Dudamel y el milagro de la orquesta ef¨ªmera
Un desaf¨ªo: reunir a 59 j¨®venes de 12 pa¨ªses durante 12 d¨ªas en plena pandemia para abordar un reto musical de altura. Acompa?amos al maestro venezolano y a su tribu durante un intenso viaje humano y sonoro
Es un llanto incontrolable el que Jes¨²s M¨¦ndez, violinista, de 20 a?os, arrastra hacia la salida del auditorio Alfredo Kraus de Las Palmas de Gran Canaria una noche de finales de junio, la mascarilla vencida sobre la barba, el piercing de la nariz mojado en l¨¢grimas y mocos. Acaba de toparse con Gaudy S¨¢nchez, coordinador art¨ªstico de la Orquesta del Encuentro, su orquesta, que ya es historia: se ha desvanecido con los jubilosos compases de la Serenata para cuerdas, de Chaikovski, ejecutados en estado de gracia. Y con casi 10 minutos de aplausos del coliseo canario. ¡°Gaudy me ha dicho que tengo mucho futuro, a m¨ª, un chaval de Gij¨®n, que nunca imagin¨¦ haber vivido esto¡±, solloza, ¡°que pod¨ªa haberme metido en cosas malas, muy malas. Y esto que llevo a la espalda me ha salvado la vida¡±.
Las 58 siluetas vestidas de negro de los otros j¨®venes m¨²sicos se recortan en la oscuridad. Agrupados en abrazos que no cesan desde el final del ¨²ltimo de los tres conciertos de esta orquesta ef¨ªmera que les ha llevado de Oviedo a Canarias, previo paso por Madrid. Un viaje al que fue invitado a sumarse El Pa¨ªs Semanal. La tensi¨®n emotiva hab¨ªa cuajado antes, durante el ensayo, con la segunda pieza del repertorio, la compleja Noche transfigurada, de Sch?nberg. ¡°Ayer esto sali¨® exquisito¡±, les dijo su director, Gustavo Dudamel, a¨²n en camiseta y vaqueros, antes de atacarla. Se refer¨ªa al concierto en Santa Cruz de Tenerife, con el que inauguraron el Festival Internacional de M¨²sica de Canarias. ¡°Tuvo un punto de madurez, siento que conocen las l¨ªneas alternas de la m¨²sica. Me sent¨ª in heaven, como hace muchos a?os que no me sent¨ªa¡±. Los j¨®venes lo celebraron pateando la tarima del escenario. ¡°Con confianza¡±, les invit¨® a tocar. Al concluir el ensayo, empapados a¨²n en la solemne luz posrom¨¢ntica de la obra, elegida como met¨¢fora del tr¨¢nsito de la oscuridad a la esperanza que tanto tiene que ver con la pandemia, Dudamel venci¨® por fin hacia el atril su cuerpo ¡ªhasta entonces pose¨ªdo por esa gestualidad impetuosa que le retrata¡ª, deposit¨® la batuta y dijo: ¡°Ha sido un viaje hermoso, sublime, ¨²nico, de una conexi¨®n que nunca se acabar¨¢¡±.
La gran estrella de la Filarm¨®nica de Los ?ngeles (LA Phil), a punto de tomar las riendas de la ?pera de Par¨ªs, parec¨ªa sobrecogido, hermanado a sus 40 a?os con esos ojos brillantes que le miraban. ¡°El director no es nadie sin una orquesta. Nosotros nos transformamos a partir del resto y as¨ª nos damos cuenta de que no existen los l¨ªmites. Vamos a celebrar la m¨²sica, este encuentro milagroso en estos tiempos. Los queremos¡±. Y lanz¨® un beso.
Detr¨¢s de ¨¦l, la actriz Mar¨ªa Valverde, su esposa, rompi¨® a llorar sin consuelo.
