Laetitia Casta: ¡°Ven¨ªa de la moda y pensaban que yo no sabr¨ªa actuar porque era guapa¡±

Y ah¨ª est¨¢ Laetitia Casta, sentada en un despacho con decoraci¨®n de los a?os setenta durante una pausa de una larga sesi¨®n fotogr¨¢fica en un d¨ªa soleado y fr¨ªo de marzo en las afueras de Par¨ªs, e indica que la entrevista puede empezar. ¡°Acerqu¨¦monos, que si no parecer¨¢ la mesa de Vlad¨ªmir Putin¡±, dice antes, recordando la mesa de cinco metros donde en febrero, antes de iniciar la invasi¨®n de Ucrania, Putin recibi¨® al presidente franc¨¦s, Emmanuel Macron.

Todo el mundo llega con ideas en la cabeza sobre Laetitia Casta (Pont-Audemer, de 43 a?os). Fue la modelo precoz que en los noventa irrumpi¨® en un mundo de la moda dominado por las supermodelos. La mujer que encarn¨® a Marianne, s¨ªmbolo de la Rep¨²blica Francesa y los ideales de libert¨¦, ¨¦galit¨¦, fraternit¨¦. La actriz a la que le cost¨® que la tomaran en serio, pero que con los a?os ha consolidado una trayectoria respetada en el cine desde que se estren¨® con la popular Ast¨¦rix y Ob¨¦lix contra C¨¦sar, y tambi¨¦n en el teatro.

A ella no le gusta definirse por ninguna de estas etiquetas. ¡°Nunca me he sentido maniqu¨ª, nunca me he sentido actriz, nunca he sabido d¨®nde estaba¡±, zanja con un ligero acento que no es de Par¨ªs, un deje quiz¨¢ de la C¨®rcega donde en parte se crio (aunque naci¨® en Normand¨ªa). ¡°Me gusta que nada me defina. Porque si alguien o alg¨²n lugar o una identidad me define, tengo la impresi¨®n de morir¡±.

La sesi¨®n fotogr¨¢fica parece el rodaje de una pel¨ªcula, o una performance teatral. Una docena de personas rodeando a la estrella mientras ella posa, el caniche corre y salta. Entre disparo y disparo, se abriga con un gigantesco plumas dorado que le llega a los pies. Ella es la jefa ah¨ª, todo gira a su alrededor, pero a la vez se pasa todo el tiempo recibiendo ¨®rdenes y las cumple a rajatabla.

No cambia tanto para ella que est¨¦ posando para una revista o rodando una pel¨ªcula ¡ªla m¨¢s reciente es La cruzada, dirigida y coprotagonizada por Louis Garrel, su marido¡ª, o que se suba a las tablas como ha hecho con Clara Haskil, preludio y fuga, la obra de Serge Kribus en la que la modelo y actriz interpreta a la gran pianista suiza de origen rumano de quien Charles Chaplin dijo: ¡°He conocido a tres genios en mi vida: Einstein, Churchill y Clara Haskil¡±.

No hay diferencia, pues, entre sus oficios, el de maniqu¨ª y el de actriz. ¡°Para m¨ª siempre ha sido la misma cosa. Siempre tengo la impresi¨®n de entrar en una historia, en un universo, de transportarme a otro lugar que la realidad¡±, dice. Y siempre hay algo de ella en los personajes, tambi¨¦n en el de esta sesi¨®n fotogr¨¢fica y este personaje que ¡°podr¨ªa ser una asesina o una superhero¨ªna¡±. ¡°Esta mujer¡±, afirma, ¡°es una parte de m¨ª. Cuando act¨²as vas a buscar algo de ti misma, pero lo exacerbas, lo multiplicas, como si abrieses un paraca¨ªdas que se despliega¡±.

