Un v¨ªdeo de tu vida entera
Las personas que nos rodean son lo que son, no lo que deseamos que sean ni lo que parec¨ªan ser
Hay un deporte universal que todos practicamos, por perezosos y poco atl¨¦ticos que seamos: intentar cambiar la forma de ser del pr¨®jimo. Empezamos a foguearnos con los padres y alcanzamos nuestras m¨¢s altas cotas de entrega y dedicaci¨®n con los hermanos, amigos, pareja e hijos. Lo que no es obst¨¢culo para exigir tercamente que los dem¨¢s nos quieran tal y como somos. Estas contradicciones tienden a volvernos belicosos y provocar escenas en bucle: modelar el car¨¢cter ajeno es una modalidad de alto riesgo.
Arist¨®teles afirm¨® que el rasgo m¨¢s caracter¨ªstico del ser humano es la raz¨®n. O sea...
Hay un deporte universal que todos practicamos, por perezosos y poco atl¨¦ticos que seamos: intentar cambiar la forma de ser del pr¨®jimo. Empezamos a foguearnos con los padres y alcanzamos nuestras m¨¢s altas cotas de entrega y dedicaci¨®n con los hermanos, amigos, pareja e hijos. Lo que no es obst¨¢culo para exigir tercamente que los dem¨¢s nos quieran tal y como somos. Estas contradicciones tienden a volvernos belicosos y provocar escenas en bucle: modelar el car¨¢cter ajeno es una modalidad de alto riesgo.
Arist¨®teles afirm¨® que el rasgo m¨¢s caracter¨ªstico del ser humano es la raz¨®n. O sea, querer siempre tener raz¨®n. Tras a?os de adiestramiento hogare?o, la escritora Shirley Jackson public¨® un breve manual de instrucciones titulado C¨®mo disfrutar de una discusi¨®n familiar. Todas las familias, escribe, se transforman alguna vez en grupos de pendencieros gritones. Para participar en la batalla conviene aportar una gran indignaci¨®n. Es importante usar con agilidad un repertorio b¨¢sico de recursos: la negaci¨®n e inmediata contraacusaci¨®n, la caricatura del contrincante, el historial de agravios y las predicciones alarmantes como amenaza. Solo los padres est¨¢n autorizados a decir: haz lo que digo, no lo que hago. Una vez se han fijado con claridad estas reglas b¨¢sicas, la discusi¨®n familiar fluye con rapidez y sin esfuerzo.
En este tipo de torneos no hay victoria posible, solo grados de derrota. En alg¨²n momento de la refriega, inevitablemente la discusi¨®n encalla en un acontecimiento pasado sobre el que existen recuerdos opuestos. Ted Chiang ofrece en su libro Exhalaci¨®n una soluci¨®n tecnol¨®gica a este recurrente problema del buen drama familiar. Remem es una c¨¢mara personal que captura un v¨ªdeo continuo de tu vida entera, un accesorio que promete ayudarte a pronunciar las palabras m¨¢s exultantes de nuestro vocabulario: ?ves como yo ten¨ªa raz¨®n? ¡°Remem despliega los acontecimientos en la esquina inferior izquierda de tu campo de visi¨®n. Si dices: ¡®?Te acuerdas de cuando bailamos la conga en la boda?¡¯, Remem recupera el v¨ªdeo y te lo muestra¡±. Las grabaciones permiten resolver esas discusiones sobre qui¨¦n hab¨ªa dicho tal o cual cosa, y as¨ª demostrar su error a los dem¨¢s. Sin embargo, disponer de un registro exhaustivo de lo vivido tiene algunos inconvenientes. Al mirarse a trav¨¦s del ojo impasible de la videoc¨¢mara, el protagonista debe afrontar descubrimientos inquietantes sobre s¨ª mismo. Casi nada sucedi¨® del todo como recordaba, casi siempre se comport¨® peor de lo que cre¨ªa. As¨ª comprende que una de las principales tareas de la memoria es elegir qu¨¦ olvidar, es decir, suavizar la dureza del pasado ¡ªcomo los filtros o los programas de retoque¡ª para permitirnos seguir caminando.
Hubo una vez un escultor llamado Pigmali¨®n obsesionado por crear una estatua con la forma exacta de sus sue?os. Al terminar se hab¨ªa enamorado de ella, y rog¨® a la diosa del amor ¡ªen la antigua Grecia las competencias divinas estaban ya claramente transferidas¡ª encontrar a una mujer id¨¦ntica a ese fr¨ªo bloque de m¨¢rmol. Afrodita accedi¨® a su s¨²plica dando vida a la piedra. Desde entonces, esta leyenda simboliza el amor posesivo que necesita esculpir el mundo a imagen y semejanza de sus deseos. En las versiones m¨¢s modernas del mito, desde la adaptaci¨®n teatral Pigmali¨®n, de Bernard Shaw, hasta V¨¦rtigo, de Hitchcock, o La piel que habito, de Almod¨®var, esas historias suelen tener mal fin.
Desde la perspectiva contraria, el fil¨®sofo Epicteto cre¨ªa que somos nosotros quienes debemos adaptar nuestras expectativas a la realidad, porque la pasi¨®n transformadora enturbia nuestras relaciones. Afirmaba que no deber¨ªamos malgastar esfuerzos criticando u oponi¨¦ndonos al modo de ser de los dem¨¢s, as¨ª nos ahorraremos el mon¨®tono dolor de las decepciones evitables. Las personas que nos rodean son lo que son, no lo que deseamos que sean ni lo que parec¨ªan ser. Como sab¨ªa incluso Pigmali¨®n, que tall¨® sus anhelos en m¨¢rmol, modelar a los vivos es imposible. Todos queremos cambiar al pr¨®jimo para evitar cambiar nosotros: somos inconformistas que no soportan la insumisi¨®n.