Para entender la catarsis de esa noche hay que viajar 30 a?os atr¨¢s, cuando el ni?o Dudamel se sienta con su viol¨ªn en uno de los ¡°encuentros¡± del Sistema de Orquestas Infantiles y Juveniles de Venezuela, el prodigioso artefacto de integraci¨®n social y educaci¨®n musical copiado en m¨¢s de 100 pa¨ªses. All¨ª creci¨®, sigue siendo el director de su formaci¨®n principal, la Orquesta Sim¨®n Bol¨ªvar, ahora fracturada, con los m¨²sicos en el exilio. ¡°Lo m¨¢s importante es crear los espacios para que estos j¨®venes que vienen de realidades tan diversas puedan encontrarse y enriquecerse¡±, dice el director en su camerino, minutos antes del concierto, junto a Valverde, los ojos de ella a¨²n enrojecidos. ¡°Eso es lo que yo viv¨ª como ni?o. Despu¨¦s de semana y media, est¨¢n absolutamente transformados musicalmente. ?Y c¨®mo? A trav¨¦s del reto. Yo recuerdo que mi maestro [Jos¨¦ Antonio Abreu, el creador del Sistema en 1975 y descubridor de Dudamel], en los momentos de crisis, no bajaba la guardia, sino que dec¨ªa: ¡®Ahora vamos a tocar la obra m¨¢s compleja¡¯. Porque lo que provocaba era deseo, inspiraci¨®n, motivaci¨®n, nos sumerg¨ªa dentro del reto, en la belleza, que es lo que es la m¨²sica. Conectar y asumir un reto en colectivo es un proceso transformador. Como l¨ªderes, como m¨²sicos, van a volver a sus comunidades y a entregar ese aprendizaje que en tan poco tiempo, a trav¨¦s del reto, los ha transformado¡±.
Esa mutaci¨®n hab¨ªa comenzado cuando la Fundaci¨®n Dudamel ¡ªcon la ayuda y patrocinio de la Secretar¨ªa de Estado de Cooperaci¨®n y otras 31 instituciones, muchas de ellas orquestas¡ª consigue traer a un hotel de Madrid en plena pandemia a virtuosos de cuerda de entre 18 y 24 a?os desde 12 pa¨ªses, latinoamericanos en su mayor¨ªa. A ellos se suman 20 chicos y chicas espa?oles. Todos han sido reclutados en sus formaciones musicales y conservatorios. Llevan mes y medio estudiando el repertorio, asombrados ante el desaf¨ªo. Tambi¨¦n llegan nueve estrellas de varias orquestas de primer nivel, y reciben una visita de excepci¨®n: el arquitecto Frank Gehry, amigo de la pareja y creador del nuevo edificio de la Youth Orchestra of LA (YOLA), una instituci¨®n heredera del Sistema que tambi¨¦n dirige el maestro. El m¨¢s dif¨ªcil todav¨ªa ser¨¢ conformar una enorme burbuja controlada cada dos d¨ªas con pruebas covid. No pueden salir del hotel salvo a los ensayos con la formaci¨®n completa en la sede de la Orquesta y Coro de la Comunidad de Madrid.
¡°Hemos buscado talentos creativos, futuros l¨ªderes globales¡±, sonr¨ªe el director de programas de la fundaci¨®n, Jacob Slattery, un obo¨ªsta de 30 a?os que podr¨ªa confundirse, tatuado y c¨®mplice, con los j¨®venes m¨²sicos. ¡°Y estamos haciendo un mont¨®n de milagros¡±. Llegaron los 11 venezolanos, pese a que se cancel¨® su avi¨®n. Tambi¨¦n dos bolivianos que no repararon en que, aunque viv¨ªan fuera del pa¨ªs, necesitaban visa para entrar en Espa?a. Milagros construidos con cifras de cinco ceros y apenas 20 personas, algunas voluntarias. Entre ellas, amigos de la infancia de Dudamel, compa?eros en las orquestas del Sistema, como Gaudy, administrador art¨ªstico de la YOLA, o Cindy Figueroa, una consultora de moda amiga de Valverde, aqu¨ª supervisora de la gira. ¡°Estuvimos a punto de cancelar tres semanas antes¡±, dice la secretaria de Estado de Cooperaci¨®n Internacional, ?ngeles Moreno, quien considera esta actividad estrat¨¦gica y pretende repetirla anualmente. ¡°Ya se hab¨ªa suspendido en enero por el auge del coronavirus¡±, a?ade. Prosigue Mar¨ªa Valverde, copresidenta de la fundaci¨®n: ¡°Pero un d¨ªa est¨¢bamos leyendo Gustavo y yo las cartas que les pedimos que escribieran para presentarse, y tuvimos claro que ten¨ªamos que hacerlo, hasta donde la pandemia nos dejara¡±.
As¨ª comenz¨® el viaje. Un viaje dibujado por 59 instrumentos que por fin dejaron atr¨¢s los confinamientos y tocaron juntos. Por un abrazo que se demor¨® tres a?os entre un contrabajista venezolano que vive en Canarias y sus dos hermanas gemelas violinistas; con selfis multitudinarios, partituras anotadas, palabras de otro continente aprendidas del compa?ero de cuarto, pasillos con m¨²sica a cualquier hora ¡ªhab¨ªa que practicar¡ª o fiestas nocturnas en la habitaci¨®n m¨¢s apartada. Hecho de visitas rel¨¢mpago a la piscina, clases de folclore mexicano en el comedor, tartas que aparec¨ªan en los cumplea?os y trenzas que se hac¨ªan las chicas unas a otras antes de los conciertos. E ilustrado con todas las fotos que se tomaron, todos los d¨ªas, con el maestro.