Es otro mundo, ya no el relumbr¨®n de los focos y los vestidos, sino el recogimiento de la escena, el mon¨®logo teatral y una vida del siglo XX, pero hay algo en com¨²n, dice, entre Clara Haskil, nacida en Rumania en 1895 y fallecida en Bruselas al caer en unas escaleras en 1960, y Laetitia Casta. ¡°Como ella, yo empec¨¦ muy joven, a los 14 a?os. Ella dej¨® a su familia muy temprano. Yo tambi¨¦n. Yo estaba en un mundo de adultos en el que la gente te miraba como a un mutante. Ella tambi¨¦n: en las competiciones, al subir a escena, cuando actuaba. Y luego, el trabajo, el trabajo, el trabajo. Toda mi vida he trabajado. Y tengo una vida particular. Cuando veo a mis hijos no es la misma vida¡±.

La suya fue la vida de una adolescente que empez¨® a trabajar de modelo a los 14 a?os, que salt¨® a la fama al poco tiempo, que abandon¨® la escuela y que se vio inmersa en una vida fren¨¦tica de hoteles, aviones, desfiles, flashes¡­ ¡°Hab¨ªa que ser perfecta al 200%¡±, recuerda. ¡°Hab¨ªa que entender lo que la gente quer¨ªa y hacer algo absolutamente casi divino. Es como entrar en una iglesia. Un poco m¨ªstico. Hab¨ªa que lograr estar tocada por la gracia¡±. Todo aquello habr¨ªa podido acabar mal, muy mal: la historia de los juguetes rotos de la fama ocupa vol¨²menes enteros en las hemerotecas.

No fue el caso, y la explicaci¨®n que propone es desafiante. Una paradoja. ¡°Tuve la suerte de ser extremadamente inocente¡±, sostiene. ¡°Yo era una ni?a que no sab¨ªa lo que es el fuego. El peligro pas¨® a mi lado, pero no vi nada. Estaba protegida por algo que es, creo, la inocencia¡±.

Le ayud¨®, sin duda, su educaci¨®n familiar, un punto de equilibrio ante un mundo desquiciado. Y encontr¨® mentores. ¡°Yves Saint Laurent fue como un padre para m¨ª. Me protegi¨®. Me valor¨®. Me respet¨®¡±, dice. ¡°Me ense?¨® que nada es exterior. Nada es superficial. Todo viene de algo muy muy muy profundo. Y todo sale de ah¨ª. Riendo, me dec¨ªa: ¡®No me gustan las maniqu¨ªes¡¯. En realidad, lo que quer¨ªa decir era que no le gustaba lo que era fabricado. Las maniqu¨ªes eran las chicas que hac¨ªan este oficio solo como representaci¨®n, algo que se correspond¨ªa solo con la belleza exterior. Y ¨¦l amaba a las mujeres con car¨¢cter¡±.

Para Laetitia Casta, ser maniqu¨ª ¡ªmaniqu¨ª de verdad¡ª es otra cosa. ¡°Va m¨¢s all¨¢ de la apariencia¡±, opina. ¡°Significa estar habitada por algo, tener un pensamiento sobre las cosas, una visi¨®n de la moda; es decir, transmitir algo por medio de la foto que haga que la gente sienta algo. No es solo ser guapa: es mucho m¨¢s fuerte que eso¡±. Y a?ade: ¡°No me gusta que me miren por mirar. No soy exhibicionista. La cuesti¨®n es por qu¨¦ te miran, que te miren por lo que eres de verdad. Pero para ello hay que dejarse ver. Y esto es lo dif¨ªcil. En este oficio hay que encontrar los proyectos que permitan que se te vea, que te hagan honesta, sincera, fr¨¢gil. Con frecuencia todo depende de en qu¨¦ lugar est¨¢s y con qui¨¦n. Con el tiempo he aprendido a elegir los proyectos que se me parecen¡±.

El paso de la moda al cine no result¨® sencillo. ¡°En la moda las mujeres est¨¢n en el frente, m¨¢s que los hombres. Cuando empiezas, empiezas muy abajo. Llegar es muy dif¨ªcil, es como los atletas, hay que tener mucha resistencia, adaptarse a las situaciones, estar siempre disponible¡­, y cuando llegas al nivel en el que eres reconocida en lo que haces y respetada por lo que haces, ah¨ª eres una diosa. Las mujeres, con frecuencia, est¨¢n mejor pagadas que los hombres en la moda. Yo empec¨¦ mi vida as¨ª, en un lugar donde las mujeres son la mujer¡±.

