El instinto de muerte nos permite experimentar la sensaci¨®n de estar vivos
Su percepci¨®n influye en nuestras estrategias vitales. Nos induce a simularla en bucles, situ¨¢ndonos en el l¨ªmite.
Vivimos tiempos inciertos. Las cosas est¨¢n cambiando r¨¢pido, la din¨¢mica de nuestro mundo interconectado escapa a nuestros modelos lineales; es evidente que somos vulnerables, no solo ante amenazas conocidas y dif¨ªciles de predecir, sino tambi¨¦n ante muchas otras que desconocemos y que ni siquiera podemos nombrar, pero para las que debemos estar preparados. Dicho de manera cruda en palabras del soci¨®logo Ulrich Beck, los avances cient¨ªficos y tecnol¨®gicos han generado una forma de vida precaria y riesgosa, independientemente de si somos conscientes de ello o no. Lo describe memorablemente en su libro La sociedad del riesgo, publicado en 1986, el mismo a?o de la cat¨¢strofe de Chern¨®bil.
?C¨®mo hemos de responder en caso de una eventualidad terrible? ?Habr¨¢n de colapsarse nuestros sistemas, de derrumbarse nuestras defensas, quedar¨ªamos paralizados por el miedo o incapacitados por el trauma? O, por el contrario, ?podr¨ªamos resistir el golpe da?ino, recuperarnos del desastre y adaptarnos a las nuevas situaciones, quiz¨¢s incluso con m¨¢s fortaleza? El riesgo se nos manifiesta como una actitud cuyo prop¨®sito es evocar el futuro en el presente, con el objeto de poder actuar ahora y prevenir eventos indeseables en el futuro. El fil¨®sofo Ian Hacking propone que no es solo un componente de nuestra realidad cotidiana, sino una manera de pensar ¡ª?es la noci¨®n de convertir lo problem¨¢tico en algo pensable, gobernable, lo que sustenta un enfoque diferente¡ª.
?Ser¨ªa posible pensar el riesgo en t¨¦rminos de vida y no de muerte? ?Qu¨¦ pasar¨ªa si el riesgo supusiera una cierta forma de estar en el mundo, y estableciera un horizonte? ¡°Arriesgar la vida¡±, apuntaba la fil¨®sofa y psi?co?ana?lis?ta Anne Dufourmantelle en su libro Elogio del riesgo, ¡°es una de las expresiones m¨¢s bellas de nuestro idioma¡±, y preguntaba: ¡°?Significa necesariamente enfrentarse a la muerte y sobrevivir? ?O m¨¢s bien existe, en la vida misma, un dispositivo secreto, una m¨²sica, que es excepcionalmente capaz de desplazar la existencia hacia esa primera l¨ªnea de batalla que llamamos deseo ¡ªporque el riesgo abre un espacio desconocido¡ª?
Seg¨²n Dufourmantelle, es dif¨ªcil imaginar que la certeza de nuestra finitud no tenga un efecto de rebote sobre nuestra existencia, sabemos que un d¨ªa lo que amamos, ansiamos y hemos logrado ser¨¢ borrado. El riesgo, como sentimiento, est¨¢ impulsado menos por las probabilidades reales y m¨¢s por nuestra reacci¨®n instintiva e intuitiva ante el peligro; es un ingrediente importante en nuestra manera de actuar, ya que determina una variedad de estrategias de toma de decisiones, y contribuye a nuestra capacidad para navegar en un mundo incierto, complejo y peligroso en el que impera lo imprevisible.
La percepci¨®n del riesgo y su tolerancia es un binomio muy personal que opera bajo la influencia de fuerzas inconscientes. La aversi¨®n al riesgo puede resultar en la sobreestimaci¨®n de los factores de riesgo, y la b¨²squeda de riesgo en su subestimaci¨®n. Si bien la pandemia, la vulnerabilidad financiera y las exigencias sociales y pol¨ªticas est¨¢n obligando a muchos a actuar, ahora m¨¢s que nunca, de maneras adversas al riesgo, los mismos factores han impulsado a otros a lanzarse al ruedo y jug¨¢rsela.
De hecho, durante mucho tiempo hemos venido idealizando en la cultura occidental la participaci¨®n en comportamientos riesgosos, incluso autodestructivos. En novelas, pel¨ªculas y en el rock and roll fantaseamos con romper el sistema, vivir fuera del molde. Deje su trabajo y viva fuera de la red, compita con autos veloces o juegue a la ruleta rusa con todo lo que la sociedad en general considere maduro y sensato. Si el ideal nietzscheano de rebeli¨®n fue reforzado por Hollywood en el periodo de posguerra, sin duda proviene de fuentes mucho m¨¢s antiguas, desde el t¨¢bano de S¨®crates hasta el mismo Jes¨²s.
La noci¨®n de un instinto de muerte, postulada por Freud en 1920, aunque controvertida, podr¨ªa ayudarnos a dar sentido a esto. Freud propone que, para preservar la experiencia de estar vivos, el impulso vital debe lidiar continuamente con su opuesto, y atribuy¨® a ese instinto una caracter¨ªstica esencial: la compulsi¨®n por repetir. Con el fin de tomar posesi¨®n de nuestra propia mortalidad, el instinto de muerte nos induce a simularla en bucles, a perseguir situaciones de riesgo, situ¨¢ndonos en el l¨ªmite. De ah¨ª tambi¨¦n provienen las conductas complacientes, mec¨¢nicas en las que participamos para protegernos. El instinto de muerte, por as¨ª decir, hace que todo se detenga, nos permite llegar a un lugar de quietud ¡ªy experimentar la sensaci¨®n de estar vivos¡ª. El equilibrista corre el riesgo de caerse, sobre todo cuando intenta permanecer en su lugar, casi sin mover un m¨²sculo. El riesgo de estar en suspenso es un acto acrob¨¢tico que admiramos, es un compromiso de no resoluci¨®n de un acto, una invitaci¨®n a arriesgar m¨¢s all¨¢, a albergar contradicciones insoportables y volverlas vivas. ¡°En tanto acto, el riesgo deja que el azar se apodere. Lo querr¨ªamos voluntario, pero se genera en la oscuridad, en lo inverificable, lo incierto¡±, escribi¨® Dufourmantelle, que, en 2017, falleci¨® cuando intentaba salvar a dos ni?os que luchaban por nadar hacia la costa de la playa de Pampelonne, cerca de Saint-Tropez. Ella muri¨® ahogada. Los dos ni?os sobrevivieron.
David Dorenbaum es psiquiatra y psicoanalista.
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