Como en todos los viajes, quedan postales.
Esos ojos tan grandes, tan abiertos, de Malena Verduga al clavarse en una esquina de El jard¨ªn de las delicias: ¡°?Veis?, los instrumentos musicales se vuelven instrumentos de tortura¡±, se?ala Fernando P¨¦rez, jefe de contenidos did¨¢cticos del Museo del Prado. Es recibido por un coro de exclamaciones. Est¨¢n solos por grupos en la pinacoteca, antes de que entren los visitantes. Algunos hab¨ªan tocado dos d¨ªas atr¨¢s en un lugar privilegiado y en compa?¨ªa de Gehry: frente a Las meninas, tras escuchar a Mar¨ªa Valverde recitar el poema en el que se inspir¨® Sch?nberg para componer Noche transfigurada.
Cuando Malena, de 18 a?os, ten¨ªa 5, hubo algo en el sonido del viol¨ªn que la convoc¨®. Pero en su pueblo de la Patagonia argentina nadie lo ense?aba. Orgullosamente cuenta ¡ª?utiliza lenguaje inclusivo¡ª que creci¨® en una orquesta donde sus compa?eros iban a tocar porque les daban merienda, un remedo del Sistema. ¡°La construcci¨®n de un sonido excelente tiene que ver con algo m¨¢s humano que la m¨²sica¡±, asegura, henchida de un sentimiento solidario. En la comunidad que es la orquesta, ¡°mientras m¨¢s parte me siento¡±, dice, ¡°m¨¢s tengo la posibilidad de expresar lo que tengo que expresar¡±.
El violinista madrile?o Jorge G¨¨nova es la estrella en el parque del Retiro. Dos aretes en la oreja, un tup¨¦ rebelde, aire de seguridad cuando se l¨ªa un cigarro. Levanta grititos al mostrar su truco con la baraja. Dudamel, que ha aparecido por sorpresa en el p¨ªcnic tras la visita por el centro de Madrid en este ¨²nico d¨ªa libre, se aproxima, intrigado, masticando un bocadillo de jam¨®n con tomate. Jorge se pone nervioso. Que se le acerque alguien que admira tanto¡ ¡°Me han dicho que no falla. Son matem¨¢ticas¡±, le dice, y se lo ense?a. El maestro maneja las cartas, las mezcla. ¡°Si no sale, me corto el pelo¡±, grita. La expectaci¨®n es m¨¢xima. Sale. ¡°Hay directores que sencillamente no se acercan¡±, cuenta Jorge, ¡°est¨¢ muy bien, pero no hay una implicaci¨®n m¨¢s all¨¢¡±. Y no es el caso. Dudamel ser¨¢ al tiempo estudiante y maestro en todos los escenarios. Como en alg¨²n punto entre Tenerife y Gran Canaria, cuando sale al jolgorio montado sobre los vaivenes del catamar¨¢n, cuya estela los envuelve en salitre. Tras las fotos, se acoda en la barandilla, junto a tres m¨²sicos: ¡°Muchachos, guarden siempre las partituras con las anotaciones que vayan haciendo. Cuando pasen los a?os, ser¨¢ como reencontrarse con otra persona¡±.
Con su cabellera blanca, Rainer Honeck parece el t¨ªo benevolente del grupo, que lo mismo le corrige el agarre del arco a un violinista en un pasillo que se anima a jugar a la pelota en un descanso. Pero es el concertino de una de las mejores orquestas del mundo, la Filarm¨®nica de Viena, y con el stradivarius de 1709 que empu?a dirige el ¨²ltimo ensayo seccional en el hotel. ¡°Aunque est¨¦is dentro de la orquesta, si toc¨¢is bien¡±, es su recomendaci¨®n final, ¡°os escuchar¨¢n. Haced que el sonido sea limpio¡±. Despu¨¦s de las fotos de rigor, busca el sol: ¡°Nosotros no tuvimos esto en nuestra formaci¨®n¡±, asegura, con un punto nost¨¢lgico. Y a?ade: ¡°Todo es muy emocional, muy fuerte, por la pandemia¡±. Le acompa?an Alejandro Carre?o, concertino de la Sim¨®n Bol¨ªvar, tambi¨¦n amigo de la infancia de Dudamel, y Nathan Cole, su hom¨®logo de la LA Phil, quien pronostica: ¡°Estos chicos van a seguir juntos toda su vida, aunque no lo sepan a¨²n¡±. Un piso m¨¢s abajo, Teng Li, viola principal de la LA Phil, da su ¨²ltima clase magistral. La timidez instrumental de la chilena Laura Suau contrasta con su pelo verde. ¡°Ya desde que comienzas debes decir al p¨²blico: aqu¨ª pasa algo¡±, le replica la maestra, todo energ¨ªa. Ha tra¨ªdo cuerdas como regalo de despedida. ¡°Es un milagro que hayan llegado a tener el nivel para tocar este repertorio, y es por el deseo que tienen, y c¨®mo se apoyan unos a otros¡±.