Pero el cine era otra cosa ¡ªpara las mujeres en general y para una que era famosa como modelo¡ª y enseguida lo descubri¨®. ¡°Cuando comenc¨¦ me sorprendi¨® la diferencia. Los salarios son distintos. Me ten¨ªa que hacer respetar como actriz, porque ven¨ªa de la moda y se pensaba que yo no sabr¨ªa actuar porque era guapa. La gente pensaba que no ten¨ªa nada que decir. ?Pero no! Si en la moda siempre tuve algo que decir, en el cine tambi¨¦n tendr¨ªa algo que decir¡±. Como actriz, ha trabajado con directores de la talla de Ra¨²l Ruiz, Patrice Leconte, los hermanos Taviani o Tsai Ming-liang. Y en 2016 present¨® en la Semana de la Cr¨ªtica del Festival de Cannes el cortometraje En moi, su ¨²nica incursi¨®n como realizadora.

Adem¨¢s de Yves Saint Laurent, hay otra figura mitol¨®gica de la Francia contempor¨¢nea cuyo destino se cruz¨® con el de Laetitia Casta. Es Brigitte Bardot, a quien encarn¨® en la pel¨ªcula Gainsbourg (vida heroica), de Joann Sfar. Para preparar el papel, Laetitia Casta se entrevist¨® durante horas con B.B. Ambas, L.C. y B.B., han representado, cada una en su momento, una cierta idea de la mujer francesa. ¡°No tenemos las mismas ideas pol¨ªticas¡±, precisa de entrada, en alusi¨®n a las simpat¨ªas ultraderechistas de la estrella de los sesenta. ¡°Pero en Brigitte Bardot¡±, a?ade, ¡°encontr¨¦ que, para su ¨¦poca, era una mujer extremadamente libre, de una modernidad incre¨ªble. Creo que esta mujer sufri¨® mucho por esta libertad debido a este deseo muy ¨²nico, como un ni?o que dice: ¡®Quiero hacer esto, esto, esto¡¯. No ten¨ªa l¨ªmites en sus apetencias¡±. Y seg¨²n la actriz y modelo, hay algo en com¨²n entre ellas, ¡°algo intuitivo, animal, espont¨¢neo¡­¡±.

TODAS LAS FOTOS DE LA SESI?N CON LAETITIA CASTA AQU?

Espont¨¢neo, fr¨¢gil, imperfecto: Laetitia Casta repite varias veces estos adjetivos durante la conversaci¨®n, como si quisiera reivindicar esta identidad particular de la modelo que se sal¨ªa de la norma en su tiempo, m¨¢s peque?a ¡ª1,70 metros¡ª y tal vez fuera de los c¨¢nones. Hoy, dice, todo encaja en grupos identificados: las raperas que juegan a g¨¢nsteres, las petardas que protagonizan los reality shows¡­ ¡°Ahora¡±, argumenta, ¡°a trav¨¦s del estilo se reconoce a qui¨¦n perteneces; ya no es la idea de lo ¨²nico, con sus defectos, su fragilidad, las dudas, el miedo, la imperfecci¨®n¡±.

Ha pasado m¨¢s de media hora. A Laetitia Casta le quedan solo unos minutos para almorzar antes de volver a subirse al tejado del aparcamiento encajonado entre f¨¢bricas, edificios en construcci¨®n y el del Senado. La conversaci¨®n termina. Antes de despedirnos hablamos de Vlad¨ªmir Putin, de la guerra que vuelve a Europa. ¡°Todo esto porque un hombre, en su fantas¨ªa seg¨²n la cual Ucrania es Rusia, mata personas a la vez en su pa¨ªs y a los ucranios. Es criminal¡±, se indigna. ¡°Y lo peor, como ser humano y como artista, es no poder hacer nada. ?Quiere que le diga algo? Es algo que te enloquece¡±.