cumplidos. Aunque, para ¨¦l, aquel delirio resultaba imposible. A lo m¨¢s que pod¨ªan llegar dos ni?os pobres como ¨¦l y su hermano, con inteligencias ejercitadas en el h¨¢bito salvaje de la supervivencia y una curiosidad sin barreras, era a estudiar Magisterio. Se matricularon ambos, en el caso de Juan, tras haber sacado el bachillerato con notas excelentes y libros de prestado, compartidos por turnos en casa.

Pero en ese trance tambi¨¦n apareci¨® la buena estrella, esta vez encarnada en un nombre: Miguel Massip, profesor de dibujo. No fue el primero en darse cuenta. Ya otros docentes hab¨ªan insistido en el bachillerato a sus padres. ¡°Para que estudiara Bellas Artes¡­ Pero no pod¨ªa, ?c¨®mo pagarlo?¡±. Massip, que era insistente y ten¨ªa car¨¢cter, le dijo la primera vez que le encarg¨® un dibujo: ¡°Pero ?t¨² eres tonto, chaval? ?Qu¨¦ haces aqu¨ª?¡±. Juan¨ªn iba para Juan ya, pero no para Usl¨¦ todav¨ªa y le dijo que no, que sus padres se negar¨ªan. ¡°Bellas Artes, adem¨¢s, con la mala fama de ser artista, igual a muerto de hambre, pendenciero, imposible. M¨¢s cuando mis notas y las de mi hermano en Magisterio daban para un acceso directo y acabar el grado con trabajo¡±. Pero Massip le ofreci¨® trasladarse a Valencia, trabajar en el taller ebanista de su padre y mantenerse as¨ª.

El muchacho se fue convenciendo. Aunque sobrevivir era una prueba que deb¨ªa superar antes de largarse definitivamente a Valencia. ¡°Me fui a trabajar un verano a Suiza con mi amigo Jaime Gim¨¦nez de Haro¡­¡±. Otra vez la suerte, seg¨²n ¨¦l. La que va acompa?ada de un correspondiente deslome y curros en lo que iba surgiendo: construcci¨®n, una pasteler¨ªa donde le daban bocadillos gratis, ¡°f¨ªjate qu¨¦ suerte¡±, limpieza en las oficinas de la ONU, ¡°donde se nos pegaban a las manos blocs y l¨¢pices para dibujar o nos fum¨¢bamos un puro en la oficina de alg¨²n gerifalte, mucha, mucha suerte¡­ All¨ª fue la primera vez que vi un bacon o un giacometti¡±. Ahorr¨®. Y al volver a casa de sus padres sac¨® del petate el r¨¦dito de su esfuerzo: ¡°41.000 pelas¡­ Las dej¨¦ encima de la mesa y no dije nada. Era mi declaraci¨®n de intenciones. La prueba de que, si me largaba a Valencia, podr¨ªa buscarme la vida¡±.

March¨®, entonces. De la sombra a la luz. ¡°En Valencia se me quita la primera gran nube de plomo y se abre el cielo, de ir siempre en Santander con el chubasquero a andar por la calle en camiseta. Ve¨ªas la piel de la gente, la sensualidad. Yo siempre he sido muy t¨ªmido, somos un poco abruptos los del norte, vamos tapados, y eso a m¨ª me abri¨®, me volv¨ª loco, me convert¨ª en una bomba explosiva¡­ Hoy soy una bomba h¨²meda¡±. Y qu¨¦ chiripa, adem¨¢s, qu¨¦ chorra, como llaman en Cantabria a la buena suerte¡­ ¡°Encontr¨¦ a Vicky, bueno, nos encontramos a trav¨¦s de lo que hac¨ªamos. Yo me paraba siempre delante de su obra sin saber que era suya y a ella le ocurr¨ªa igual¡±.

Desde entonces no se han separado. Se mudaron a una casa en la que Usl¨¦ ¡ªs¨ª, ya entonces empezaba a ser Usl¨¦¡ª pint¨® alguna pared de negro para experimentar con otro de sus medios expresivos, la fotograf¨ªa. ¡°De ah¨ª creo que viene mi serie So?¨¦ que revelaba: ¡°Tiene que ver con los sue?os y con la falta de atrevimiento a decirlos, con ese nitrato de plata que va apareciendo, ese proceso de solarizaci¨®n, que me lleva tambi¨¦n al ni?o necesitado de refugio, encerrado con perros y gatos, que escuchaba el viento y c¨®mo el roble se cimbreaba, y que observaba el r¨ªo Cubas y el azul en metamorfosis¡±. Tiene que ver con un misticismo en movimiento, el que le lleva a buscar el ritmo de cada brochazo sintiendo el pulso, desde que una vez le hicieron un electrocardiograma y al diagn¨®stico m¨¦dico aplic¨® su visi¨®n art¨ªstica sobre los signos del papel¡­ ¡°La aspiraci¨®n es navegar por dentro, fundirte con lo que eres. Las telas me las preparo mucho, me gusta que tengan ese punto de absorci¨®n en que, todo lo que hagas, quede¡±.