Impresiona ver a los maestros sentados junto a los chicos en el ¨²ltimo ensayo en Madrid. Integrarlos en la orquesta es un diferencial del Sistema, cuenta Gaudy. Entra Dudamel y Andreas Siles, el concertino boliviano, de 22 a?os, siente una energ¨ªa que les envuelve. ¡°Nos llena el cuarto y nos jala, nos lleva a volar¡±, dir¨¢, ¡°toca algo muy dentro de nosotros en una conexi¨®n personal, con cada uno¡±. ¡°Y muestra con su cuerpo c¨®mo deber¨ªa sonar la m¨²sica¡±, apunta el estadounidense Skyler Lee, contrabajo de la YOLA. Tambi¨¦n lo cuenta en palabras. Habla de respirar juntos en Sch?nberg, del ¡°di¨¢logo apasionado, posrom¨¢ntico, decadente¡±. De un sonido ¡°crujiente¡± en el allegro de Chaikovski, ¡°como una cerilla¡±. Y luego reclama desesperaci¨®n: ¡°?Vamos al infierno juntos!¡±. Se acab¨®. Llega la ¨²ltima sesi¨®n de mindfulness y ejercicios para enjugar las forzadas posturas de las horas con el instrumento, dirigidos por Clara V¨¢zquez, la entrenadora de Mar¨ªa Valverde. ¡°No puedo darles m¨²sica¡±, apunta ella, presta a ejercitarse junto a los chicos, ¡°esta es mi contribuci¨®n¡±.
Todos saben que la expansiva Estefan¨ªa Tezanos, boliviana de 22 a?os, nunca ha visto el mar. ¡°?Cool!¡±, grit¨® al descubrirlo cuando el bus bajaba hacia Santa Cruz de Tenerife. Cool es su se?a de identidad tanto como las l¨¢grimas prontas a brotar o el tatuaje que corona su espalda: ella con el violonchelo. As¨ª que es la protagonista de la tarde de playa en el sur. Las olas imponen. Pero los otros la sostienen. Le explican. Le toman fotos. Todos los que llevan ba?ador se lanzan con el mismo ¨ªmpetu con el que manejan el arco, aunque est¨¢ prohibido mojarse m¨¢s all¨¢ de las rodillas, tal es la resaca. Pero da igual. Se monta una fiesta de chapoteos interminable. Sobre la arena h¨²meda, un ins¨®lito espect¨¢culo: Dudamel juega al f¨²tbol con un pu?ado de chicos en los que parece comandar Andreas, el concertino. Tan diestro con la pelota como con el viol¨ªn, dribla adversarios. Andreas viene desde Salzburgo. Practica todos los d¨ªas. Paula Torres, una violonchelista de Gran Canaria, es la ¨²nica chica. No toca mucho bal¨®n, pero qu¨¦ m¨¢s da. Han tra¨ªdo el esf¨¦rico desde Madrid. Lo pidieron por Glovo. Necesitaban moverse.
Estefan¨ªa, claro, sale la ¨²ltima del mar. Radiante. Una ola la tumb¨®. Y emergi¨® sin un cristal de sus gafas. Pero qu¨¦ m¨¢s da.
En la ¨²ltima noche, en Las Palmas, su casa, Paula Torres ha vivido el mejor concierto de su vida. Mar¨ªa Valverde ha sentido que le llena el coraz¨®n formar parte de una orquesta, es decir, de un equipo, y que eso es lo que quiere hacer. Gustavo Dudamel ha aprehendido ¡°toda esa frescura, la visi¨®n hasta ingenua de un aprendiz, que te ense?a que no hay l¨ªmites¡±, dice. ¡°Nos vamos enriquecidos de ese deseo primigenio, como de regresar a la tribu, volver a sentarme en la orquesta, que nunca se me ha olvidado¡±. Estefan¨ªa Tezanos camina hacia el autob¨²s con unas gafas de un solo cristal y el tobillo magullado. Pero ha visto el mar y ya sabe que su vida musical ser¨¢ otra. Skyler Lee abraza una cabeza detr¨¢s de otra. Apenas habla espa?ol. Pero no importa. ¡°Esto ser¨¢ el acontecimiento de sus vidas¡±, hab¨ªa pronosticado la maestra Teng Li.
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