Marlon Brando: obsesi¨®n por el sexo y una ni?ez marcada por el maltrato
Una nueva biograf¨ªa traza un retrato descarnado del actor: "Persegu¨ª a mujeres para maquillar lo que mi madre nunca pudo darme y por hacer da?o a mi padre"
Los r¨ªos de tinta sobre Marlon Brando llevan corriendo d¨¦cadas, antes y ¡ªespecialmente¡ª despu¨¦s de su muerte, en verano de 2004. Su insaciable vida sexual, las an¨¦cdotas de sus rodajes m¨¢s complejos, sus borracheras... Como dec¨ªa quien fue presidente de Fox, Harris Katleman, "todos los rumores sobre la locura de Brando se quedan cortos". Tan cortos que ahora William J. Mann, autor de biograf¨ªas sobre Katharine Hepburn o Barbra Streisand, se lanza a hacerle un retrato de nada menos que 700 p¨¢ginas. En el libro The Contender (que podr¨ªa traducirse como El aspirante), Mann traza un retrato descarnado, "pero respetuoso y sin malicia", como rese?a The Times, sobre uno de los actores m¨¢s brillantes del siglo XX.?
A Brando le marc¨® su infancia y sus padres. Como a cualquiera, podr¨ªa decirse, pero en su caso de un modo muy determinado y no especialmente positivo. Pas¨® sus primeros d¨ªas en Omaha, Nebraska, y vivi¨® su formaci¨®n posterior en Libertyville, Illinois. El joven Brando se cri¨® dentro de la llamada Ciencia Cristiana, para quienes la enfermedad es una cuesti¨®n mental que puede curarse a trav¨¦s del pensamiento, y con el que el mundo real no es m¨¢s que una ilusi¨®n, entre otras de las muchas verdades que predica. Algo que marcar¨ªa sin duda la infancia, pero sobre todo la posterior madurez de un Brando que siempre fue especial, en todos los sentidos en el que alguien puede serlo.
La otra cuesti¨®n que marc¨® al actor durante toda su existencia fueron sus progenitores, alcoh¨®licos y maltratadores. Su madre era la responsable de la casa, que era un completo caos, y la polic¨ªa la recog¨ªa borracha y desnuda para llevarla de vuelta a su hogar. Mientras, su padre era un comerciante dedicado a los pesticidas que viajaba constantemente, siempre sumido en el alcohol y en la ira. Ambos forjaron la personalidad de Brando, "disl¨¦xico y que robaba, ment¨ªa, tocaba la bater¨ªa muy fuerte, era expulsado y abandonado".
"Si una mentira le es v¨¢lida, Marlon no dir¨¢ la verdad", recoge Mann en el libro, en una frase pronunciada por quien fue su secretaria durante a?os. A ¨¦l la verdad le aburr¨ªa. Le parec¨ªa sosa en comparaci¨®n con una buena mentira, un gui¨®n, una improvisaci¨®n a tiempo y, por supuesto, una rabieta a tiempo, y ten¨ªa muchas. Seg¨²n el autor, Marlon era un hombre egoc¨¦ntrico, tan inteligente como posesivo, tan divertido y brillante en las conversaciones como poco emp¨¢tico.
Aprendi¨® a comportarse en p¨²blico gracias a su marcha a Nueva York en 1943, cuando aprendi¨® del maestro Stanislavsky la t¨¦cnica que le dio fama. En esa ciudad empez¨® a frecuentar a jud¨ªos y a apoyar su causa, incluso a trav¨¦s de la recaudaci¨®n de fondos. Fue una de las primeras en las que se implic¨® a lo largo de su vida, y fueron muchas. La m¨¢s sonada: la defensa de los nativos americanos, a quienes dedic¨® miles de d¨®lares. Era generoso con su tiempo y tambi¨¦n con su dinero. De hecho, en el libro se le define como un "descarado mercenario" que lleg¨® a cobrar tres millones de d¨®lares por sus dos minutos en Superman?(1978).?
Sus amores tambi¨¦n fueron sonados, sobre todo por su fugacidad. Se cas¨® tres veces, con tres actrices de origen indio, mexicano y polinesio, en breves y complicados matrimonios. En total tuvo 11 hijos, el ¨²ltimo cuando ya ten¨ªa casi 70 a?os. Como relata Mann en el volumen, su relaci¨®n m¨¢s estable con una mujer fue con la se?ora guatemalteca que cuidaba de su casa. Prefer¨ªa relaciones sin ataduras, en general con mujeres, pero en ocasiones tambi¨¦n con hombres. Fueron famosos sus escarceos con el actor y director franc¨¦s Christian Marquand, con quien escog¨ªa a varias chicas distintas cada noche para hacer tr¨ªos.
"Persegu¨ª a mujeres para maquillar lo que mi madre nunca pudo darme y por hacer da?o a mi padre", dec¨ªa ¨¦l mismo, tras a?os de terapia. "Necesitaba tener el control para no sufrir", dec¨ªa una de sus novias. Porque, al final, sus muchas amantes ve¨ªan en ¨¦l el dolor de un hombre hecho y derecho que no era m¨¢s que el reflejo de aquel ni?o de Nebraska malherido.
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