La belleza y otros cuentos
Nadie escapa al imaginario de perfecci¨®n sobre nuestras carnes, pero las mujeres somos objetivo prioritario

Vivimos cada d¨ªa asediados por una avalancha de im¨¢genes perfectas, rebosantes de juventud, filtros y plastificada fascinaci¨®n. Su hechizo es una promesa de belleza que nos empuja hacia el resbaladizo terreno de la vida que deseamos y so?amos ¡ª?sin olvidar que tambi¨¦n las pesadillas son sue?os¡ª. Seg¨²n la biolog¨ªa, admiramos el ideal f¨ªsico porque buscamos instintivamente simetr¨ªas y rasgos saludables. Sin embargo, la historia muestra que el velo de la seducci¨®n suele encubrir las afiladas aristas del poder y el dinero.
En todas las ¨¦pocas se desea gustar, pero los atributos considerados hermosos cambian constantemente. Rostros y cuerpos atractivos en otros tiempos ahora se entregar¨ªan a los cirujanos. Lo bello parece estar ligado a lo exclusivo y a la riqueza: hacemos m¨¢s caso a lo escaso. En la Antig¨¹edad, la literatura sat¨ªrica se burlaba de la delgadez porque revelaba falta de medios. Por aquel entonces eran gordos ¡ªy estaban ufanos de serlo¡ª los ricos. El poeta Marcial defini¨® el canon er¨®tico: ¡°No quiero una amiga delgada, que me raspe con su rabadilla desnuda y me pinche con su rodilla y a la que le sobresalga en la espalda una sierra¡±. En Antolog¨ªa griega, Marco Argentario se disculpa porque su amada es ¡°una Afrodita flacucha¡±. Actualmente, en un mundo donde abunda la comida barata y cal¨®rica, la delgadez exige esfuerzo, presupuesto y tiempo libre para cuidar la figura. La belleza se escabulle, tan inalcanzable como siempre.
El patr¨®n hist¨®rico es constante: tendemos a valorar lo dif¨ªcil, lo minoritario, lo caro. Las mujeres romanas, de oscuro pelo mediterr¨¢neo, anhelaban lucir melenas rubias. Por eso los artesanos fabricaban pelucas con el cabello de prisioneras germ¨¢nicas, esclavas rapadas para lujo de las patricias. Siglos m¨¢s tarde, las japonesas utilizaban un ung¨¹ento de ¨®xido, t¨¦ y sake que te?¨ªa sus dientes de negro puro. El color marfil de la dentadura se consideraba vulgar, mientras las sonrisas tiznadas ¡ªque muy pocas pod¨ªan permitirse¡ª eran un s¨ªmbolo de elegancia. Durante generaciones, los cuerpos bronceados y musculados ¡ªhoy oscuro objeto de envidias veraniegas¡ª se asociaron a las clases pobres, sometidas al sol inclemente y los trabajos esforzados del campo.
Una y otra vez, la belleza ha sido signo de ostentaci¨®n y, adem¨¢s, un pr¨®spero y competitivo negocio. ?mile Zola, en su relato Les Repoussoirs, nos presenta al c¨ªnico Durandeau, fundador de una agencia donde j¨®venes ricas no especialmente guapas alquilan a chicas desmejoradas de origen humilde, maquilladas como adefesios, para que las acompa?en en sus paseos y as¨ª quedar favorecidas ¡ªpor contraste¡ª a ojos de sus pretendientes. Las j¨®venes pobres comercian con lo ¨²nico que poseen: la tristeza que les devuelve el espejo. En nuestro mundo, igual que entonces, poderosas industrias cosm¨¦ticas y quir¨²rgicas subrayan nuestros defectos para vendernos ilusiones y soluciones. Caras, muy caras. La celulitis, por ejemplo, es un concepto que no exist¨ªa hace poco m¨¢s de un siglo, precisamente hasta que las revistas y los centros de belleza la definieron como una lacra. Al exponer a la luz p¨²blica un rasgo saludable como si fuera una enfermedad, se fabric¨® un complejo que actualmente genera descomunales beneficios.
Nadie escapa al impacto de este imaginario de perfecci¨®n que impone severas disciplinas sobre nuestras carnes y carteras, pero las mujeres somos objetivo prioritario. En la pel¨ªcula El marido de la peluquera, de Patrice Leconte, un hombre maduro de barriga prominente cumple su fantas¨ªa al seducir a una sensual peluquera. En esta pareja conmovedora y desigual es ella quien sufre m¨¢s intensamente el terror a no ser deseada cuando lleguen las arrugas y el deterioro f¨ªsico. Como escribi¨® Ursula K. Le Guin, esta lucrativa obsesi¨®n moldea nuestros cuerpos con una tr¨ªada de adjetivos ¡ªdelgado, tirante, firme¡ª, que se traduce en inversiones y privaciones. Y a?ad¨ªa: ¡°Hay muchas maneras de ser perfecta, y ni una sola se alcanza a trav¨¦s del castigo¡±. Tal vez la belleza m¨¢s humana sea la que se logra no con esfuerzo e insatisfacci¨®n, sino con facilidad y felicidad.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
?Tienes una suscripci¨®n de empresa? Accede aqu¨ª para contratar m¨¢s cuentas.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.