Incluso el dolor, en su caso. ¡°Como una vez que me martiriz¨® un pinzamiento en la quinta v¨¦rtebra. Era un suplicio agudo, como llevar un pu?al clavado, me ayudaron a superarlo el shiatsu y la marihuana. El dolor se transformaba en placer, pero no as¨ª de dr¨¢stico, m¨¢s bien, se acercaba al placer: lo bueno era el proceso de aprendizaje, yo entend¨ªa todo el camino, la corriente. Lo visualizaba en r¨ªos coloreados con sus ramificaciones, los nervios del dolor¡±.

Esa capacidad de fusi¨®n f¨ªsica con revelaci¨®n de esp¨ªritu la ha buscado Usl¨¦ en la naturaleza. Perdi¨¦ndose en lugares abruptos de Cantabria, construy¨¦ndose refugios entre los parajes del r¨ªo Miera o Valderredible y tambi¨¦n, aunque pueda parecer parad¨®jico, en Nueva York, donde aterriz¨® con una beca Fulbright en 1987. ¡°All¨ª llegu¨¦ y me encontr¨¦, supe que no era nadie, yo era cero, quer¨ªa vivir mi experiencia vital en soledad, desentra?arla y conocerme¡±. All¨ª apenas ve¨ªa a gente, aunque trab¨® contacto con otros artistas espa?oles que recalaron por all¨¢: Juan Ugalde, Patricia Gadea, Francesco Pistolesi, Bellotti, Armenter, Moix, Muntadas, Miquel Barcel¨®, Txomin Badiola, Pello Irazu o Francisco Leiro.

Tambi¨¦n trab¨® amistad con Nemo. Otro alter ego. Otro motor de su obra. ¡°Aun siendo nadie, representa una asociaci¨®n de cosas inconscientes. Dirige una nave, pero no s¨¦ si es un capit¨¢n con autoridad sobre otros. Un cuadro sugerido por Nemo es inmersi¨®n y la posibilidad de viajar a tu bola¡±. Hurgando dentro, hacia la necesidad de aislamiento o al territorio del trauma, como el que Usl¨¦ ¡ªo mejor Juan¨ªn¡ª vivi¨® con el naufragio del Elorrio en Langre y que forma parte de su exitosa serie sobre el r¨ªo Cubas: 21 muertos cerca de su casa, del que hoy ha recuperado vestigios que guarda en su estudio. ¡°Sali¨® en todos los peri¨®dicos y fue la primera vez que guardo recuerdo de ver fotograf¨ªas impresas en papel¡±.

Todo ese trayecto, el del ni?o que no paraba de captar se?ales, el del joven rompedor, el del artista ya consagrado en el mundo desde que participa en la Documenta de Kassel en 1992, lo resume Usl¨¦ ahora, en la ¨¦poca en que ya empieza a hacer cuentas, con un anhelo: ¡°Mi compromiso es pintar un par de cuadros importantes. Tengo fe en eso. No miro para atr¨¢s porque quien mira para atr¨¢s es un conformista. O pierde el tiempo. Tampoco tenemos tanto tiempo, ni nos sobra. Debemos ser honestos y sentir la posibilidad de que podemos hacer algo que merezca la pena. Nada que ver con la revoluci¨®n juvenil, sino con una utop¨ªa que se dirige a m¨ª y no al contrario¡±.

Ha calmado el ¨ªmpetu sin que eso suponga que no mantiene la autoexigencia intacta. Lo prueban las gotas de pintura sobre el suelo de su taller en Saro, los botes y los pinceles amontonados. Ya no destruye apenas cuadros. Intenta salvarlos para que le cojan desprevenido. Alguna vez, cuenta en su libro Juan Usl¨¦. Pasos y palabras (La F¨¢brica), ha indultado obras que al d¨ªa siguiente le sorprend¨ªan y ha aniquilado otras que le salieron perfectas pero le dejaban fr¨ªo. Ya, no. ¡°Antes lo hac¨ªa m¨¢s: no me escuchaba, no respetaba las reglas ni me conoc¨ªa tanto¡±.

Pero, eso s¨ª, cada cuadro debe resistir la prueba de las tres miradas: ¡°Una m¨¢s lejana, donde aquello que has hecho configura una imagen abstracta o figurativa. Otra mediana, donde los espacios empiezan a moverse, y la ¨²ltima, de cerca, para meterte en la piel de la pintura y analizar su sintaxis¡±. El lenguaje de una abstracci¨®n como la suya: ¡°Contaminada¡±, dice. ¡°No es un juego de elementos geom¨¦tricos vinculados, no tiene que ver con la utop¨ªa modernista pero s¨ª con la capacidad de sugerir, hacer pensar, ahondar, sentir. La abstracci¨®n es una membrana porosa para m¨ª, en permanente dial¨¦ctica y conflicto, empapada de vida, de cultura y de naturaleza. Es algo, como la figuraci¨®n, que no existe en t¨¦rminos absolutos, pero que debe propiciar experiencias basadas en las tres t: que te transforman, te transportan y te trastornan¡±.