Para no ver ni entender
Desde hace tiempo, muchos int¨¦rpretes no articulan, tienen una dicci¨®n p¨¦sima, hablan hacia adentro y mascullan m¨¢s de la cuenta. | Columna de Javier Mar¨ªas
El primer aviso fue hace ya a?os, cuando, para ver pel¨ªculas espa?olas en DVD o en la televisi¨®n, hube de poner subt¨ªtulos porque a menudo no entend¨ªa casi nada de lo que los actores dec¨ªan, y el hecho de que a mi mujer le pasara lo mismo descartaba que se tratara de una mengua auditiva m¨ªa. Desde hace una d¨¦cada o dos, muchos int¨¦rpretes de nuestro pa¨ªs no articulan, tienen una dicci¨®n p¨¦sima, hablan hacia adentro y mascullan m¨¢s de la cuenta. No todos, por favor (no se me soliviante de nuevo el gremio). Esto no suced¨ªa hace 50, 40 o aun 30 a?os: incluso a los actores mediocres ¡ªo con habla m...
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El primer aviso fue hace ya a?os, cuando, para ver pel¨ªculas espa?olas en DVD o en la televisi¨®n, hube de poner subt¨ªtulos porque a menudo no entend¨ªa casi nada de lo que los actores dec¨ªan, y el hecho de que a mi mujer le pasara lo mismo descartaba que se tratara de una mengua auditiva m¨ªa. Desde hace una d¨¦cada o dos, muchos int¨¦rpretes de nuestro pa¨ªs no articulan, tienen una dicci¨®n p¨¦sima, hablan hacia adentro y mascullan m¨¢s de la cuenta. No todos, por favor (no se me soliviante de nuevo el gremio). Esto no suced¨ªa hace 50, 40 o aun 30 a?os: incluso a los actores mediocres ¡ªo con habla muy singular, como Jos¨¦ Isbert¡ª se les entend¨ªa sin problemas. Me he preguntado numerosas veces si los directores no se percatan de lo que ocurre o si es que les trae sin cuidado o que dirigen mal a sus actores y actrices. Por si acaso, ahora me impongo los incongruentes subt¨ªtulos siempre (soy de Chamber¨ª), y tambi¨¦n en las series nacionales.
El segundo aviso fue que empez¨® a pasarme lo mismo con bastantes cintas extranjeras. No es por presumir, pero llevo toda la vida en contacto con el ingl¨¦s, del Reino Unido y de los Estados Unidos. He vivido en ambos pa¨ªses y jam¨¢s tuve dificultades en ninguno de ellos, fuera con un profesor de Oxford o con un taxista neoyorquino. Admito que en westerns con personajes que m¨¢s que hablar parecen masticar tabaco, sigo a ¨¦stos a duras penas, as¨ª como a los marineros brit¨¢nicos. Por lo dem¨¢s, suelo captar el 95% en las obras de los 40, 50 y 60, cuando todo el mundo se expresaba con claridad suficiente. Incluso cuando se puso de moda el estilo del Actor¡¯s Studio, que b¨¢sicamente consist¨ªa en que Paul Newman, Marlon Brando, Warren Beatty y otros se taparan la boca con los dedos, hicieran muchas pausas y soltaran sus di¨¢logos como si los estuvieran fabricando con titubeos en el momento, incluso entonces los comprend¨ªa perfectamente. Ahora me cuesta tremendo esfuerzo con frecuencia. A veces el porqu¨¦ es manifiesto: la m¨²sica y los efectos especiales est¨¢n a un volumen tan alto que no hay quien pille las palabras. Claro que en esta clase de cine las palabras son inexistentes o insignificantes. Se sabe que nadie dir¨¢ nada inteligente ni inquietante ni que nos saque del sopor fragoroso, as¨ª que a sus creadores no les preocupa el sonido verbal, que adem¨¢s estar¨¢ ahogado por el ruido de las palomitas y de los sorbidos a los refrescos. No es cine para escuchar, sino para atracarse y aturdirse.
El tercer aviso fue a¨²n m¨¢s grave. A mi mujer, Carme, le encantan los westerns, como a m¨ª, as¨ª que me arrastr¨® a ver Los hermanos Sisters, y nos encontramos con que ver, lo que se dice ver, no ve¨ªamos casi nada. Al parecer su autor, el franc¨¦s Jacques Audiard, hab¨ªa decidido ensombrecer la iluminaci¨®n con el est¨²pido argumento de que en el Oeste no hab¨ªa electricidad y la oscuridad dominaba en cuanto el sol se pon¨ªa. Cierto es, pero Audiard demostraba ignorar la diferencia entre realidad y ficci¨®n. Que los personajes vieran poco o nada no significa que el sufrido espectador deba pasar por su experiencia. Nos daban ganas de gritarle en la sala, como dos locos: ¡°?Esto es una pel¨ªcula, Audiard! ?No nos torture con sus majader¨ªas! Podemos suponer o imaginar que los personajes viven en permanente tiniebla, no nos la inflija como si fu¨¦ramos tontos. ?Queremos ver lo que pasa!¡± Me temo que quien inici¨® esta costumbre fue Kubrick con su Barry Lyndon, que resultaba pesada, en parte, porque uno acababa harto de la luz de las velas dieciochescas. Despu¨¦s del espanto Sisters, me he encontrado con m¨¢s pel¨ªculas o series en las que no se distingue casi nada. La ¨²ltima, La sangre helada: como la acci¨®n transcurre en un ballenero, los creadores decidieron que en su interior la luz era escas¨ªsima y obligaron a los espectadores a no ver ni torta, salvo en las escenas de nieve y hielo.
Ahora he le¨ªdo que la incapacidad articulatoria de muchos int¨¦rpretes no siempre es casual o defecto de ellos. El afamado director Christopher Nolan se asegura de que sus di¨¢logos sean a menudo indescifrables. De hecho tiene la ininteligibilidad de sus pel¨ªculas como ¡°ense?a¡± o marca de la casa. El actor Tom Hardy tambi¨¦n la tiene a gala. Y como hoy no hay imbecilidad que no cuente con entusiastas seguidores, otros se apresuran a imitarlos. Estos cineastas pretenciosos, confundidos y perezosos me recuerdan a los bobos que, en los a?os 70, hac¨ªan que la c¨¢mara y el montaje enloquecieran cuando un personaje enloquec¨ªa, o que se enturbiaran cuando se emborrachaba o drogaba. A esos daban ganas de gritarles: ¡°?Dadme a entender que el personaje sufre locura sin volveros vosotros locos! Eso es facil¨®n y muy malo¡±.
En fin, como estas modas prosperen (m¨¢s), corremos el riesgo de ir al cine o pagar plataformas para no entender apenas y contemplar una pantalla en negro. Y la verdad, uno no saca su entrada ni se abona a Movistar o a Netflix para aguzar penosamente la vista y el o¨ªdo (y en la primera, encima, los subt¨ªtulos desaparecen). Acabaremos desertando de todo y qued¨¢ndonos con la realidad del siglo XXI, en la que se oye mejor a las personas, y hay m¨¢s luz y nitidez que en los siglos XIX o XIV.